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VISTO / OÍDO
Columna
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Clonación y locura

Mi situación ante lo contemporáneo es, frecuentemente, la de la perplejidad. Muy común. Los coreanos del Sur comienzan la fecundación de células troncales; la base para la clonación humana, y hay escándalo en Occidente, que la prohíbe -España la primera, aunque con honrosas excepciones, como Andalucía-. Mi primer asombro es el de no comprender por qué se querrían clonar personas, cuando hay tal exceso que los países poderosos matan y reprimen a los de mayor natalidad para que no les roben la comida que ellos les robaron previamente. Y hay maneras de reproducirse tomadas comúnmente por agradables (caseras, o de parque, playa y automóvil), aunque traigan disgustos después (siento citar lo negativo el Día de San Valentín, aunque no creo que la advertencia de los horrores del amor evite la adquisición de regalos, que es de lo que se trata). La insistencia de "lo ético", sea lo que sea lo que esa traidora y gubernamental, universitaria y eclesiástica, palabra signifique, que impide que se utilice para curar enfermedades, puede tener un sentido: la prolongación de la vida ha traído molestias económicas, ya que también se alarga la de los pobres, que son muy caros. Estos así llamados éticos defienden a Dios: la clonación le invade el derecho de administrar la vida. En el supuesto de que ese raro dios de sus deliquios no haya decidido utilizar a los coreanos del Sur para producirla de esa manera, precisamente en un país superpoblado y con hambre -aunque quite la comida a sus hermanos del Norte-, cómo permite que los occidentales la quiten con sus armas de destrucción masiva culpando a los asesinados de que tienen esas armas, cuando no las tienen: y definiéndolos como terroristas cuando están aterrados.

Crear o aniquilar vida son operaciones distintas: hay que tener permiso para matar: basta tener más armas que nadie. Siempre ha sido así. No hay más que pensar en las Cruzadas, tan criminales, sobre todo la de los niños, y sin olvidar la de los obispos españoles a favor de Franco -que no se olvida-, para saber en qué consiste la creación de un dios cómplice en cada sociedad. Quizá esto ayude como guía de perplejos: la mafia de los poderosos se encuentra cada día ante un mayor número de contradicciones y de disparates inventados por ellos y se produce una sociedad enloquecida. Incluyendo a los psiquiatras.

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