Las mujeres construyen la paz
La imagen de una madre con los hijos a cuestas en un campo de refugiados es el tópico más común al hablar de mujer y conflicto. "Siempre se tiende a pensar en el rol de víctima", subraya con contundencia Ángeles Siemens, secretaria general de España de ACNUR, "y sin embargo las mujeres tienen un gran protagonismo no reconocido en la resolución de los conflictos". La sección española de la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas organizó la semana pasada en Valencia un encuentro para reivindicar la labor de la mujer como gran protagonista en los procesos de reconciliación en sociedades castigadas por la guerra. La elección de este tema no fue nada casual. Durante los últimos cuatro años, el comité español de ACNUR analizó diversas experiencias relacionadas con la prevención, la resolución y la reconciliación en los conflictos. Se trataba de comparar la reconstrucción del tejido social en determinados países (Mozambique, los Balcanes, Suráfrica, América Central, entre otros) y buscar iniciativas positivas que pudieran aplicarse en lugares donde las heridas cicatrizarán mucho más despacio. Al margen de que las medidas fueran mejores o peores y de las diferencias culturales y sociales, observaron una constante en todos los países: el papel de las mujeres al tejer el entramado social reventado por las crisis humanitarias era básico.
Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo argentinas o las Mujeres de Negro son algunos de los ejemplos de la hegemonía de las mujeres a la hora de tender puentes
"Es importante que tomemos conciencia de que las mujeres son la mitad de la sociedad, y, por ello, también la mitad de la solución", afirma Carmen Magallón
La habilidad del esclavo
Mientras el terreno de los que suscriben los acuerdos de paz (peace makers) es un coto privado de hombres, "en el esfuerzo diario por construir la paz social (peace builders), el liderazgo indiscutible lo tienen las mujeres, a pesar de que se trata de una labor no reconocida en absoluto", comenta Siemens. ¿Por qué este papel preponderante? "La mujer tiene una percepción de sí misma mucho más compleja". Medio en broma, la coordinadora de las jornadas compara los esfuerzos que ha de hacer la mujer -"recuerda que vivimos en un mundo machista"- con la habilidad que ha de desarrollar el esclavo: "Tiene que saber lo que piensa su amo para poder manejarse". Este ambiente, comenta, es en buena parte el responsable de que acumulen virtudes esenciales en la construcción de la paz social, ya sea la capacidad de ponerse en el lugar del otro, más sensibilidad para reconocer el dolor del contrario o tener la necesidad de no monopolizar el sufrimiento, "cualidad para la que están muy, muy dotadas", resalta Siemens.
En Ruanda, "las mujeres con maridos asesinados son las que tratan con las mujeres cuyas parejas están acusadas de cometer las muertes; afrontan la lucha por el futuro juntas". Experiencias similares se están produciendo en Suráfrica, según Sanam Anderlini, de la organización estadounidense Women Waging Peace, pero también en otros lugares. Es el caso de Madres por la Paz en Kurdistán, que trabajan con madres turcas en la resolución del conflicto, o la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia, que agrupa a 315 organizaciones y cuyo lema e: "No parimos hijos e hijas para la guerra".
Siemens habla de cuatro estratos al analizar los niveles de negociación en procesos de paz. El inferior corresponde a las relaciones sociales más cotidianas -el barrio, la escuela-; el segundo, a la sociedad organizada -ONG, entidades-; el tercero es el político, y el cuarto, el de la comunidad internacional -ONU, UE-. Experiencias como las anteriores, a las que se suman muchas otras, como las que representan las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo argentinas; las Mujeres de Negro, que nacieron en 1988 en Israel a partir de un grupo de pacifistas opuestas a la ocupación de Gaza y Cisjordania, son algunos de los ejemplos de la hegemonía de las mujeres a la hora de tender puentes. Pero mientras monopolizan la actividad en los niveles inferiores, apenas tienen presencia en los superiores, donde se toman las decisiones. Unas veces es el liderazgo no reconocido la causa que cierra las puertas de las mesas de negociación a las mujeres. Otras, su reticencia, más preocupadas por la construcción social a pie de calle -que funcionen los colegios, tener mercados abastecidos- que por ocupar un escaño. O incluso su rechazo a las reglas del juego político. "En este caso, yo recomiendo ser práctica, y si no se cree en los marcos establecidos, se ha de participar para cambiarlos desde dentro", advierte Anderlini. Sea cual sea el motivo, las participantes coincidieron en que existe un cuello de botella que impide que la ebullición del trabajo de las mujeres en la construcción de la paz sobre el terreno trascienda, llegue a la esfera política y se plasme en los acuerdos. "Esta actividad apenas salta a los medios de comunicación. Y cuando lo hace es por motivos como el asesinato de Rachel Corrie [la joven estadounidense atropellada por un bulldozer mientras impedía que el Ejército israelí destruyera una casa palestina]. Si no hubiera muerto, nadie hubiera sabido que había mujeres trabajando por la paz allí".
