Innoble plaga
"Así pues, no consumiremos ni una sola de las especies de la colección. Las protegeremos cueste lo que cueste". Éste es el origen de la historia, pues Hambre parte de un hecho real: el acuerdo que tomaron los empleados del Instituto para la Investigación de la producción de vegetales durante el sitio de Leningrado, un asedio que duró 900 días, el tiempo que las tropas alemanas tuvieron cercada la ciudad. Desde septiembre de 1941 hasta finales de enero de 1944. También fueron 900 los días que, siglos atrás, los asirios mantuvieron en vilo a Babilonia. Pero Hambre no es sólo una historia de ejércitos que avasallan intentando doblegar, pues el texto es memoria de una decisión: la de mantener intacto el tesoro de una colección que reunía cientos de miles de semillas y plantas provenientes de diferentes partes del mundo. Hambre es la primera novela de Elise Blackwell.
HAMBRE
Elise Blackwell
Traducción de Montserrat Serra Ramoneda
Lumen. Barcelona, 2003
156 páginas. 16 euros
La autora nació en Luisiana y tal vez no sea casual que al ser sus padres botánicos se interesara por Nikolái Vavilov, un reconocido investigador artífice de la rica y sorprendente colección. Vavilov (1887-1943) sufrió el asedio de los nazis pero también la persecución de Stalin. Condenado a prisión, murió antes de que finalizara el cerco. En la dirección del instituto le sucedió Lysenko, (1898-1976) afecto al régimen stalinista. Hasta aquí lo real. En la novela, Elise Blackwell trata de imaginar lo que pudo suceder en aquel instituto, para eso concede presencia a diferentes personajes inventados. Uno de ellos es el narrador.
Hambre es una historia hermosa acerca del valor y el peso de la resistencia frente a la cotidiana brutalidad humana. Cuajada de pequeñas derrotas y grandes pérdidas, Blackwell narra sobre una de las plagas más innobles que maquina el enemigo: el hambre. La muerte lenta. Muerte del cuerpo y del espíritu, pues cuando el esqueleto es frágil no hay quien soporte el peso de las convicciones. Digo que Hambre contiene páginas hermosas porque hay memoria de viajes en búsqueda de semillas y está el recuerdo de los sabores. Además, cuenta con firme solvencia el ímpetu y la discreción de los depauperados que se esfuerzan en mantener la dignidad.
El narrador es un pecador sin absolver a quien el lector se aproxima sin reparos, pues éste no oculta ninguna de sus faltas. Es cobarde sin llegar a ser despreciable, infiel pero tremendamente enamorado, capaz de reconocer los gestos altruistas aunque temeroso de los suyos. No es tanto contradictorio sino débil. En fin, un ciudadano hambriento y con miedo pero no tan obtuso como para no ver que el afán por sobrevivir hace crecer falsas historias de heroísmo. Quien nos habla ya advierte de que "una gran privación envilece más que ennoblece a la gente".
Hambre es una sobria e incisiva interpretación de la historia cotidiana del cerco de Leningrado. También es poética la cuidadosa y acertada representación de sus personajes. Acompañan al texto ilustraciones de bulbos, semillas y plantas. El cerco reciente de Irak, en las tierras de la antigua Mesopotamia, sobrevuela en esta lectura.
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