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Columna
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Cocidos

¡Al Infierno con las nuevas estrategias publicitarias!, ¡A la porra con el marketing y el merchandising! Al votante se le gana por el estómago y no hay nada como un cocido popular y gratuito para estimular los jugos gástricos y las intenciones de voto de las clases pasivas, aún más si se sirve en el inmarcesible marco de una sala de fiestas que usurpa un rincón del noble parque del Retiro. Aprovechando los garbanzos del pucherazo municipal, la concejala Ana Botella -quien paga manda- sorprendió a una audiencia de presuntos estómagos agradecidos con una proclama electoralista, en la que recordó a los beneficiarios del menú que era su partido el dispensador de las viandas y que sólo su candidato Rajoy puede garantizarles condumios gratuitos, pensiones de lujo y una sanidad pública de calidad. Esto último ni siquiera lo garantiza su correligionaria la presidenta autonómica, que pudo prometer y prometió en su día dimitir si antes de noviembre de 2005 no había conseguido reducir las listas de espera de los hospitales madrileños hasta dejarlas en un máximo de treinta días.

La cuenta del cocido popular, convertido en mitin popular por la desafortunada intervención de la concejala, la pagará el partido; el alcalde Ruiz-Gallardón ejerció una vez más de bombero para sacar los garbanzos del fuego, sin embargo, su sucesora en la presidencia madrileña se niega a pagar los platos rotos de sus promesas incumplidas y descarga sus culpas sobre "los extranjeros y venidos de otras regiones" que, por lo visto, aprovechan sus vacaciones para hacer turismo sanitario en Madrid y operarse de algo. Tal y como van las listas de espera por ahora, se entiende que esas vacaciones han de ser muy largas, a no ser que los "turistas" ejerzan la picaresca de ponerse malísimos durante su estancia en la capital, desarrollar una enfermedad fulminante, o agravar intencionadamente el mal que se habían traído de casa. Pero Esperanza Aguirre no ha caído en la trampa, no en vano, según sus propias palabras, ella está al frente de "un Gobierno con el mayor nivel intelectual de la historia del Estado de las autonomías". Si incorporamos el previsible déficit introducido en el promedio general por el nivel intelectual de la susodicha Aguirre, nos encontraríamos con varios superdotados en el Gobierno regional, genios infravalorados a los que su jefa no ha debido consultar mucho a la hora de hacer declaraciones como ésta: "Hay cubanos que se alquilan un piso enfrente del hospital Gregorio Marañón para entrar por urgencias". Dada la facilidad de encontrar pisos de alquiler a precio módico en una de las zonas más caras y teniendo en cuenta el nivel adquisitivo del turismo cubano, la anécdota presidencial queda en simple broma de mal gusto.

Para operarse, o comer cocido, en Madrid a cuenta de presupuestos municipales o autonómicos, se impone la creación de un documento madrileño de identidad, el D.M.I., que habría que presentar, sin enmiendas ni tachaduras, para tener derecho a unos garbanzos de más o a una vesícula de menos, y sobre todo para erradicar de una vez esa funesta picaresca que arruina la buena intención de dimitir de la presidenta. Ella prometió reducir las listas de espera o dimitir en el intento, pero esa promesa se refería sólo a los empadronados en Madrid, a sus votantes, y no a esa panda de gorrones que, como ella dice, vienen a operarse la cadera "no sólo de Castilla-La Mancha y de Andalucía, sino también de Marruecos o Ecuador". Lo de manchegos y andaluces se explica, por la proximidad geográfica y porque provienen de autonomías gobernadas por los socialistas, que ésos nunca dimiten, ni siquiera prometen que van a dimitir, por muy largas que tengan las listas; pero lo que resulta sorprendente, casi inverosímil, es la existencia de esa trama de inmigración ilegal sanitaria revelada por la presidenta, la presencia de esos cientos, miles de emigrantes de África y América que tratan por todos los medios de quedarse en Madrid para gozar a perpetuidad de modélica y gratuita atención sanitaria, por no hablar de desgustaciones de cocido y chocolate. Lo que cuentan son la caridad y la beneficencia bien entendidas, como sólo saben entenderlas damas cristianas como doña Esperanza y doña Ana, que aprovechan para hacer catequesis electoral entre los pucheros y los goteros.

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