La masacre distorsiona las previsiones
La participación pierde el carácter de cambio que le otorgaban las tendencias en los sondeos electorales
El aumento de la participación en la cita electoral de hoy apuntado por diversos sondeos, y entre ellos el del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), debía comportar una variación de escaños que, en función de su intensidad, podía trastocar el actual mapa electoral del Congreso de los Diputados. Sin embargo, la masacre terrorista perpetrada el jueves en Madrid distorsiona todas las proyecciones realizadas hasta ahora.
Algunos expertos consideran que podría dar lugar a una situación similar a la de las elecciones generales de 1982, en las que se produjo una extraordinaria movilización del electorado como consecuencia del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y la descomposición de UCD. En aquellos comicios, la participación alcanzó el 79,9%, inclinando el depósito sociológico del centro hacia el PSOE, que era el partido que mayor consistencia ofrecía en el mercado electoral. Ahora, en el supuesto de que hubiese sido ETA la responsable de los atentados, el PP, que se encuentra en mejor posición que el resto de partidos que concurren a los comicios (aunque no tenía garantizada la mayoría absoluta), podía resultar el más beneficiado por esa situación excepcional, cuya principal consecuencia podría ser un vuelco en el voto de centro a costa del retraimiento del PSOE, que vería recortadas sus expectativas.
Hasta el miércoles, la participación tenía una lectura distinta como clave principal de estos comicios. Tomando como referencia las pasadas elecciones generales de 2000, con un censo de 33.969.640 electores en España, se contabilizaron 22.814.467 votos, mientras que 11.155.173 electores no hicieron uso de su derecho. Es decir, la participación fue del 68,7% y la abstención del 31,3%. En ese contexto, el PP obtuvo 10.321.178 votos que tradujo en 183 escaños (45,24%), que significaban una cómoda mayoría absoluta frente a los 7.918.752 votos del PSOE, que se sustanciaron en 125 diputados (34,71%). El PP movilizó al máximo al electorado del espectro ideológico de centro derecha, mientras que en la alta abstención habían quedado más de millón y medio de votos que pertenecían al ámbito del centro izquierda. En ese panorama, cualquier aumento de la participación podía beneficiar a los partidos de la izquierda, y sobre todo al PSOE.
Con esos datos, se desplegaban hasta tres escenarios posibles en función de otras tantas variables: la abstención media de las elecciones generales (26,3%), una abstención inferior como indicaba el sondeo del CIS (24,9%) y otra obtenida de la media de las elecciones con alta participación con cambio de mayorías.
En el primero de los casos, ahora con un censo de 34.563.545 electores, se producía un baile de escaños en varias circunscripciones, entre ellas Alicante y Valencia, en las que el PP podía llegar a perder hasta siete diputados (176) y el PSOE (124) uno. En esa proyección, Izquierda Unida (IU) incrementaba su grupo en dos diputados (en 200 tenía 8), Convergència i Unió (CiU) mantenía sus 15 y el PNV perdía uno, quedando en seis. El grupo de los otros partidos minoritarios, por el contrario, resultaría el más beneficiado en el reparto, pasando de 12 a 19.
En el caso de Alicante, el PP perdía un escaño a favor de Esquerra Unida (EU) o del PSOE, en el supuesto de que funcionase el factor del voto útil, mientras que en el de Valencia era al PSOE a quien se le escapaba el escaño en favor de Unión Valenciana (UV), que al no concurrir en las elecciones lo transfería a su vez al PP. Éste era el mejor de los escenarios para el PP en España, con una participación entre el 68 y el 73%, que podía traducir en una mayoría absoluta ajustada. Y también lo sería en la Comunidad Valenciana, donde en clave interna el candidato Eduardo Zaplana podía aspirar a igualar, o incluso superar por haber taponado a UV, el 52,75% de los votos obtenidos en 2000 por Francisco Camps, que logró 677.860 votos en la circunscripción de Valencia.
En el segundo escenario, con una participación del 75,1% (6,4 puntos superior a la de 2000), el PP podía perder hasta 13 diputados. El PSOE, en cambio, ganaría tres, (tendría 128), e IU incrementaría en cuatro sus escaños, quedando su grupo en 12 diputados. CiU también mantendría sus 15, mientras que el PNV se quedaría con seis, uno menos. Aquí, el grupo de los otros partidos se mantendría como en el primer supuesto con 19 escaños. En estas circunstancias el PP perdería la mayoría absoluta y necesitaría los votos de Coalición Canaria y CiU para formar gobierno. Aquí el PP habría perdido en Valencia el escaño que obtenía a costa de UV, puesto que los segundos restos en 2000, fueron para el PSOE.
En el tercero de los escenarios esbozados, con una participación del 78,1% (9,4 puntos superior a la de 2000), el PP perdería no menos de 15 escaños, por lo que su grupo tendría de 168 diputados a la baja. Al PP le resultaría muy complicado formar gobierno y su vulnerabilidad parlamentaria sería extremada aunque lograra apoyos suficientes mediante pactos. Por el contrario, el PSOE se situaría en un suelo de 131 diputados (seis más que en 2000), IU quedaría en 11 (tres más de los que tuvo), CiU se mantendría en 15 y el PNV perdería uno respecto a 2000 y quedaría en 6.
Pero los atentados del jueves han pulverizado estas posibilidades. Además, la duda por la autoría de la masacre puede producir nuevas distorsiones de complicada evaluación (como lo cambiaría todo si se demuestra que es Al Qaeda y el electorado pasa factura al PP por la participación en la guerra de Irak), aunque los expertos apuntan que en cualquiera de los casos estas situaciones siempre suelen favorecer al partido más fuerte.
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