El Barça alcanza la madurez
El equipo azulgrana resuelve un choque enloquecido que descuelga al Depor de la cabeza
En un choque enloquecido, que fue para los dos equipos como un tránsito desconcertante y sin paradas entre el cielo y el infierno, la Liga vivió anoche en Riazor un momento clave y lleno de emociones. El Barça confirmó su extraordinaria crecida con el sexto triunfo consecutivo en un terreno en el que lleva seis años encallando. Pero el partido fue también una durísima prueba para la madurez del Barça, que tras ponerse tres goles por delante vio como la cabeza de Pandiani achicaba en apenas cinco minutos una distancia que parecía oceánica. Pero el Barça aguantó la desbocada acometida del Depor, en el medio de la caldera hirviente de Riazor. Y tras su triunfo en Mestalla de hace una semana, tumbó al otro aspirante al título para despejar aún más el camino del Madrid.
DEPORTIVO 2 - BARCELONA 3
Deportivo: Molina; Scaloni, Andrade, Naybet (Djalminha, m. 77), Romero; Sergio, Mauro Silva; Víctor (Fran, m. 46), Valerón, Luque; y Diego Tristán (Pandiani, m. 46).
Barcelona: Víctor Valdés; Reiziger, Puyol, Oleguer, Van Bronckhorst; Xavi, Cocu (Gerard, m. 65), Davids (Motta, 46); Luis García (Gabri, m. 69), Saviola y Ronaldinho.
Goles: 0-1. M. 24. Ronaldinho.
0-2. M. 39. Saviola.
0-3. M. 48. Ronaldinho.
1-3. M.51. Pandiani.
2-3. M. 56. Pandiani.
Árbitro: Tristante Oliva. Expulsó a Motta por doble amonestación (m. 75) en una jugada en la que la falta sancionada la había cometido Oleguer. Mostró tarjeta amarilla a Andrade, Scaloni, Davids, Saviola, Puyol, Ronaldinho, Rijkaard, entrenador del Barcelona y Carles Naval, delegado.
Unos 32.000 espectadores en Riazor.
Fue un partido extrañísimo, que pareció resuelto prematuramente y que dejó para el recuerdo una sucesión de contrariedades y equívocos. El arranque había parecido una confirmación de que la jerarquía entre los dos equipos se ha invertido en los últimos años. El Depor se hizo con el timón sin excesivos problemas y dio la impresión de estar por encima de un rival más preocupado de no deshilacharse que de discutir el mando del choque. Pero el Depor se fue topando poco a poco con las oscuras virtudes de este nuevo Barça, que parece curado de sus aires de grandeza y al que no le importa teñirse de humildad para ganar de ese modo eficacia. El dominio blanquiazul apenas generó ocasiones ante Valdés. Y el Barça estuvo especialmente aplicado para neutralizar los dos grandes peligros del Depor, Valerón, atrapado entre la telaraña del triple medio centro de Rijkaard, y Luque, quien casi nunca logró superar a Reiziger. A la solvencia para defender, el Barça unió una puntería implacable. Y, en apenas seis minutos, cuando se cumplía el ecuador de la primera parte, los azulgrana voltearon el partido con una facilidad asombrosa, como si hubiesen dejado madurar al Depor hasta descubrir su primera debilidad. En los dos goles tuvo un papel destacado Xavi. En el primero, puso una falta con precisión en la cabeza de Ronaldinho. Más imprevisible resultó el segundo, en el que casi se disfrazó de extremo para dar el tanto a Saviola.
El hachazo fue tan descomunal, fulminante e imprevisto que el Depor quedó herido de fatalidad. Crecido por el resultado, el cuadro de Rijkaard puso color a su eficacia y por momentos empezó a parecer el viejo Barça, tocando por aquí y por allá ante un contrario desesperado. La suerte del partido - y con él, la de media Liga - pareció echada en el arranque de la segunda parte, cuando Ronaldinho cazó el tercero culminando el contragolpe. Hasta que apareció el 'efecto Pandiani', el hombre de los momentos desesperados. Como en aquella memorable heroicidad de hace algunas temporadas ante el París Saint-Germain, el uruguayo fue convocado de urgencia cuando todo su equipo se balanceaba sobre el abismo. Y Pandiani, el delantero tosco y desmañado, el tipo que, a falta de arte, sólo puede esgrimir su furia, acudió a la cita esgrimiendo las garras, que en su caso se sitúan en la cabeza. Apenas necesitó cinco minutos y dos jugadas idénticas que pillaron al Barça desprevenido, como celebrando anticipadamente su triunfo. Pandiani cabeceó a la red dos centros de Romero, y el espectro del Deportivo más heroico tomó cuerpo en Riazor.
De ahí hasta el final, el partido fue un tumulto de juego, emociones y tanganas. La grada empujó con todo y electrizó a su equipo. Había partido por delante y el Depor aún podía recuperar su sueños de seguir el paso al Madrid. La taquicardia general también contagió al árbitro, el mismo Tristante Oliva que hundió al Valencia en el Bernabéu. Anoche volvió a exhibir su inagotable capacidad imaginativa. En media hora echó a Motta por dos tarjetas amarillas cuando el brasileño no había cometido ninguna de las dos faltas que el árbitro le atribuyó. Menuda faena para Rijkaard, que había introducido a Motta en el descanso precisamente porque Davids llevaba ya una tarjeta y ya se sabe que al holandés le encanta coquetear con la expulsión. Tras una estruendosa bronca, que tuvo el partido paralizado durante casi cinco minutos, parecían haberse reunido todos los ingredientes para que el Depor se diese un baño de épica. Pero el Barça volvió a mostrar que está entrando en la madurez. Resistió todas las acometidas locales, y la fortuna le echó una mano en un par de balones que se pasearon por el área listos para que el más leve toque los introdujese en la portería. La heroicidad no fue posible. Y el Barça se fue de Riazor haciendo feliz a su archienemigo madrileño.
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