_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Primeras lecciones de España

Mary Kaldor

Las bombas de Madrid nos han enseñado una lección poderosa: la "guerra contra el terror" termina por jugar a favor de sus enemigos. Los políticos deben aprender a ser modestos frente a quienes perpetran la yihad. ¿Qué lección podemos extraer de España en los últimos días? Que el terrorismo es un asunto demasiado serio para ser utilizado como instrumento de la política partidista.

Pero el terrorismo ha sido utilizado por George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar para legitimar la guerra de Irak. Los españoles, que sufrieron la realidad del terrorismo en las terribles explosiones de la semana pasada, se negaron a aceptar sus argumentos.

Mi propio primer ministro, Tony Blair, tiene razón al advertirnos del peligro que supone el terrorismo global. Tiene razón cuando dice que los terroristas quieren crear Armageddon. Al Qaeda, como todos los fundamentalistas religiosos, cree en la guerra cósmica, en una lucha a vida o muerte entre el bien y el mal. Los militantes de Al Qaeda suelen intentar poner en marcha una violencia espectacular para movilizar reclutas para su causa. "El despertar ha comenzado", dijo Osama Bin Laden en una cinta después del 11 de septiembre de 2001.

Pero Blair se equivoca cuando argumenta que el terrorismo justifica la "guerra contra el terror". Al contrario, el término "guerra" alimenta la propia concepción que los terroristas tienen de la yihad. Los terroristas son elevados a la categoría de enemigos, en lugar de considerarse criminales desacreditados. Supone justificar la acción militar y legitimar la matanza de civiles, incluso cuando no es deliberada. Murieron muchos más civiles en Afganistán y en Irak que los que fueron asesinados por los terroristas en Nueva York, Washington, Bali, Casablanca y demás lugares, un argumento que, a su vez, se utiliza para justificar más actos de terror. Los terroristas quieren la guerra. Quieren ser bombardeados porque eso demuestra que la lucha cósmica realmente existe. Añade otro elemento a la humillación de los jóvenes musulmanes atraídos por la causa islámica global.

Ésta es la razón principal por la que me opuse a la guerra de Irak. Sí creo que la mayoría del pueblo iraquí está mejor ahora que antes de la guerra. Sin embargo, cuando estuve en Irak, pude ver con mis propios ojos que cambiar un régimen por el método de la invasión se compadece mal con el desarrollo democrático, y está dejando un legado de violencia y fracaso del Estado que será difícil superar. Me opuse a la guerra, primero, porque había gente que moriría por culpa de la guerra (más de 10.000, según Iraqbodycount.net); segundo, por el daño que iba a sufrir el derecho internacional; por último, aunque no por ello menos importante, porque temía que la guerra llevase a un aumento del terrorismo.

Antes de la guerra no había vinculación entre Sadam Husein y Al Qaeda (y es interesante que las agencias de inteligencia occidentales no parezcan haber tomado nota de la construcción en Irak de mezquitas de la corriente Wahabi financiadas con dinero saudí). Pero la guerra los unió. Los luchadores islámicos se han aliado con los restos del régimen Baaz para montar la "resistencia" a la ocupación americana.

Nunca podremos probar que la guerra realmente hizo aumentar el terrorismo. Pero es evidente que la "guerra contra el terrorismo" no está funcionando. Las explosiones en Arabia Saudí, Turquía, Marruecos, Moscú, y ahora Madrid, son testimonio de sus fracasos. (Cuando los comentaristas sugieren que los objetivos de Al Qaeda son más bien simbólicos y que los trenes no son frecuentes, están olvidando las explosiones en los trenes de cercanías de Moscú, igual que olvidan la interminable y trágica guerra de Chechenia).

Bush, Blair y Aznar, cada uno a su manera, han utilizado el terrorismo para sus propios intereses políticos. Quizá sea excesivamente propio de conspiradores sugerir que Bush utilizó el 11 de septiembre para avanzar los intereses del complejo militar-industrial y de la agenda política neo-conservadora. Pero es indudable que el 11-S le convirtió en un presidente de guerra y le dio el apoyo popular del que antes carecía.

Más recientemente, Bush ha jugado con ese momento, utilizando el 11 de septiembre en anuncios en apoyo de su campaña a la elección (no a la reelección, porque nunca fue elegido). El discurso que Blair pronunció en Sedgfield fue un intento de correr un velo sobre el debate de por qué fuimos a la guerra en Irak, y también un intento (infructuoso) de volver a encender la llama de nuestra fe en su integridad moral. Y el Gobierno de Aznar ha intentado presentar las explosiones de Madrid como obra de ETA.

El pueblo español ha dado muestras de una sofisticación considerable. Han sido capaces de ver lo que hay detrás de estas tácticas. Hubiera sido muy fácil aglutinarse en torno al Gobierno, como hacen, por ejemplo, los israelíes después de los ataques de los terroristas suicidas.

Ahora lo que se necesita es modestia por parte de los políticos. No queremos que nos digan que saben lo que tienen que hacer y que tienen el problema controlado. Sabemos que la amenaza del terrorismo es muy real, muy compleja y muy difícil de contener. Lo que se necesita es un debate popular amplio sobre cómo combatir el terrorismo. Tenemos el trabajo de inteligencia, y el de la policía. Pero también necesitamos comprender lo que atrae a la gente joven a la causa de Al Qaeda.

Al Qaeda ya no es una organización. Es una idea que conecta una holgada red de grupos auto-organizados que pueden encontrarse en cualquier parte del mundo, incluyendo, y muy especialmente, aquí en Europa. Necesitamos emprender un debate de largo alcance entre nosotros, y especialmente entre los jóvenes, sobre lo que está mal en el mundo, sobre por qué tanta gente se siente desilusionada y privada de sus derechos, sobre por qué algunos eligen formas de acción tan drásticas y nihilistas. Y necesitamos que esta discusión se tome en serio. No debería ser otra "consulta", otra "gran conversación", otro intento cosmético por decirnos que nuestros políticos están "escuchando". Esto está pasando de verdad, y necesitamos utilizar todos los conocimientos y toda la razón de la que disponemos.

La manera en que se está luchando contra el terrorismo es equivocada. Cada día parece haber un ejemplo nuevo. El tratamiento de los prisioneros británicos en la bahía de Guantánamo liberados recientemente no puede justificarse apelando a la "guerra contra el terror", de la misma manera que no puede justificarse el bombardeo de civiles. Tales violaciones no pueden dejarse a un lado u olvidarse si hemos de comenzar a resolver las causas subyacentes del terrorismo. Hacerlo es arriesgarse a incrementar la marginación política sentida tan agudamente por quienes se opusieron a la guerra y también limitar una movilización pública y un debate que es esencial, si hemos de enfrentarnos al terrorismo desde su raíz.

Mary Kaldor es directora del programa de Gobernanza Global en la London School of Economics. Traducción de Eva Cruz. © Mary Kaldor, 2004.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_