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El pop de Roy Lichtenstein vuelve a Londres tras 35 años de ausencia

'Todo sobre arte' reúne sus obras esenciales y se expondrá en el Reina Sofía en junio

Hay artistas que son como ciertos equipos de fútbol: o los amas a rabiar o los desprecias sin piedad. Roy Lichtenstein (1923-1997), como todos los reyes del arte pop, es así. Procedente de Dinamarca y con destino a España, la muestra Todo sobre arte, que reúne cerca de un centenar de obras, se abre hoy en la galería Hayward, de Londres. "Esto no es una retrospectiva", explicaba ayer Martin Caiger-Smith, el responsable de la exposición, "sino una selección de lo esencial de su obra". La capital británica llevaba 35 años sin contemplar tantas obras juntas de este pintor neoyorquino que se inspiró en el cómic para convertirse en un artista tan célebre como discutido.

"Su universo es fríamente mecánico; su arte se basa en la precisión gráfica"
En su obra destacan "la provocación, la frescura y la calidad de sus imágenes"

Todo sobre arte ha reunido 91 obras de Lichtenstein, la mayoría de ellas en manos de coleccionistas privados, pero muchas otras propiedad de museos y galerías, principalmente de Estados Unidos. La muestra ha sido organizada por el Museo de Arte Moderno de Louisiana, en Humlebæk (Dinamarca), donde ha estado en exhibición desde agosto hasta enero. Desde hoy y hasta el 16 de mayo se expone en la galería Hayward, en el Southbank londinense. Y el 24 de junio llegará al Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, donde estará hasta el 27 de septiembre.

El casi centenar de obras expuestas lo forman básicamente pinturas, desde las primeras obras pop que le lanzaron a la fama en los primeros años sesenta hasta sus reinterpretaciones de la obra de artistas como Picasso o Magritte. Es precisamente su defensa de lo que él llama reinterpretación lo que ha hecho de Lichtenstein un artista discutido. Sin fortuna en sus primeros años -sus obras de juventud son las grandes ausentes de la muestra-, su fama se cimentó en los fructíferos primeros años sesenta con obras inspiradas en cómics y en personajes infantiles como Micky Mouse, el pato Donald, Buggs Bunny o Popeye.

El público puede hacerse una idea por sí mismo de la técnica de Lichtenstein comparando una de sus obras más conocidas, Whaam!, con la viñeta original en que se inspiró: el número 89 de una tira de hazañas bélicas, All American Meno of War, que se vendía al público por 12 céntimos de dólar. Hay también otras tiras, lo mismo guerreras que amorosas, y los dibujos que él mismo recortaba de los anuncios para inspirarse. O catálogos publicitarios que reflejan, por ejemplo, su obsesión por los espejos.

"Lichtenstein toma imágenes y hace de ellas objetos de arte", explicaba ayer el responsable de la exposición en la Hayward, Martin Caiger-Smith. "Esto no es una retrospectiva", precisó, "sino una selección de lo esencial de su obra", en la que destacan "la provocación, la frescura y la calidad icónica de sus imágenes". "Su capacidad de comunicar es crucial", añadió.

Para Lichtenstein, "lo más importante es la pintura, no el modelo", recuerda Poul Erik Tøjner, director del Museo Louisiana y comisario de la exposición original. "Cuando le preguntaron por qué pintaba pinturas de pintores, su respuesta fue que todos los artistas, de alguna manera, han hecho eso. En el pasado, cuando el artista se sentaba frente a su modelo, su ambición era transformar el modelo en pintura". "Siempre buscaba lo mismo: una imagen fuerte y clara que fuera reconocida de inmediato por la gente. Y por eso sus pinturas eran netas, precisas, fuertes en el color y en la superficie", añade Tøjner. Y al mismo tiempo, "su universo es fríamente mecánico, su arte se basa en la precisión gráfica y la fortaleza de la composición".

Londres no había visto una exposición de Lichtenstein digna de ser recordada desde hace 35 años, cuando el artista estaba en la cima de la actualidad. Esa prolongada ausencia sorprende menos a la luz de las críticas que la muestra ha suscitado entre los comentaristas londinenses. "Cuando Lichtenstein murió en 1997, llevaba 30 años sin pintar un cuadro decente", escribía ayer Tom Lubbock en The Independent. "Si alguien quiere que Lichtenstein quede bien, debería hacer una exposición que se limitara al periodo 1961-1965", asegura.

"Este tipo de arte siempre ha fascinado a los americanos. Al mismo tiempo naive y sofisticado, nos habla de una cultura a la vez materialista y artificial", escribía Jonathan Jones en The Guardian tras ver la muestra en Dinamarca. "El Lichtenstein de 1970 es un estilista atrapado en su propio estilo; sus intentos de posmodernizarse a sí mismo con todo tipo de citas e híbridos de arte de altura y diseño pop son embarazosamente huecos. No necesitamos ningún otro posmodernista y, si lo necesitáramos, no sería Lichtenstein. Lo que hizo poderoso el pop nunca fue su arte, sino su vida", añade. "Lo peor de Lichtenstein te hace dudar de lo mejor de Lichtenstein. Te hace preguntarte si realmente ha añadido algo a la iconografía americana de Stuart Davis, Edward Hopper o John Frederick Peto; te preguntas hasta dónde hubiera llegado si no hubiera encantado a los críticos y a los museos apareciendo como un Warhol con gusto y talento. Con más gusto que talento", concluye Jones.

<i>En el coche</i> (1963), de Roy Lichtenstein, en la exposición <i>Todo sobre arte.</i>
En el coche (1963), de Roy Lichtenstein, en la exposición Todo sobre arte.
<i>Knock Knock</i> (1961), de Lichtenstein.
Knock Knock (1961), de Lichtenstein.
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