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Agentes del MI6 'ilustraron' a los embajadores

A finales de febrero de 2003, tras conocer por las escuchas en las embajadas y residencias particulares de los seis países indecisos (en realidad, contrarios a apoyar la guerra: México, Guinea, Chile, Angola, Pakistán y Camerún), el sagaz embajador británico ante la ONU, sir Jeremy Greenstock, sugirió a los citados países celebrar sesiones privadas con los servicios de inteligencia británicos a fin de que les pudieran ilustrar sobre las armas de destrucción masiva en Irak. Cada uno de los embajadores, junto con sus colaboradores, fueron citados individualmente a la misión británica. Sir Jeremy les introdujo, según pudo confirmar EL PAÍS con dos embajadores presentes, por separado, a dos jóvenes agentes del MI6 y una joven que al parecer estaba adscrita a la misión británica. El llamado MI6 es el Servicio Secreto de Inteligencia británico encargado de operaciones exteriores.

Los agentes explicaron los mecanismos de ocultación de las armas de destrucción masiva en un mapa de Irak. Esa información, dijeron, había sido el resultado de recolección de datos sensibles en el interior del país por parte de agentes británicos y norteamericanos. En varios casos esgrimieron la gran eficacia de los servicios de Sadam Husein para camuflar las armas químicas, biológicas y nucleares. "Recuerdo que uno de ellos nos explicó, a mí y a un colaborador de la misión, que los servicios de inteligencia iraquíes se habían entrenado en la antigua República Democrática Alemana", dijo uno de los diplomáticos consultados. Y añadió: "Me pareció muy extraño".

Otro de los embajadores, según dijo a este periódico, preguntó a los agentes británicos por qué no se aportaban los datos a la Unmovic (Comisión de Inspectores de la ONU). Los agentes explicaron que los datos se trasladaban a los inspectores, pero que, al parecer, los iraquíes cambiaban los escondrijos. La mayor parte de las pistas cursadas por los servicios británico y norteamericano a los inspectores de la ONU eran investigados, a partir de noviembre de 2002, fecha en la que los inspectores regresaron a terreno iraquí, de manera rigurosa. En la mayoría de los casos, Unmovic llegó a la conclusión de que la información no era solvente. Los datos procedían de opositores exiliados en Washington y Londres, en particular de Ahmed Chalabi, jefe del Congreso Nacional Iraquí, quien aseguraba a la Casa Blanca y a la prensa de que Irak poseía armas químicas, biológicas y nucleares.

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