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El pederasta Dutroux culpa a su ex mujer y a un supuesto mafioso

Los acusados dan versiones contradictorias sobre los crímenes

Gabriela Cañas

La sesión del juicio que se sigue en Bélgica contra Marc Dutroux fue ayer la parada de los monstruos. Los cuatro acusados por el secuestro y violación de seis niñas, en el que murieron cuatro de ellas, ofrecieron ante el tribunal su particular versión de los hechos que conmocionaron a Bélgica hace ocho años. Versiones contradictorias en las que se mezclaron confesiones de crímenes terribles con calculadas y patéticas disculpas públicas.

Dutroux, relajado y hablador, cargó todas las culpas sobre su ex esposa y un supuesto jefe mafioso, y se permitió el lujo de hablar de la simpatía de una de sus víctimas. "Es una pena que haya muerto", añadió.

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Para Dutroux, la culpa de todo es de su ex esposa, Michelle Martin, por la cual él ha mentido en el pasado con el único propósito de protegerla, y también de Michel Nihoul, el hombre de negocios y traficante de droga que le encargaba los secuestros y del cual escondía a las niñas sólo para proteger sus vidas. Su testimonio, de tres horas, ofreció la imagen ya conocida de un hombre frío capaz de reconocer raptos y violaciones para, acto seguido, asegurar que por entonces él ni siquiera sabía lo que significaba la palabra pederastia y que odia a los homosexuales, si bien "hay algunos que son buenas personas".

En todo caso, Dutroux no ofreció la prometida revelación extraordinaria sobre esa supuesta red pederasta de la que siempre habla y que quita el sueño a este país. Sólo aseguró que en el secuestro de dos de sus víctimas muertas intervinieron un par de policías cuya identidad dijo desconocer. Dos policías que participaron, insiste, de la mano de Nihoul. A este último, el único que comparece libre, se le apunta como la conexión necesaria entre los delincuentes y la red de prostitución infantil. Pero Nihoul volvió a negar ayer cualquier implicación y las pruebas contra él son endebles. Sólo le delata el hecho de que proveyera de droga a Dutroux y su amigo Michel Lelièvre, y que durante el corto cautiverio de la última víctima ambos hombres hablaran demasiado a menudo por teléfono.

La ex mujer de Dutroux, Michelle Martin, se describió a sí misma como una mujer maltratada por su marido, incapaz de actuar por sí sola hasta el punto de reconocer que dejó morir de hambre a las dos niñas de ocho años, Julie Lejeune y Mélissa Russo, encerradas en el zulo de su casa, paralizadas por el miedo. Por lo demás, asegura no haber visto nunca a ninguna de las víctimas de Dutroux, si bien éste la mantenía, curiosamente, al corriente de todos sus desmanes. Para Michelle, su marido era un gran seductor que la compartía con sus amantes y al que no podía desobedecer. "Entrar en el mundo de Marc Dutroux es como entrar en una secta", aseguró Michelle Martin. "Es como un gurú". A su lado, dentro de la cabina de cristal blindado, Dutroux oía su testimonio apaciblemente, sin siquiera mirarla una sola vez.

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El testimonio del cuarto acusado, el toxicómano Michel Lelièvre, siguió la misma línea. La culpa era de la heroína y el éxtasis, que le nublaban la razón y le obligaban a aceptar tratos con Dutroux consistentes en secuestrar niñas para una red mafiosa a cambio de dinero o de decenas de pastillas de éxtasis.

El testimonio de los acusados remitió ayer, en definitiva, a la tesis del psicópata que actúa con la ayuda de un par de malhechores, Martin y Lelièvre, incapaces de negarse a sus órdenes. Ningún asomo de esas presuntas conexiones con el poder que habrían protegido a Dutroux y sus compinches, y que explicarían los gruesos errores del sistema judicial y policial belga.

Marc Dutroux, ayer en el juicio.
Marc Dutroux, ayer en el juicio.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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