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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El otro es Kerry

Definitivamente, será John Kerry el rival de Bush en las elecciones presidenciales de noviembre. La rotunda victoria del senador por Massachusetts en las primarias del supermartes, en ocho de nueve Estados, le catapulta como aspirante demócrata a la Casa Blanca. Al también senador John Edwards sólo le queda arrojar la toalla después de quedar en un lejano segundo lugar en la mayoría de las votaciones. Su capacidad y la franqueza de su discurso harían de él un excelente compañero de candidatura para Kerry.

Un calendario electoral absurdo ha propiciado que Estados Unidos tenga por delante ocho interminables meses de campaña que, a juzgar por los primeros escarceos, será tan dura y marrullera como dilatada. Kerry va a tener la rara oportunidad de contar con el tiempo suficiente para proyectarse como alternativa creíble. Las debilidades de Bush son muchas, con vértices como Irak, las masivas rebajas fiscales a los ricos, un déficit estratosférico o su cruzada ultraconservadora en las costumbres. Y quizá se agudicen a lo largo del año, a medida que vayan decantándose situaciones exteriores (Irak, Afganistán) de cuya evolución puede depender su suerte. Pero el actual inquilino de la Casa Blanca compite con una formidable maquinaria y grandes presupuestos que difícilmente podrá emular Kerry. Los estadounidenses tienen serias dudas sobre la honestidad de Bush, pero todavía le valoran muy por delante de Kerry en carácter y liderazgo políticos.

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John Kerry ha demostrado en estos meses una consistencia superior a la que se le suponía. El aspirante demócrata ha encadenado triunfos en caucuses y primarias con inesperada facilidad. Los votantes de su partido han tenido claro que apostaban por un candidato con posibilidades. Pero el senador tiene flancos vulnerables, como es la abierta contradicción entre su prédica actual inequívocamente liberal y sus votos frecuentes en el Senado por algunas de las grandes causas republicanas.

Quizá esta incongruencia tenga menos consecuencias en la campaña presidencial que el peso de las etiquetas que pueden marcar definitivamente a un rival. En este sentido, el distante Kerry -así le perciben sus conciudadanos- debe guardarse sobre todo de parecer un liberal bostoniano. Algo que en el conjunto de EE UU, y especialmente en el decisivo sur, equivale a ser una especie rara sin contacto con la realidad.

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