La piedra angular del tripartito
Una de las piedras angulares desde el punto de vista ideológico del tripartito de izquierdas que nos gobierna es su confianza compartida, incluidos los nacionalistas y los independentistas catalanes que participan en él, en la sensibilidad de la izquierda española respecto a la cuestión catalana. Dicho de otro modo, el tripartito se basa en la convicción de que un Gobierno de izquierdas sería por definición más sensible a las demandas catalanas de mayor poder político y de mejor financiación que un Gobierno de derechas. Sin esta convicción, el tripartito es complicado. Aunque sus miembros compartan que en otras cosas, desde las políticas económicas hasta las sociales, un Gobierno de izquierdas en España sea preferible a uno de derechas.
No está demostrado que un Gobierno de izquierdas sea más sensible a las reivindicaciones nacionalistas que uno de derechas
Esto implica un cambio de estrategia radical del catalanismo, respecto a la que habían mantenido los anteriores gobiernos de la Generalitat. Para CiU, desde el punto de vista de los intereses nacionales de Cataluña, lo importante no es si mandan en España las derechas o las izquierdas, sino si tienen o no mayoría absoluta. Sólo sería sensible a las reivindicaciones nacionales catalanas un Gobierno -da igual que sea de derechas o de izquierdas- que necesite al nacionalismo catalán para gobernar. Por tanto, la estrategia era rezar para que nadie tenga mayoría absoluta y pactar con quien tenga la relativa, sea UCD, el PSOE o el PP.
En mi opinión, ésta era una de las cuestiones centrales del debate político catalán antes de que llegara la ola épico-trágico-cómica que nos envuelve desde hace unos días. Si la ola pasa deprisa -y no es fácil-, volverá a ser la cuestión central. Si no pasa, no habrá cuestión central alguna, sino un estéril enfrentamiento de gesticulaciones y de discursos solemnemente calderonianos.
En lo que llevamos de democracia, lo que ha pasado se parece más a lo que dice CiU que a lo que dice el tripartito. Si analizamos las últimas décadas desde la perspectiva de las reivindicaciones del catalanismo, la diferencia no se da tanto entre los periodos de gobierno de la izquierda o de la derecha, sino entre los periodos con o sin mayorías absolutas. Las últimas legislaturas de Felipe González y la primera de José María Aznar se parecen más entre sí que a los periodos de mayoría absoluta eufórica del PSOE -los tiempos de la LOAPA- o a esta última lamentable legislatura de crispación aznariana.
Ciertamente, el discurso actual de José Luis Rodríguez Zapatero -no el de José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra o Francisco Vázquez- es infinitamente más abierto que el de Aznar. Pero es un discurso desde la oposición. Es el que necesita el tripartito, pero no todos están de acuerdo en que sea el que necesita la izquierda española. No está demostrado que un Gobierno de izquierdas sea más sensible a las reivindicaciones nacionalistas. En el seno de la izquierda, hay un debate sobre si debería serlo. Hay quien cree que no, y precisamente por ser de izquierdas. ¿Más autogobierno, políticas lingüísticas más contundentes, mejor financiación tendiendo al concierto económico, selecciones deportivas propias y otros aspectos de independencia simbólica? Estas son reivindicaciones mínimas de los nacionalistas que están en el Gobierno. Pero no está claro que sean compartidas por el conjunto de la izquierda. Ni siquiera por el conjunto de la izquierda sociológica catalana.
Sólo después de las elecciones veremos si la piedra angular del tripartito aguanta. Si las izquierdas españolas gobiernan, veremos si realmente son más sensibles. Y si no gobiernan, veremos si mantienen el discurso de Rodríguez Zapatero o precisamente consideran que es la causa de su derrota. Más allá de la oleada histérica de los últimos días, el tripartito se juega su piedra angular no sólo en los resultados de las elecciones, sino en lo que pase inmediatamente después. Si los nacionalistas catalanes que están en el Gobierno de Cataluña pierden la confianza en que un Gobierno español de izquierdas debe ser por definición más sensible a sus peticiones, el tripartito perderá uno de sus fundamentos ideológicos. O se demostrará exclusivamente un sindicato de intereses para la conservación del poder o tendrá un futuro escaso. Si por el contrario su confianza resulta estar justificada, no sólo tendrá futuro, sino que habrá rediseñado España. Aunque no está nada claro que España quiera ser rediseñada.
Vicenç Villatoro es periodista y escritor.
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