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Reportaje:LA GUERRA DE IRAK, UN AÑO DESPUÉS

El cisma de Europa permanece

La UE sufre todavía la división causada por la intervención militar en Irak y los desacuerdos han paralizado proyectos importantes como la Constitución

Carlos Yárnoz

Las primeras bombas sobre Bagdad en la madrugada del 20 de marzo sellaron el cisma entre los líderes europeos que iban a verse las caras sólo unas horas después en Bruselas. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE utilizaron ese día la habitual cumbre económica de primavera para constatar que Europa acababa de entrar en su más grave crisis de la que aún no se ha recuperado. Alineados entre partidarios de las tesis belicistas estadounidenses, con el británico Tony Blair y el español José María Aznar a la cabeza, y contrarios al unilateralismo de Washington, con el francés Jacques Chirac y el alemán Gerhard Schröder al frente, la Unión hizo buena la desafortunada tesis de la división entre la nueva y la vieja Europa que hoy todavía intenta restablecer el hilo directo con Washington.

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Un año después, la crisis de Irak ha sido determinante en el vuelco electoral del domingo en España mientras la división que produjo en Europa es aún reiteradamente mencionada en el Consejo de la UE, la Comisión o la Eurocámara como un ejemplo de lo que Europa no debe hacer si quiere tener un peso relevante en el mundo. A la vez, la confrontación interna ha pesado como una losa en el frustrado intento de pactar en diciembre pasado la primera Constitución para Europa, en la gestión de la inminente ampliación de la UE al Este y en las tensas relaciones UE-EE UU.

El cisma venía fraguándose meses antes de la invasión, pero tuvo su punto culminante el 30 de enero, cuando se difundió la Carta de los Ocho. Los líderes de Reino Unido, España, Italia, Portugal, Dinamarca, República Checa, Hungría y Polonia difundieron por sorpresa un documento en el que defendían la necesidad de actuar de inmediato frente al régimen de Sadam.

La iniciativa, que tuvo "una dimensión continental" debido a la firma de Aznar, como recuerdan ahora destacadas fuentes diplomáticas en Bruselas, suponía un torpedo en la línea de flotación contra el revitalizado eje franco-alemán que mantenía un desigual pulso en la ONU para bloquear una resolución norteamericana que diera luz verde automática a la guerra. A la vez, España aceleraba su alejamiento del grupo de cabeza del club europeo.

Sólo una semana después, otros 10 países encuadrados en el llamado Grupo de Vilnius (Lituania, Letonia, Estonia, Eslovaquia, Eslovenia, Rumania, Bulgaria, Croacia, Macedonia y Albania, los siete primeros candidatos a entrar en la UE) hicieron público otro documento en el que se declaraban "preparados para participar en una coalición internacional".

Cumbre sin resultados

Ante estos hechos, la UE celebró una cumbre extraordinaria el 17 de febrero para limar asperezas y salvar los muebles. El resultado fue el opuesto. El encuentro sirvió para airear y avivar las discrepancias. Aznar y Blair insistieron en el "inmediato desarme" de Sadam, mientras Chirac y Schröder demandaban más tiempo para los inspectores de la ONU. "La manera en que Europa maneja la crisis tendrá profundas implicaciones para las relaciones entre Europa y Estados Unidos en las próximas generaciones", advertía Blair en una carta a los candidatos.

La fractura era insalvable. El 20 de marzo, mientras cientos de miles de europeos protestaban en las calles, el presidente de la Comisión, Romano Prodi, decía: "Algunos van a participar en una acción unilateral y lo lamentamos". Una acción, precisó Chirac, "sin el aval de la ONU". El ministro de Exteriores británico, Jack Straw, apuntaló la separación: "Entre finales del año pasado y comienzos de éste, Francia tomó la decisión de no aplicar la resolución 1441. Ése ha sido el alfa y el omega". Un mes después de iniciada la invasión, el francés Valéry Giscard d'Estaing, presidente de la Convención que redactaba el proyecto de Constitución europea, presentaba el nuevo reparto de votos en el Consejo de la UE, directamente proporcional a la población de cada país. Los dos que más peso perdían con respecto al Tratado de Niza eran España y Polonia, los que habían enviado tropas.

En paralelo, el intento de Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo de establecer una Europa de la Defensa autónoma de la OTAN o el anuncio estadounidense de excluir a Francia y Alemania de los proyectos de reconstrucción de Irak hicieron saltar las alarmas. Por eso, mientras EE UU y Europa se aprestan a reconducir la situación con Schröder como intermediario, en el seno de la UE los tres grandes (Alemania, Francia y Reino Unido) han formado un coyuntural directorio. Cogidos a contrapié, marginados y traicionados, Aznar y Silvio Berlusconi han encabezado el bloque de contrapeso. Es en este clima de división heredada de la crisis iraquí en el que Aznar, cuyo radical actitud proestadounidense acrecentó la animadversión de Chirac y Schröder, se despedirá el día 26 en Bruselas de sus homólogos europeos.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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