El dolor se escribe en mensajes pequeños
Miles de personas anónimas dejan en Atocha palabras de repulsa por los atentados terroristas
Atocha sigue de luto por los fallecidos en los atentados del pasado jueves. Velas, flores, macetas y miles de mensajes de repulsa a los terroristas y de solidaridad con las víctimas inundan la estación, desde la entrada principal al hall o a los andenes de los trenes de cercanías. "Basta ya", "Paz", "¿Por qué? No al terrorismo" eran algunos de los mensajes que podían ver, escritos en pequeños papeles o directamente en las paredes, los centenares de personas que infatigablemente se acercaban ayer para dejar su pequeña huella de dolor. Otros eran más duros: "Asesinos malnacidos. Ellos no te lo dicen. Los que estamos aquí, sí".
"No es posible... Son unos desgraciados y han roto la vida de más de 200 personas y sus familias. Yo sólo me preguntó: ¿para qué nos sirvió meternos en la guerra de Irak? ¿Por qué no nos escuchó el Gobierno?", decía Juan, de 32 años, mientras leía algunos de los miles de mensajes colocados en el interior de la estación y que tenían como escenario de fondo las vías del tren y un tremendo agujero, señal patente de que lo que sucedió el 11-M está aún muy próximo.
"Nosotros somos vuestra voz. Vosotros ahora descansad en paz", se podía leer en uno de los carteles
Hasta Atocha se acercaron durante el día personas de todas nacionalidades para dejar sus mensajes. Unos mostraban su solidaridad con las víctimas: "Nosotros somos vuestra voz. Vosotros ahora descansad en paz", "Todos viajábamos en el mismo tren", "Todos somos víctimas", "Toda España sigue llorando por vosotros. No al terrorismo". Otros eran más hirientes y acusaban directamente al Gobierno, y en especial al presidente José María Aznar, de tener responsabilidad en los atentados:
"Aznar, fue tu guerra, son nuestros muertos", o "Tu foto en las Azores nos está costando muy caro. Honra a las víctimas reconociendo tu error", con una imagen del todavía presidente español. Otro de los escritos decía: "No a ETA, no a Al Qaeda, no a los que apoyaron la guerra de Irak, no a los mentirosos, no a los manipuladores".
Uno de los momentos más desgarradores se produjo a mediodía, cuando una señora que había perdido a un familiar y acudió a la estación con un ramo de flores rompió en trozos un cartel de Aznar: "¿De qué se ríe este tipo? ¡Te tenía que haber pasado a ti!", gritaba, presa de la rabia.
El dolor se veía en cada uno de los rostros de ciudadanos anónimos, familiares de las víctimas y visitantes que estaban de paso. Muchos rompían a llorar. Unos escribían sobre la marcha mensajes en los cristales de la puerta de la estación, otros recurrían a cartones o a restos de propaganda electoral. Cartulinas con manos rojas impresas, palomas de la paz en cuadros y en corcho, y muchos lazos negros se mezclaban con estampas de santos y banderas de España. Había incluso quien expresaba sus sentimientos escritos en las propias velas que encendía. "Siempre te querré, nunca te olvidaré", se leía en uno de los cirios.
Ignacio Hernández se pasó por Atocha para poner un enorme lazo negro rodeado de velas. También depositó estampas de santa Gema, de la que se confiesa muy devoto, y de Jesús de Medinaceli. No era la primera vez que se acercaba al lugar de la tragedia, lo había hecho desde que se sucedieron los atentados. "Dios quiera que esto sea lo último que padezcamos. Es inhumano, pobre gente", acertaba a decir.
Mientras, tres mujeres sentadas en el suelo agarradas de sus manos pedían por el alma de las víctimas. "Pedimos por todos ellos, para acabar con el sufrimiento". Una pareja de jóvenes acudió con su hijo pequeño, que dejó una rosa. "Hemos venido paseando. Queríamos solidarizarnos con las familias", contaba el padre. Entre peluches, coronas de flores, crespones y mensajes, había también dibujos de niños en los que se leía, escrito con una caligrafía sencilla: "Yo estoy triste por las víctimas que han muerto en el tren donde explotó la bomba. Álvaro". Otro decía: "Sólo tengo nueve años y he podido sentir el horror de tanta violencia ocurrida el 11-M".
Algunas dedicatorias estaban destinadas a personas que fallecieron en Atocha, como Francisco Javier Barahona, al que sus compañeros le dedicaron un mensaje, o para Jorge Rodríguez Barahona: "Tus compañeros del colegio de Los Salesianos no te olvidan".
Personas de Perú, Colombia, Portugal, Ucrania, Puerto Rico o Ecuador se sumaron a las muestras de repulsa por los atentados terroristas, muchas de ellas porque también tenían a alguien entre los fallecidos.
Esta vez, el dolor del pueblo se había convertido en pequeños mensajes de papel.
El apoyo de una víctima del 11-S
Geraldyne Lewis perdió a su hijo Adam el 11 de septiembre de 2001 en el atentado contra el World Trade Center de Nueva York. Ayer rezaba en Atocha junto a unas amigas por las almas de las 200 víctimas de Madrid. Había depositado tres grandes macetas de flores y velas.
"Yo, mejor que nadie, puedo comprender la tragedia que están viviendo esas familias. Sólo cuando has padecido lo mismo puedes comprender la situación de desolación que te embarga", decía esta estadounidense afincada en Madrid. Su hijo Adam Lewis, de 36 años, trabajaba en el piso 89 de una de las Torres Gemelas, era vicepresidente de la empresa KBW y no salió de su puesto de trabajo, a pesar de que un avión ya se había estrellado contra la primera de las torres.
"Yo fui la última en hablar con él por teléfono después de la explosión en el otro edificio", recuerda la madre. "Me dijo que se iba a marchar después de llamar a su mujer, pero no le dio tiempo". Adam se había salvado en 1993 de otro atentado, y aquella vez tuvo que descender las 89 plantas por las escaleras.
Geraldyne pretende ponerse en contacto con los familiares de las víctimas para ayudarles a superar la tragedia. "No hay consuelo. Es muy duro de afrontar", afirma esta mujer, que lleva desde los 20 años militando en movimientos pacifistas. "Hace poco estuve en Nueva York con mis cuatro nietas. La pequeña me decía: 'Abuela, es muy duro vivir sin papá".
Geraldyne se acercó por Atocha ayer a mediodía. Quiere servir de apoyo a aquellas familias que, de la noche a la mañana, han visto cómo sus vidas han dado un brusco giro. Otro gesto de generosidad en medio de la tragedia.
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