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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Noticias de un Imperio

No por manido me parece menos interesante el paralelismo histórico que Jorge Volpi establece en la edición del pasado martes de su diario entre la Roma Imperial y los EE UU. Sin embargo, creo que peca de exceso de voluntarismo e identifica la fase evolutiva del Imperio contemporáneo basándose en unos indicios más bien vagos; estoy de acuerdo en que hechos como el de Guantánamo son una aberración en una sociedad democrática y libre, pero inferir de esta realidad el hecho de que Bush va a abolir la República (literalmente, aunque se pueda leer Democracia) e instaurarse como supremo emperador me parece cuando menos aventurado.

En mi opinión, el estado en que el Imperio Americano se encuentra es más cercano a su decadencia, enfrentándose con una amenaza, la del islamismo radical, muy parecida a la de los pueblos bárbaros que, desde más allá del Rhin, derrotaron a un ejército que parecía invencible utilizando estrategias y tácticas desconocidas hasta el momento y ante cuya amenaza nada podían hacer las falanges romanas; las similitudes históricas no acaban ahí, pero para ser breve me limitaré a señalar otro paralelismo fundamental: la diferencia (abismal) de rentas entre dos zonas anexas, Europa y el Norte de África, que no es más que la fuerza motriz de esta amenaza al resultar muy fácilmente utilizable por parte de los líderes radicales islamistas para manipular a grandes masas de población.

De lo que no nos damos cuenta los europeos, o al menos una parte, es de que nosotros, como una moderna Germania, no somos más que el terreno fronterizo ante esta nueva invasión, una provincia más del vasto Imperio Occidental, y que por tanto tenemos mucho más que perder, o al menos antes, que los EE UU; nuestra independencia política y económica de los americanos, nuestras innegables diferencias culturales se convierten en una mera anécdota cuando se enfrentan a las divergencias que nos separan de una sociedad islámica gobernada por radicales, como la nigeriana (hasta hace poco organizada a la europea, y ahora triste y sangrientamente radicalizada) o la iraní. Nos guste o no, nuestro destino acabará estando siempre unido al de los americanos, y contra las fuerzas de la historia poco o nada pueden hacer los políticos.

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