Sentido común
El problema no es que falten mujeres capacitadas, es que "no se las tiene en cuenta". Siemens no duda de que si accedieran a puestos de responsabilidad "habría más sentido común" a la hora de tomar decisiones. Quizá entonces podrían evitarse situaciones como la que se padece en los Balcanes, donde los Acuerdos de Dayton, de 1995, provocaron un retorno masivo de desplazados, pese a que los rencores acumulados estaban sin digerir. Casi 10 años más tarde existe un altísimo nivel de violencia y alcoholismo, y, pese a los millones de dólares inyectados, "la gente cree que no se ha hecho justicia y la situación social es muy trágica". "La mujer tiene más capacidad de determinar el tiempo que se requiere para que una sociedad que ha sufrido un determinado problema pueda recuperarse". Pero los políticos "tienen elecciones cada cuatro años y buscan soluciones a largo plazo", comenta.
La paz se hace entre los pueblos, y no entre líderes. Por ello "es importante que tomemos conciencia de que las mujeres son la mitad de la sociedad, y, por ello, la mitad de la solución", un aspecto en el que se detuvo Carmen Magallón, directora de la Fundación Seminario de Investigación de la Paz del Centro Pignatelli, de Zaragoza.
Hasta que esto llegue, las esperanzas están puestas en la resolución 1.325 de la ONU, aprobada en 2000, que insta a aumentar la participación de las mujeres "en todos los niveles de adopción de decisiones" para la prevención, gestión y solución de conflictos.
Ruanda encabeza la presencia femenina en las cámaras legislativas
CON UNA TASA del 48,8% y 39 de los 80 escaños ocupados por mujeres, el Parlamento ruandés es el que cuenta con una mayor presencia femenina de todo el mundo. El cambio producido tras las elecciones de 2003 ha hecho que este país centroafricano castigado por la guerra haya desbancado al que tradicionalmente ha ocupado el primer lugar: Suecia, con un 45,3%. Al margen de la excepción ruandesa, los lugares de privilegio siguen siendo para los países escandinavos y del norte de Europa. Dinamarca es el tercero (38%), Finlandia el cuarto (37,5%), Holanda el quinto (36,7%) y Noruega el sexto (36,4%). Por detrás, Cuba, Bélgica, Costa Rica, Austria y Alemania. Para llegar hasta España hay que bajar hasta el puesto decimoséptimo, con un 28,3% de mujeres sentadas en escaños, un lugar que comparte con Nueva Zelanda. Por delante están Argentina (30,7%), Mozambique (30%) y Suráfrica (29,8%).
Gran parte de la responsabilidad del peso fenenino en la Cámara baja ruandesa lo tiene el sistema de cuotas; pero no toda. En la nueva Constitución se introdujo un mecanismo para fijar una reserva de escaños del 30%. Sin embargo, "la gente dio la confianza a las mujeres por encima de la tasa, conscientes de que tienen un importante papel que hacer", apunta Kareen Jabre, encargada del programa de mujeres en política de la Unión Interparlamentaria (www.ipu.org), una entidad que agrupa a 138 cámaras legislativas, y que se encarga de elaborar la clasificación.
Además de Ruanda, Jabre destaca experiencias similares en países musulmanes como Marruecos, donde gracias a las cuotas hay una presencia femenina del 10%, o Jordania, país en el que han sido elegidas seis diputadas (5,5%), "cuando en la historia parlamentaria del país sólo había habido una". En el caso de Yibuti, hace 30 años se concedió el derecho a ser elegida y votar a la mujer, pero jamás había tenido presencia parlamentaria hasta que la reserva del 10%, fijada en 2003, rompió la tendencia de las últimas tres décadas.
"Las cuotas hay que entenderlas como medidas especiales temporales", comenta Jabre, "dirigidas a cambiar mentalidades y abrir la puerta a la participación de la mujer en política. Una vez alcanzada la igualdad, dejan de ser necesarias".
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