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Reportaje:MATANZA EN MADRID | Estación del Pozo del Tío Raimundo

"Di un beso a una mujer herida para calmarla y salimos de allí"

Un pasajero relata cómo ayudó a las víctimas

Luis Miguel Gómez (25 años) no es una de las víctimas de El Pozo, aunque sus manos todavía olían a quemado tres horas después de la explosión. Quizá pudo haber figurado en la lista de muertos, porque el tren en el que se dirigía a su trabajo circulaba en sentido contrario al que sufrió el atentado, y se quedó sin corriente eléctrica a 100 metros de la estación.

"Próxima parada, El Pozo". "Nada más escuchar el anuncio por la megafonía sentimos un ruido fuerte y luego mucho silencio. Nuestro tren empezó a frenar como si flotara por los raíles". Luis Miguel y otros viajeros abrieron las puertas, bajaron a la vía y corrieron a socorrer a la gente que vieron en los andenes. Él fue uno de los primeros en asistir a los heridos. "Primero cuidé de una chica que esperaba el tren en el andén de enfrente. Estaba como ida, sentada en un banco, mirando al tren de la bomba. Me dijo que tenía mucho frío y le presté mi cazadora", explicaba Luis Miguel.

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Un crío lloraba entre los hierros

Luego cruzó las vías y saltó, por uno de los boquetes abiertos por la explosión, al tren escogido por los terroristas. "Un hombre pedía ayuda para otra persona a su lado, pero no se podía pasar porque estaban atrapados por los hierros; dentro del tren no había nada que hacer". Las víctimas de la explosión estaban aturdidas, la mayoría con cortes, y los más graves, inconscientes.

Ayudado por otra persona, Luis Miguel sacó de la estación a una mujer embarazada, de 29 años. Primero la instalaron sobre uno de los bancos arrancados de cuajo por la explosión y luego la metieron en un coche de la policía, que la llevó a un hospital. "Una señora mayor estaba apoyada contra el muro. Se tapaba con la mano un corte profundo en una de las piernas. Le di un beso para tranquilizarla y salimos de allí".

Desde ese momento, la confusión creció por la orden de la policía de que se alejaran todos los que estaban tratando de auxiliar a los heridos. Se temía el estallido de otra mochila con explosivos localizada en un vagón del convoy: "Pero seguimos entrando allí para sacar gente, hasta que llegaron más policías y sacamos a todos los que quedaban vivos", relata Luis Miguel. "Uno de los que llevamos a la calle murió en la acera".

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