El nuevo techo ondulado del mercado de Santa Caterina
Las nuevas instalaciones albergarán 63 paradas y un supermercado de 500 metros
El de Santa Caterina no será un mercado al uso: no sólo por su espectacular cubierta y sus formas, sino también por su oferta. El mercado, que debería estar terminado a finales de año, será el primero que tenga un importante espacio, 400 metros cuadrados, para restauración de cocinas de todo el mundo. Su situación, entre el Barri Gòtic y la Ribera, lo convierte en una pieza clave en la Barcelona que cada año toman millones de turistas.
El mercado no quiere ser sólo un establecimiento donde comprar, sino un espacio en el que pasear, tomar algo y contemplar los restos del antiguo convento de Santa Caterina. Todo ello a un paso de la oferta cultural del barrio de la Ribera y la del Barri Gòtic. "Precisamente por su situación, puede ser el eje de una nueva ruta que redestribuya el turismo que tiene la ciudad", argumentaba ayer Jordi Portabella, segundo teniente de alcalde y responsable del área de Comercio y Turismo.
Portabella anunció que una vez funcione el nuevo mercado se pondrá en marcha un proyecto de revitalización de los establecimientos de su perímetro. Los comercios tradicionales del entorno han ido cerrando en los últimos cinco años a la espera de que finalizaran las obras del nuevo mercado. Se accederá al recinto por la avenida de Francesc Cambó, por las calles laterales o por una nueva plaza que se conformará entre los restos del convento y dos edificios que suman 59 apartamentos para la tercera edad. De ahí la peculiar configuración de su espacio interior.
Los 63 establecimientos alimentarios ocuparán unos 3.000 metros cuadrados y no estarán distribuidos en hileras rectas ni en espacios compartimentados por tipos de ofertas. En diferentes formas, algunas cuadradas pero la mayoría irregulares, los establecimientos seguirán, en cierto modo, las desiguales alineaciones del Casc Antic.
La oferta más amplia será la de pescaderías (13), carnicerías (12), y frutas y verduras (10). Algunas piezas serán compartidas por puestos de fruta y verdura junto con carnes. Los puestos estarán dispuestos desde la entrada principal, con frente a la avenida de Francesc Cambó, hacia la calle de Colomines. El área de restauración se ubicará en el lado de la calle de Les Freixures y a continuación habrá un supermercado mediano, que no llegará a 500 metros cuadrados. En el subsuelo se situará la carga y descarga junto con el sistema de recogida neumática de basura, que se implantará en el barrio y dará servicio a unos 15.000 residentes.
El mercado, proyectado por Enric Miralles y Benedetta Tagliabue, ha supuesto una inversión de 17 millones de euros, y a cada uno de los propietarios de los nuevos establecimientos, un coste de algo más de 1.200 euros por metro cuadrado. Dado que sólo se trasladarán al nuevo mercado 63 operadores, eso significará una reducción considerable de la oferta. El viejo mercado, uno de los principales de la ciudad y punto de abastecimiento de localidades del área metropolitana durante la posguerra, llegó a tener 265 puestos. Cuando cerró para su reforma sólo subsistían algo más de un centenar. En la carpa provisional de la avenida de Lluís Companys se instalaron 104 establecimientos, de los que actualmente funcionan 74. De éstos, saldrán los que se establecerán en el nuevo mercado, que posiblemente abra también por las tardes, dijo Portabella.
El de Santa Caterina ha sido, además, un proyecto que se complicó con el hallazgo de los restos arqueológicos. Ahora, el museo de Historia de la Ciudad trabaja en un proyecto para que sea posible contemplar los restos, que datan de diferentes épocas pero con predominio de los cimientos de la iglesia y el convento de Santa Caterina, de los siglos XIV y XV. Posiblemente se opte por una cubierta traslúcida que cubra los restos.
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