Los puentes de Fischer
La iniciativa transatlántica para Oriente Medio lanzada por el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Joschka Fischer, ha sido lo más importante que ha salido de la 40ª Conferencia de Seguridad de Múnich. Parte de la idea central de que la región necesita un enfoque y una visión globales como vía para recuperar un diálogo transatlántico maltrecho por la guerra de Irak y por un conflicto entre israelíes y palestinos en el que la Hoja de Ruta no ha llevado a ninguna parte. Pretende también servir de puente a través del Mediterráneo y entre Europa y EE UU, combinando el proceso de cooperación euromediterráneo de Barcelona lanzado en 1995 con el diálogo de la OTAN con los vecinos de la cuenca mediterránea.
Este ejercicio de lo que la doctrina europea llama "multilateralismo efectivo" consiste, básicamente, en dar un impulso a la cooperación en materia de seguridad, política, economía, derecho, cultura y sociedades civiles con los países de una amplia zona que va desde Mauritania hasta Irán. De hecho, Fischer le ha robado esta iniciativa a Estados Unidos, que venía trabajando en una idea similar, desgranada también parcialmente en Múnich por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, como instrumento para transformar lo que ahora se intenta llamar el Gran Oriente Medio.
Pero Fischer ha dado la vuelta a la idea y al argumento norteamericanos en dos aspectos centrales: EE UU busca involucrar a la OTAN en Irak, mientras que Fischer propone implicar a la OTAN junto a la UE en el diálogo regional general. Washington quería este plan para expandir a toda la zona el proceso de democratización que dice estar llevando a cabo en Irak, y para Fischer es justamente lo contrario: la crisis de Irak no se resolverá sin una visión y un proceso a largo plazo de reforma de la región en su conjunto.
El proyecto tiene varios problemas intrínsecos. El conflicto entre israelíes y palestinos puede contaminarlo y paralizarlo todo: la OTAN suscita recelos entre los países árabes; el concepto de Gran Oriente Próximo responde a la visión estratégica de EE UU, pero no se sustenta sobre una realidad social y geográfica; y finalmente, el proceso de Barcelona, sin dinamismo alguno, puede quedar asfixiado del todo. Pero sin duda es positivo que países como Alemania y EE UU presten la atención debida al Mediterráneo. Resultaría curioso que el Mediterráneo terminara convirtiéndose en el escenario del reencuentro transatlántico.
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