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Columna
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Apoyo y cercanía

El Obispado de Córdoba, que había mostrado su "apoyo y cercanía" al párroco de Peñarroya, condenado por la Audiencia Provincial a 11 años de prisión por abusos sexuales a menores, se ha visto obligado a actuar, destituyéndolo. El Obispado ha mantenido en su puesto al sacerdote hasta que, conocido el caso, no ha tenido más remedio que ceder a la presión social. Los obispos acaban de demostrar que suelen ser duros a la hora de señalar a la sociedad. Ahí está el documento Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España en el que se analizan las causas de la actual crisis de la familia y en el que hacen afirmaciones rotundas y arriesgadas sobre los efectos de lo que llaman "revolución sexual", señalando y acusando.

Los obispos consideran que la "revolución sexual" es la causante de la crisis de la familia y de los abusos y violencia de todo tipo, incluidos los "abusos sexuales a menores en la misma familia" y, puestos a decir, aseguran que la violencia contra las mujeres es, ni más ni menos, que "fruto amargo" de esa nefasta "revolución sexual". A lo mejor no hay que pensar que entienden a los maltratadores, pero tal parece. Los obispos en ese documento son duros e implacables contra la sociedad, a la que señalan, acusan y anatematizan y, sin embargo, los "pecados" denunciados parecen que son otra cosa cuando los cometen los suyos, con los que saben ser comprensivos y darles "apoyo y cercanía" cuando se ven en dificultades resbalosas, como la del párroco de Peñarroya.

El Obispado, finalmente, ha reaccionado ante el escándalo que había producido su actitud comprensiva y, sin embargo, queda en el ambiente una incómoda sensación de que lo ha hecho obligado y, sobre todo, queda la impresión de la primera reacción de apoyo al sacerdote condenado, de quienes se muestran intransigentes con los "pecados" ajenos y tienen una curiosa y escandalosa tendencia a la ley del embudo cuando de ellos se trata. Recuérdese el silencio que impuso el Vaticano sobre los vergonzosos y terribles casos de sacerdotes pederastas de EE UU. Una institución con tanto que callar debería pensárselo dos veces antes de alzar su voz airada sobre "revoluciones sexuales" y otros miedos.

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