El empuje demócrata obliga a Bush a movilizarse para recuperar credibilidad
Kerry teme una campaña sucia: "Estoy listo para lo que me vayan a arrojar encima"
"¡Caballeros, arranquen los motores!". George W. Bush tuvo el domingo el privilegio y la oportunidad política de dar la salida a la carrera de las 500 millas de Daytona (Florida), ante 180.000 espectadores en directo y millones más en la televisión. Fue el momento estelar de un largo fin de semana -ayer fue festivo, el Día de los Presidentes- dedicado sin disimulo a hacer campaña. La Casa Blanca trata de dejar atrás la polémica sobre el servicio militar no cumplido por el presidente y contrarrestar el peligroso deterioro de su imagen en las últimas semanas.
Bush corteja a los millones de personas movilizadas por las carreras de coches (Nascar), un fenómeno creciente que responde al perfil que existe bajo la etiqueta de los Nascar dads: hombres (y cada vez más mujeres) conservadores, de raza blanca y de clase media o media baja cuyos puestos de trabajo sufren las crisis de la economía tradicional y que apuestan por candidatos machos con imagen de fuerza y políticas enérgicas en seguridad y defensa.
Bush se mueve como pez en el agua en estos ambientes, como él mismo se encargó de recordar sin recato en la NBC, la cadena que retransmitía la carrera, después de haber recorrido la pista en la caravana presidencial: "Los seguidores de Nascar apoyan a nuestras tropas. Tenemos un montón de chicos y chicas que se están sacrificando. Soy su comandante en jefe, y saber que los ciudadanos que apoyan el Nascar también les apoyan a ellos me hace sentir bien".
El presidente, que aprovechó para decir que le encantaría conducir un bólido a 330 por hora, recordó que él "pilotó aviones de combate cuando estaba en la Guardia Nacional". Era la explicación del día para recuperarse del daño sufrido la pasada semana por la resurrección de las dudas sobre su servicio militar en Tejas y Alabama, al que se apuntó para no ir a Vietnam. A diferencia de lo que ocurre ahora, en aquel momento el Ejército de EE UU todavía llamaba a filas a los soldados, y en Vietnam morían de 200 a 300 por semana.
Entre 1968 y 1972, Bush fue un buen piloto, como demuestran sus informes, aunque se coló en la unidad de élite de los F-102 a pesar de un flojo examen de admisión, dos detenciones universitarias por bromas pesadas y cuatro multas de tráfico. Pero, a partir de abril de 1972, todo cambió. Dejó de volar y, aparentemente, dejó de servir a la patria. Bush no se presentó al examen médico anual -un asunto que ha dado lugar a rumores sobre lo que hubiera revelado esa revisión- y se trasladó a Alabama a trabajar en la campaña electoral de un amigo de la familia. Aunque solicitó el alta allí -le quedaban casi dos años de mili-, no hay casi constancia de su paso, excepto el pago de 25 días de servicio y un examen dental del 6 de enero de 1973 en el que se observa que tenía nueve muelas picadas y que había engordado casi diez kilos en esos dos años.
En una campaña electoral en la que el favorito para ser el candidato demócrata, John Kerry, tiene las credenciales de héroe de Vietnam, es obvio que el asunto va a seguir vivo. La Casa Blanca quiere dar por zanjado el problema de Alabama y destacar que Bush es "un presidente de guerra", un comandante en jefe definido por su respuesta al 11-S y las acciones armadas en Afganistán en Irak. Los demócratas, que saben que los estadounidenses elegirán a aquel que les haga sentirse más seguros política y económicamente, van a alentar en lo posible las dudas sobre la credibilidad de Bush y su pasado.
El presidente -que viaja a costa del contribuyente, porque, oficialmente, no está en campaña- habló ayer de economía en Florida, un Estado tan importante para él que la de ayer fue su decimonovena visita.
La carrera demócrata tiene hoy cita en Wisconsin. Kerry ganará estas primarias en las que John Edwards se perfila como segundo. Howard Dean, que hace 10 días dijo que se retiraría si no ganaba allí y luego rectificó, despidió ayer a su director de campaña, Steven Grossman, que había anunciado poco antes su intención de unirse a Kerry si su jefe perdía en Wisconsin.
En el debate celebrado el domingo, sólo Edwards lanzó alguna tímida crítica a Kerry. Dean incluso le defendió de los ataques republicanos. Kerry reiteró que está preparado para lo que se perfila como una larga, intensa y sucia campaña: "Estoy listo para lo que me vayan a arrojar encima".
Kerry condenó ayer que Bush hiciera relaciones públicas en lugar de ocuparse del paro: "No necesitamos un presidente que diga 'caballeros, arranquen los motores', sino uno que diga, 'América, arranca la economía y devuelve el empleo a la gente".
No hay lío de faldas
Alexandra Polier, la periodista freelance de 27 años que trabajó para Associated Press en Nueva York y que está en Nairobi desde octubre visitando a los padres de su novio, ha desmentido el rumor que hace cinco días propagó una publicación ultraconservadora en Internet: "Jamás he tenido una relación con el senador Kerry y los rumores en los medios son completamente falsos".
Kerry ya lo había desmentido categóricamente. En su declaración a AP, Polier pide respeto para ella, su novio y las familias de ambos. La mujer niega que haya trabajado como becaria del aspirante demócrata. AP le preguntó por su tardanza en hablar: "Como todo era falso, supuse que los medios lo evitarían, pero al ver que proseguían las mentiras, me sentí obligada a intervenir". En lugar de rectificar, el libelo ultraconservador decía ayer: "La misteriosa mujer de Kerry salió con el responsable económico de su campaña".
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