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RESPUESTA DE LOS MERCADOS
Columna
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Riesgo e incertidumbre

Emilio Ontiveros

La incertidumbre es la peor compañera de las decisiones económicas, en particular de las financieras. Su diferencia con las situaciones de riesgo es que en éstas existe información suficiente para asignar probabilidades a los posibles escenarios alternativos por los que puede discurrir una decisión. Ambas situaciones provocan la misma reacción, aunque, lógicamente, en desigual medida: la huida a los refugios, a los activos considerados más seguros, la deuda pública de los países más solventes de forma particular.

Lo ocurrido en la jornada de ayer en algunos mercados financieros incorpora componentes de ambas situaciones que, por el momento, es difícil diferenciar. La incertidumbre está determinada por la incapacidad para anticipar con los datos hoy disponibles el carácter aislado o no del atentado ocurrido el pasado 11 en Madrid. Ya no su autoría, sino la posibilidad de que constituya una pieza de una sucesión de episodios similares, dentro o fuera de España, de trascendencia difícil de estimar, así como de fechar. La caída de la totalidad de los mercados de renta variable así lo ha reflejado, como lo hizo, aunque en una medida relativamente reducida, el ascenso en la cotización de la deuda pública, del tipo de cambio del franco suizo y de la onza de oro. Han sido variaciones, en todo caso, muy inferiores a las que tuvieron lugar tras los episodios del 11 de septiembre de 2001 en EE UU. La inestabilidad en los mercados de activos de mayor riesgo, los de renta variable, seguirá existiendo mientras no se disponga de información suficiente que permita acotar el alcance de lo vivido en Madrid el pasado jueves.

El otro factor generador, en este caso de riesgo, es el desenlace no previsto mayoritariamente de las elecciones generales celebradas el pasado domingo. Esta última circunstancia, la sorpresa, justificaría por sí sola la reacción diferencial de los mercados de renta variable españoles. Lo ocurrido con los índices bursátiles españoles, sin embargo, no es mucho más adverso que lo observado en otras circunstancias similares y, en todo caso, no justifica el mantenimiento de una interinidad similar a la generada por los atentados. Tras las elecciones que dieron la victoria al Partido Popular, en marzo de 1996, los mercados de acciones españoles cayeron un 5,12% el primer día, frente a un 0,3% los europeos (medido por el índice Eurostoxx 50), y al día siguiente el mercado español volvió a caer un 1,5%, mientras los europeos lo hacían en un 0,6%. En esta ocasión, la caída ayer del Ibex 35 ha sido del 4,15%, mientras que el Eurostoxx 50 lo ha hecho en un 2,75%. De forma muy simple, la caída diferencial de nuestros mercados no ha sido superior a la de entonces, en mayor medida si tenemos en cuenta que habían sido los españoles los que más habían pronunciado sus alzas en lo que llevábamos de año. La cotización de los títulos de deuda pública, mucho más expresivos del riesgo diferencial del país, también ha ofrecido un claro contraste con lo observado en 1996. Entonces el diferencial frente a la referencia homogénea alemana a diez años se amplió desde 332 puntos básicos a 362, mientras que ahora no se ha observado movimiento de cierta significación.

La conclusión no puede ser otra que la que ofrece el sentido común: el riesgo adicional derivado de la existencia de un nuevo Gobierno es mínimo, al menos con los datos disponibles hasta ahora. En mayor medida si tenemos en cuenta que, a diferencia de las situaciones inciertas o de mayor riesgo, en ésta disponemos de información suficientemente relevante. El mantenimiento de España en la UEM, a diferencia de las dudas que podían existir en 1996, casi tres años antes de que se iniciara la fase final y algo más de dos del examen de acceso, el compromiso de cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la disposición a seguir estrechando el diferencial de inflación frente a nuestros principales socios son credenciales que invitan a desmontar cualquier presunción de riesgo diferencial en la economía española tras las elecciones del domingo.

Tampoco la información públicamente disponible permite anticipar decisiones re-reguladoras o interventoras sobre algunos de los sectores de nuestra economía con mayor específico en los índices bursátiles, como en algún momento de la jornada de ayer pudo difundirse. Cuestión distinta es el impacto sobre nuestra economía de la europeización de esa específica incertidumbre que nació el 11-M y su impacto sobre sectores sensibles a la movilidad internacional de las personas. Pero eso no tiene mucho que ver, precisamente, con la llegada de un nuevo Gobierno.

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