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Columna
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La vida

Rosa Montero

Creo sinceramente que este país ha recorrido un camino muy largo hacia la madurez política, la tolerancia, la civilidad. Creo que la inmensa mayoría está muy por encima de las manipulaciones electoralistas que todos los partidos han intentado hacer con la matanza y de las algaradas crispadas de unos pocos que han manchado (apenas una sombra) el sobrecogimiento y la unidad general de los dos días de reflexión y de elecciones. Creo que los ciudadanos saben que las bombas del 11-M son un agresión frontal a la democracia, a la convivencia, a la libertad, a todos esos valores tan dificultosamente logrados por la humanidad a costa de dolor y sangre durante muchos siglos. No nos confundamos: esto no es una respuesta a la participación de España en la guerra de Irak, sino un ataque esencial a lo que somos. No estuve a favor de la guerra porque me parecía que era desproporcionada, que marcaba un nefasto precedente de ilegalidad internacional, no servía para nada (no se puede combatir el terrorismo con guerras convencionales) y podía desestabilizar aún más la situación: y por desgracia las consecuencias del conflicto están confirmando todo esto. Pero me parece intelectual y moralmente inadmisible oponerse a la guerra para estar a bien con los asesinos. Es como lo del caso Carod: uno no puede amigarse con los monstruos sólo para que a ti no te revienten y cerrar los ojos mientras matan al vecino: a los franceses quizá, a los ingleses. ¿De verdad alguien piensa que no participar en la guerra nos hubiera salvado a larga de nada? Desde la masacre de las Torres Gemelas tengo muy claro que esos asesinos miserables son mis enemigos. Los enemigos del sistema en el que vivo y que, con todas sus contradicciones, considero mejor que ningún otro. Los enemigos de la solidaridad, de los derechos humanos. De esta plantita delicada y hermosa que es la convivencia respetuosa y libre. Reguemos esta planta con nuestras lágrimas y defendámosla con la fuerza de nuestros valores y nuestra calma: en este momento crucial hay que estar unidos. Acabaremos con ellos por medio de la cordura, de la legalidad, de la civilidad y la convivencia. La vida feliz y compasiva es siempre más fuerte que la muerte negra.

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