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Las monjas españolas temen por su vida tras recibir amenazas

Los habitantes de Nampula viven alarmados por la ola de secuestros

Ana Carbajosa

Sor Juliana, otras tres monjas españolas y 24 mozambiqueñas de las Siervas de María llevan 20 años instaladas en el monasterio Mater Dei. Por primera vez, después de sufrir años de guerra y asaltos, las monjas españolas temen por su vida, y aseguran haber sufrido amenazas. Tienen miedo de que las maten por hablar, por enfrentarse a la policía, al Gobierno y a los supuestos traficantes que operan en la zona. Temen que les suceda lo que a la monja luterana asesinada a martillazos el pasado 24 de febrero en su casa de Nampula.

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La policía asegura que la muerte de Doraci Edinger está relacionada con la intención de la religiosa de denunciar un desfalco millonario en la sede de su iglesia. Pero las monjas españolas insisten en que se trata de un aviso, al estar Edinger al corriente de la supuesta red de tráfico de órganos. Tienen claro que la siguiente será la otra brasileña que destapó el caso, Maria Elilda do Santos, y después vendrán las demás. "Una ya ha muerto, no sé que pasará con las que quedamos, pero ¿cómo vamos a dejar de denunciar esto?", se pregunta la hermana Carmen Martín.

Hace una semana el cuerpo de la luterana fue repatriado. En el aeropuerto, Elilda se enfrentó a las autoridades. "Los asesinos están sueltos y están aquí", gritaba desconsolada en la pista de aterrizaje. Dice saber quien mató a su compañera, pero ha decidido no hablar. Elilda apenas se deja ver. Vive aterrorizada cambiando de techo cada noche para que no la localicen y parece un cadáver viviente. Está ojerosa y mira fijo al tendido. Casi no puede hablar, enseguida rompe a llorar desconsolada, y como las demás teme que la envíen de vuelta a su país. "Queremos morir aquí, con nuestra gente. Llevamos 30 años en este país y no queremos que nos echen", relata Juliana.

"Hemos sufrido varias amenazas", asegura la superiora. "Una noche Elilda salía con otra hermana y las persiguieron con dos coches. Otros, encapuchados, nos amenazan a veces por los caminos blandiendo su cuchillo. O irrumpen en el silencio de la noche merodeando en los alrededores del convento". La Embajada de España ha reforzado su seguridad desde que denunciaron sus temores y su inseguridad. Un policía de día y cuatro de noche vigilan el recinto de 70 hectáreas en las faldas de un macizo de granito, a las afueras de la ciudad de Nampula, en el que se encuentra el monasterio. Con ellas viven unos 40 huérfanos y 20 adolescentes, que ayudan en la huerta, el jardín y el gallinero. También entran y salen niños de la calle que acuden al convento a por comida, madres enfermas y ancianos renqueantes.

La policía niega las amenazas y no cree que las hermanas corran peligro. "Las monjas tienen más seguridad que ningún otro ciudadano aquí", sostiene el subcomandante de la policía, Xabier Tocoli. "Aquí todo va con dinero y el surafricano también tiene comprada a la policía", responde Juliana.

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Los testigos de desapariciones y extracciones de órganos también temen represalias policiales. Y dentro de las filas de la propia policía la disidencia se castiga. "No puedo hablar, tengo mucho miedo. Si hablo luego vendrán los grupos clandestinos a mi casa y me matarán", dice Simone, un joven policía en las calles de Nampula sin dejar de mirar a un lado y al otro, temeroso de que le vean hablando con blancos. Este agente fue supuestamente atacado por los perros de O'Connor, el surafricano acusado de traficar con niños.

Mientras, la tensión crece en Nampula. El blanco genera desconfianza y ya han sido objeto de agresiones verbales por parte de la población. "Si va a Nampula tenga cuidado. No es conveniente que los blancos anden solos por la calle, y sobre todo ni se le ocurra acercarse a un niño, pueden pensar que lo quiere robar y se le echarán encima", advierten en Maputo a los blancos que se dirigen al norte del país. En la calle hablan del "blanco comepersonas", una particular interpretación de los hechos que atemoriza a la población.

Eso junto al chupasangre. Una leyenda según la cual un hombre blanco llega, perfora los chamizos, introduce una jeringuilla gigante y extrae la sangre de los negros. Son muchísimos los que lo creen a pies juntillas. Leyenda y realidad se entremezclan hasta crear un clima de histeria colectiva, que mantiene a la ciudad, en la que el 69% de la población es analfabeta, en vilo.Bonito da Costa vende telas en el mercado central de Nampula y teme por sus hijos. "Tengo cinco hijos y tengo mucho miedo de que les pase algo. Desde que empezó todo esto no descanso hasta verles llegar de la escuela cada día. Ya no les dejo ir solos", confiesa.Mientras llueven críticas a la actuación policial y a sus supuestas represalias, Maputo trata de hacer oídos sordos a un escándalo que crece como una gran bola de nieve. Las monjas y sus seguidores hablan a todas horas por la radio, participan en debates televisivos y conceden entrevistas. A menos de un año de las elecciones, el partido de la oposición (Renamo), que por primera vez desde la independencia en 1975 tiene serias posibilidades de victoria, está dispuesto a sacar rédito electoral de la tragedia: "No quiero hacer acusaciones en relación con personas vinculadas del Gobierno, pero es extraño que con tantas evidencias la policía diga que no hay indicios", declaró esta semana el líder opositor, Afonso Dhlakama, al diario Demos.

Sor Juliana atiende a los enfermos a las puertas del convento de las Siervas de María en Nampula.
Sor Juliana atiende a los enfermos a las puertas del convento de las Siervas de María en Nampula.A. C.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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