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'La ciudad que nunca existió' muestra el reflejo de la arquitectura imaginaria en el arte

La exposición abarca desde frescos romanos hasta instalaciones contemporáneas

La ciudad que nunca existió, una coproducción del Museo de Bellas Artes de Bilbao y el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, donde pudo verse hasta el pasado 1 de febrero, rompe el hilo cronológico y enfrenta las obras más antiguas con las instalaciones contemporáneas, agrupándolas por temas. Así, los delicados frescos pompeyanos del siglo I, prestados por el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, se pueden ver junto a dos ciudades del escultor valenciano Miquel Navarro, compuestas por decenas de bloques de diferentes tamaños que, ordenados directamente sobre el suelo de la sala, evocan los edificios de una gran urbe.

La exposición gravita, sin embargo, alrededor del capricho arquitectónico, género que fue muy cultivado entre los siglos XVI y XVIII por los artistas de las escuelas europeas. El comisario de La ciudad que nunca existió señaló que los pintores de caprichos arquitectónicos no reproducían las formas naturales sino las estructuras orgánicas, creando unas imágenes familiares y lejanas al mismo tiempo. "Reconocemos elementos de un lenguaje arquitectónico conocido", explicó, "pero presentados de una forma muy extraña".

Azara, profesor titular de Estética de la Escuela Superior de Arquirectura de Barcelona, recordó que los caprichos, un género de aparición tardía en la historia del arte, fueron "cuadros decorativos". El éxito del género permitió a los pintores que lo cultivaron alcanzar una gran producción y contar con talleres y ayudantes, aunque muchos hayan caído en el olvido.

La exposición invita a descubrir algo más que el interés decorativo de las pinturas. Azara desveló el caracter alegórico de las imágenes que muestran arquitecturas imaginarias. El ejemplo más evidente del simbolismo que ocultan los caprichos se encuentra en los dos cuadros de Hans Vredeman de Vries que representan dos escenas imaginarias de la ciudad de Praga, ambas conjuntos palaciegos alrededor de un jardín.

Azara señaló a los animales que aparecen en los cuadros (monos, pelícanos, pavos reales) y a las fuentes de cuatros caños como elementos simbólicos, evocadores del Paraíso. "Nos muestran ciudades y arquitecturas que no tienen razón de ser, porque en el Paraíso no eran necesarias", apuntó. "Paradójicamente, los caprichos nos ayudan a entender qué es la arquitectura. Cuando el hombre abandona el Paraíso, debe luchar contra el tiempo, contra las alimañas y contra la muerte, y necesita entornos construidos. La arquitectura es necesaria desde que sale del Paraíso". La reflexión de Azara sobre los cuadros de Vredeman de Vries se extiende al conjunto de la exposición. "Muestra la necesidad de la ciudad, del espacio construido, cuando el Paraíso ha dejado de existir en la Tierra".

Las arquitecturas de leyenda, las ciudades malditas o las construcciones de la desmesura se suceden en la exposición con obras de temática religiosa de Francisco Gutiérrez y los caprichos de Bernardo Bellotto o Francesco Guardi, entre otros, para llegar hasta las vanguardias con los espacios geométricos de Paul Klee y las arquitecturas soñadas de Max Ernst, Paul Delvaux y Giorgio de Chirico. El tema de los espacios fantásticos también es abordado por artistas contemporáneos que trabajan con otros soportes, como la fotografía, el vídeo y las instalaciones. El repertorio de "victorias y derrotas de la arquitectura frente al caos" se amplia con obras de Cristina Iglesias, Olivo Barbieri, Perejaume, y la inquietante instalación de niebla artificial de Ann Veronica Janssens.

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