240 días de campaña en EE UU
Arranca una larga batalla sin cuartel por la Casa Blanca entre George W. Bush y el demócrata John F. Kerry
Esta semana ha empezado la campaña electoral más larga de la historia de EE UU. Todo indica que va a ser, además, una de las más agresivas. Es larga -se vota dentro de 240 días- porque los demócratas han elegido a su candidato en un plazo corto y tienen ganas de pelea. En las primarias y caucus ha quedado de manifiesto una intensa participación y un objetivo: ganar a Bush el 2 de noviembre. Y va a ser intensa porque el presidente necesita como sea ganar la legitimidad que no consiguió en el año 2000 y porque los demócratas, por esa razón, abordan la campaña con espíritu de revancha.
La Casa Blanca, que confiaba en que los demócratas no pusieran la casa en orden tan rápido y que contaba con mayores réditos de la guerra y la recuperación económica, ha comprobado cómo la popularidad de Bush descendía a su nivel más bajo desde que tomó posesión y se ha lanzado a la ofensiva. Las chispas han saltado con los primeros anuncios en televisión, en los que Bush reclama ser "un líder seguro en tiempos de cambio" sobre las imágenes del 11-S. A pesar de las protestas de familiares de los muertos, los anuncios continuarán: la memoria del 11-S es un eje clave de la campaña de Bush.
"Nunca antes había empezado una campaña tan temprano", explica un asesor demócrata
Bush: "Seguiré hablando de los efectos del 11-S sobre nuestro país y mi presidencia"
"Seguiré hablando de los efectos del 11-S sobre nuestro país y mi presidencia", señaló ayer Bush a la prensa en su rancho de Crawford, en Tejas. "Tengo una deuda con aquellos que murieron, tengo una deuda con aquellos que se comportaron como héroes en su intento de rescatar a las víctimas. Y no olvidaré esa deuda", agregó el presidente.
El jueves habrá de nuevo polémica, porque el presidente pone en Long Island (Nueva York) la primera piedra de un monumento a las víctimas y a continuación va a una cena -en un restaurante que está al lado- en la que espera recaudar un millón de dólares para su campaña.
Mientras, John Kerry está en una carrera sin descanso. Este fin de semana es el sur -pensando en las primarias del martes-, pero tiene un calendario exhaustivo de viajes para mantener el entusiasmo de las bases y para recaudar fondos y tratar de acercarse a los 200 millones de dólares de los que Bush va a disponer para su reelección. "Nunca antes había empezado una campaña tan temprano. Va a ser larga y dura, muy agresiva. Se van a alternar los mensajes positivos con los negativos, pero va a ser muy agresiva", afirma Nelson Reyneri, del Comité Nacional Demócrata, que trabajó dos años y medio con Kerry en el Senado.
Ni a Bush ni a Kerry se le discuten sus respectivos liderazgos en los partidos. La polarización es similar en los dos campos. "Hay una gran división, el país está partido en dos", confirma Reyneri, que confía en que el ecologista Ralph Nader no le quite votos a Kerry y que pronostica una estrategia común: "Lo que tenemos son dos campos que van a hacer dos cosas: tratar de sacar el máximo de votos en Estados clave y después, intentar atraer a los votantes que no tienen decidido el voto. Pero creo que el esfuerzo principal de cada partido es llevar a la gente a votar". Los republicanos lo entienden a la perfección y este año tienen un nivel de organización de grupos de base como nunca antes.
En el 2000 hubo 22 Estados en los que la diferencia entre Bush y Gore fue inferior al 10% de los votos. Llevar a la gente a votar significa superar la participación del 55% (111 millones de personas) de hace cuatro años y ganarse a los indecisos. Según el Centro de Investigación Pew -uno de los institutos demográficos más prestigiosos de EE UU-, el 38% del electorado tiene claro que votará a Kerry y el 33% a Bush. El 29% restante, aun teniendo sus preferencias, está abierto al cambio: el 13% se orienta hacia Bush, el 10% hacia Kerry y el 6% insiste en que le resulta imposible decidirlo a ocho meses de las elecciones.
Los indecisos lo son porque afinan más que los partidarios. El 55% aprueba la labor de Bush, pero al 75% le gusta la personalidad de Kerry; los independientes son sensibles al mensaje del presidente sobre Irak y el terrorismo (el 61% cree que la guerra fue un acierto), pero simpatizan más con Kerry en asuntos sociales y económicos (el 79% ve mal la situación económica). Los indecisos están más cercanos a Kerry en control de armas (57%) y en no recortar el derecho al aborto (58%), pero se oponen (64%) al matrimonio entre homosexuales. Esto explica la enmienda constitucional de Bush para prohibirlo: no llegará nunca a buen puerto, pero satisface a la coalición fundamentalista cristiana y responde a la inquietud de los independientes.
En estos márgenes tan estrechos, ¿qué es lo que lleva a la victoria? ¿La elección de vicepresidente? Hay más de una docena de nombres en el aire, desde el hispano Bill Richardson hasta ex candidatos como John Edwards o Dick Gephardt; desde gobernadores como Tom Vilsack (Iowa) y Kathleen Sebelius (Kansas) hasta Robert Rubin, secretario del Tesoro con Clinton, o la propia Hillary Clinton. ¿El dinero? La maquinaria de Bush es más potente, pero la demócrata no se queda atrás. "Después de haber estado en cinco elecciones nacionales", señala Reyneri, "sinceramente creo que la persona que pueda demostrar que tiene una visión positiva para este país es la que va a arrastrar a toda su base a votar y a atraer a los independientes".
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