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LA CRÓNICA | ELECCIONES 2004
Columna
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ZP y el arte de saber escuchar

Soledad Gallego-Díaz

La sociedad española dio ayer una demostración increíble de vitalidad, libertad, seguridad y confianza en sí misma y tres días después del peor atentado de su historia decidió cambiar de gobierno y pasar a la oposición al partido que gobernaba con una cómoda mayoría absoluta.

Los votantes dieron una lección formidable para cualquier dirigente político y, desde luego, para cualquier gobernante: no se puede dirigir un país sin escuchar a sus ciudadanos y un 80% de los españoles le había dicho a José María Aznar, y al Partido Popular, que no quería participar en la guerra de Irak y que le irritaba cada día más su manera de gobernar. Aznar y el PP ignoraron esa voluntad y la sociedad le reiteró ayer claramente en las urnas lo que pensaba.

El PP se interroga sobre la responsabilidad de lo ocurrido y se cuestiona el futuro de Rajoy

La noche de ayer fue la noche de la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero y del PSOE, y de la derrota de Mariano Rajoy y del PP. Pero también fue la noche de la despedida terrible de José María Aznar, un político que creyó que había cambiado su país por una decisión personal y unilateral y que se encontró con una reacción fulgurante de esos ciudadanos. Creyó, en su segundo mandato por mayoría absoluta, que no existían límites para su proyecto y se equivocó. Se puede decir que Aznar ha hecho algo increíble: ha levantado un partido político, el PP, y después lo ha hundido.

Será difícil que el Partido Popular se reponga de la conmoción que debió sufrir en el día de ayer. Mariano Rajoy, el candidato que salió de la línea de salida con una diferencia de casi diez puntos, se ha visto rebasado en la línea de llegada por más de un millón de votos. Su papel debería ser ahora el de jefe de la oposición y secretario general de un partido que está atónito. Para colmo, en teoría no podrá contar con Rodrigo Rato, que puede marcharse de España si prospera su candidatura al FMI. Salvo que le resulten insoportables las presiones de sus compañeros. En cualquier caso, es el único que sale bien de esta historia, dentro del PP.

Todo su partido debe compartir ahora las dudas sobre si Aznar eligió al mejor candidato posible, Rajoy, o si hubiera sido mejor un sistema de elección menos personalista. La duda es si Aznar volverá a hacerse con el mando en el PP o si dejará la dirección, como estaba previsto antes de la derrota, en manos de Rajoy. Entre las filas de los populares había anoche voces en todos los sentidos, pero no faltaban las de quienes reconocían que Rajoy intentó, durante su campaña electoral, alejarse del tono bronco de su antecesor, consciente, probablemente, del estado de ánimo de los electores. "Existe el riesgo de que el PP pase factura a quien probablemente no tuvo la principal responsabilidad", aseguraba ayer un veterano dirigente popular que se interrogaba sobre cual pueden ser las intenciones del secretario general del partido.

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No se sabrá nunca si el PP ya había perdido la mayoría absoluta antes del 11-M, o si fue decisivo el atentado y el convicción de muchos votantes de que la presencia de Al Qaeda en España está íntimamente relacionada con la posición del gobierno popular en la guerra de Irak. Es probable que la tendencia ya estuviera marcada y que el atentado, y la desastrosa gestión de la crisis, la hayan únicamente acentuado. Ángel Acebes, que ayer estaba demudado, puede haber perdido parte del brillante papel que todos los auguraban en el PP.

En cualquier caso, el 11-M destruyó de un golpe toda la estrategia y la campaña de Mariano Rajoy, dirigida a no provocar a la izquierda, a no despertar al votante del PSOE que se había quedado en casa en 2000. Pero el 11-M fue, verdaderamente, imposible acallar. Y el voto de izquierda reaccionó en bloque a favor de los socialistas.

La victoria de Rodríguez Zapatero es espectacular y atribuible en buena parte a su propia capacidad. Fue él quien arrastró a su partido durante toda la campaña, y no al revés, como sucedió con Mariano Rajoy y el PP. Pero, ante todo, no es una victoria alegre. Zapatero deberá hacerse cargo del gobierno en minoría, y en circunstancias muy difíciles. Antes de las elecciones anunció que no quería coaliciones fijas y ahora, sin duda y ante los resultados finales, se verá sometido a presiones muy fuertes para que cambie de opinión. Especialmente desde el lado de CiU, cuya posición es de nuevo decisiva, aunque haya perdido casi la tercera parte de sus escaños en el Parlamento.

Zapatero se verá, sobre todo, abocado a tomar muchas decisiones muy difíciles en muy poco tiempo: la primera de ellas, sacar a las tropas españolas de Irak, hacer frente a una amenaza terrorista desconocida y feroz e intentar recomponer el consenso en política exterior con un Partido Popular que se sentirá, probablemente, herido y desconcertado. Y a medio plazo, el dirigente socialista tiene ante sí la difícil renegociación de los estatutos de autonomía, cerrando al mismo tiempo el paso al plan Ibarretxe y a los intentos de los nacionalistas vascos y ERC de reabrir el proceso constituyente. La ventaja es que ha vuelto a convertirse en la segunda fuerza de Euskadi.

Los socialistas vuelven al poder, tras un intervalo de ocho años, en minoría y con un dirigente completamente nuevo, sin experiencia de gobierno. El talante negociador de José Luis Rodríguez Zapatero, que fue anoche el núcleo principal de su primer discurso como próximo presidente del Gobierno, puede ser fundamental.

José María Aznar, tras votar en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo.
José María Aznar, tras votar en el colegio Nuestra Señora del Buen Consejo.GORKA LEJARCEGI

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