_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Interiores en guerra

Jordi Gracia

Desde hace unos pocos años se le ha complicado la vida al escritor atrapado por la llaga de la guerra civil: proliferan las novelas, buenas y malas, sobre ese periodo, así que la única recomendación sensata sería dejarlo correr y cambiar de tema. Pero a veces no se puede y entonces el compromiso con ese asunto histórico deja de ser moral o biográfico para ser fundamentalmente literario: hallar la ingeniería precisa para pisar un terreno trillado hasta la extenuación

... recompensadora, porque nada importará esa insistencia cuando vuelva a aparecer una espléndida novela con la guerra de por medio, sea la crudeza lúcida de Días de llamas (Debate, 2000), de Juan Iturralde, sea la crónica virada de novela de un clásico catalán como Joan Sales, en Incerta glòria (Edicions 62, 1982), sea el compromiso compasivo de Javier Cercas con Soldados de Salamina (Tusquets, 2001).

LA NOCHE CIEGA

Juana Salabert

Seix Barral. Barcelona, 2004

270 páginas. 19 euros

Todo eso lo sabe Juana Salabert, autora de novelas como Varadero (Alfaguara, 1996), Arde lo que será (Destino), finalista del premio Nadal en 1996, Mar de los espejos (Plaza & Janés, 1998) o Velódromo de invierno (Seix Barral), ganadora del Premio Biblioteca Breve en 2001. Pero ha podido más la necesidad, y quizá se ha sentido obligada a un esfuerzo literario sobreañadido. La noche ciega es una novela densa de sucesos y biografías apretadas, literariamente exigente, confusa con intención, y más bienintecionada que apasionante. No hablo de buenas intenciones éticas o ideológicas sino literarias: rehuir pautas conocidas, buscar para ese tiempo una mirada original y una dramatización propia. Y esa mirada distinta está, pero es como si la novela no se lo agradeciese a la autora. Las historias que ha narrado con tres niñas y una madre, otro niño, un desertor, un falso abuelo o un padre sitiado en Madrid recrean la experiencia privada sincrónica a la guerra pero no cuajan una novela satisfactoria. Y uno se cerciora cuando precisamente da con páginas aquí y allá que están clavadas, muy felices (en relación con la niña, sobre todo, o en viñetas domésticas y quietas), que sin embargo se enredan enseguida con otros hilos.

El esfuerzo de montaje persigue neutralizar los rizos de folletín que hay en las historias (suplantaciones de persona, desertores simpáticos que no olvidan la protección recibida, niñas enigmáticas pero maldecidas por los hados de la tisis), y es un atractivo cierto. Transmite así el cruce incesante de averías de la experiencia vivida antes, durante y tras la guerra, como si esas vidas hubiesen estado expuestas a las sacudidas de un químico loco en su laboratorio (la historia).

Lo que acaba importando, piensa el lector, es lo que sucede en esa casa habitada en el verano de 1936 con personajes que la novela rastrea en el pasado y sigue en el futuro, con conexiones forzadas que le dan ese aire vagamente folletinesco, pero que al mismo tiempo prestan a la novela un tráfico cosmopolita (que no me parece de farfolla sino vivido). Está, por cierto, en la biografía de la propia Juana Salabert, nacida en París en 1962, y la novela toca a París y a Lyón, a México y Alemania, a un pueblo de la sierra y a Madrid, también. De la niña Mina, pese a todo, yo no pienso olvidarme.

La escritora española, nacida en Francia, Juana Salabert.
La escritora española, nacida en Francia, Juana Salabert.SILVIA T. COLMENERO

Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_