La carta 'gay' de Bush
Bush y una parte de los gays coinciden en algo: la importancia de la institución del matrimonio. Tanto que mucha parejas homosexuales desean casarse formalmente -y lo están consiguiendo a miles en San Francisco, cuyo Ayuntamiento lo ha autorizado-, mientras el presidente republicano quiere prohibir el matrimonio entre los gays, hasta el punto de proponer a tal efecto una enmienda a la Constitución. Esta enmienda es una de las primeras cartas que juega Bush con vistas a las elecciones, tanto para atraerse el voto conservador en un país en el que sigue progresando el fundamentalismo cristiano -uno de los pilares electorales del presidente- como para poner en aprietos a su rival demócrata, probablemente Kerry.
El reto social, jurídico y político del matrimonio de dos personas del mismo sexo se plantea en EE UU, en Europa y en otros lugares. Algunos municipios, comunidades y países están legalizando este tipo de uniones con diversas figuras jurídicas, bajo la idea de que las sociedades abiertas deben asumirlas como parte de la libertad. Pero Bush no opina lo mismo. Su oposición se sitúa en la estela de los pasos dados por él para suprimir toda medida de discriminación positiva en favor de negros, hispanos, asiáticos o mujeres. Pese a que haya un factor de convencimiento personal, dos consideraciones llevan a pensar que el despliegue de esta bandera contra los matrimonios de gays tiene, sobre todo, un motivo electoralista. Por una parte, lo lógico hubiera sido dejar que esta cuestión fuera remontando la vía judicial hasta el Tribunal Supremo de EE UU, que hubiera aclarado la situación. En segundo lugar, lograr la aprobación de una enmienda constitucional sobre un tema tan polémico no resulta fácil. Requiere, en la opción más simple, una mayoría de dos tercios del Senado y de la Cámara de Representantes y posteriormente la ratificación de los parlamentos de, al menos, las tres cuartas partes de los Estados de la Unión. La Constitución de EE UU, una de las mejor diseñadas del mundo, y de ahí su longevidad, ya ha tenido 27 enmiendas desde 1787.
Todo lleva a pensar que estamos ante una maniobra de mercadotecnia política de Karl Rove, el gurú político de Bush desde los tiempos de Tejas.
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