El arrollador Beethoven de Kleiber
Sus actuaciones públicas, cada vez más escasas, movilizan a una legión de admiradores de todo el mundo que acuden en peregrinación dispuestos a ver en acción al imprevisible y genial artista alemán. Todo lo que hace Carlos Kleiber es un acontecimiento, sea en concierto, en un teatro de ópera o un estudio de grabación. La aparición de un nuevo documento sonoro de su arte -la primera y única interpretación en toda su carrera de la Sinfonía número 6 en fa mayor, opus 68, Pastoral de Ludwig van Beethoven, grabada en Múnich en 1983 y rescatada ahora por el sello Orfeo- no hace más que ampliar la leyenda de un fabuloso mago de la dirección orquestal.
La Ópera Estatal de Baviera vivió una noche de puro arrebato musical el 7 de noviembre de 1983: nunca Carlos Kleiber había dirigido la célebre Pastoral de Beethoven. Y nunca ha vuelto a dirigirla. El concierto fue grabado en directo por la Bayerisches Staatsorchester, que registra de oficio todas sus actuaciones tanto en su temporada oficial de conciertos como en sus regulares giras internacionales. La cinta magnética, sin embargo, no había soportado bien los veinte años de archivo y, a la hora de editarla en la serie discográfica que el sello Orfeo dedica al conjunto sinfónico alemán, la milagrosa aparición de una copia en casete realizada en su día para recuerdo personal del hijo de Kleiber, obró el milagro de su recuperación discográfica en más que aceptables condiciones técnicas.
"Una velada de una plenitud musical absoluta". Así tituló Hans Göhl la crítica del concierto publicada al día siguiente por el Münchner Merkur. El ingeniero de sonido Christoph Stickel, responsable de la remasterización digital, tuvo que sortear muchas dificultades técnicas para mantener el sentido y la atmósfera musical de una interpretación que, literalmente, dejó sin respiración al público asistente. Al término de la versión, el público tarda quince segundos en recobrar el aliento; algunos espectadores se arriesgan a aplaudir tímidamente, pero el resto de la sala permanece impasible. Vuelven los aplausos, se oyen las primeras exclamaciones y, al fin, estalla el delirio en el coliseo bávaro. Es un emocionante epílogo, fielmente recogido en la grabación, a un concierto fuera de serie.
El apabullante control dinámico de Kleiber genera tal tensión en la orquesta que su energía hipnotiza al público. La planificación y realización de la Pastoral respeta las indicaciones metronómicas de la partitura con la precisión de las estrellas del movimiento historicista, y mantiene, por tanto, unos tempi sensiblemente más vivos y ligeros. Pero lo más fascinante es que esa ligereza imprime un carácter nuevo, una vida desbordante que ilumina los paisajes plasmados por Beethoven. La articulación es tan prodigiosa como la progresión de los tempi de los últimos tres movimientos, encadenados sin solución de continuidad. Todo el discurso fluye con naturalidad, sin atropellos; cada atmósfera, cada carácter, desde los remansos líricos al estallido de la tormenta y la intensidad expresiva del movimiento final, suenan en un juego sutilmente diferenciado por una batuta clarividente. La sensación de descubrir algo nuevo en una obra de absoluto repertorio, mil veces escuchada y grabada, es una lección de música que provoca el arrebato del público.
Todo el Beethoven grabado por Kleiber, ampliado ahora con esta única versión de la Sexta, es una referencia. Oficialmente, ha grabado las sinfonías Quinta (1974) y Séptima (1975-1976) en el Musikverein y al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena, publicadas por Deutsche Grammophon, el sello que atesora la mayor parte del legado oficial del director alemán. Hay que añadir las versiones de la Cuarta y de la Séptima, filmadas en 1983 con la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, publicadas sólo en vídeo y en el extinto sistema de disco láser por Philips, y otra lectura de la Cuarta (1982) con la orquesta de Múnich, editada por Orfeo con su autorización.
"En realidad, Carlos Kleiber no es solamente un director de orquesta: es un mago que hechiza a la orquesta. Ciertamente, sabe dirigir y domina la técnica, pero el secreto de su arte pertenece a otra dimensión, reside en el miedo que inspira a todos. Su forma de dirigir no tiene escuela, procede de su cuerpo entero y, especialmente, de sus ojos". Así definió la magia de Kleiber el director de escena August Everding, que colaboró y contrató al músico alemán durante su etapa como administrador de la Ópera de Múnich.
Caprichoso, extravagante,
exigente y autocrítico hasta la obsesión, Kleiber es para miles de melómanos el mejor director de orquesta del mundo. No concede entrevistas, huye de los actos sociales y nunca ha aceptado el más mínimo apoyo mediático a su carrera. Rara avis en un mundo lleno de divos presuntuosos. Hijo del legendario Erich Kleiber (1890-1956), abandonó Alemania con su familia en 1935 con destino a Buenos Aires y en la capital argentina inició sus estudios musicales. Erich Kleiber apenas disfrutó unos años de gloria en su regreso triunfal a Europa (murió en Zúrich en 1956) y nunca alentó la carrera de su hijo: al contrario, sembró dudas y no le ayudó en su incipiente carrera. La vocación musical ganó al desprecio paterno y Carlos Kleiber inició su trayectoria artística en los teatros de Postdam, Düsseldorf, Zúrich y Stuttgart.
Desde 1968, la Ópera de Baviera ha sido el escenario más frecuentado por Kleiber, pero ha escrito noches de gloria en sus apariciones en la Scala de Milán, donde su concepción de La bohème, de Puccini, marcó una época, o en el Festival de Bayreuth, donde dirigió una memorable producción de Tristán e Isolda de 1974 a 1976. Enemigo de la rutina, de carácter intransigente y humor imprevisible, no ha querido ligarse de manera permanente a un teatro de ópera o a una orquesta determinada.
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