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El nuevo camino hacia la paz y el futuro sostenible

Los Diálogos de la Tierra, que se celebran en Barcelona el 5 y 6 de febrero, copatrocinados por mi organización, Cruz Verde Internacional, y la ciudad barcelonesa, suponen el lanzamiento oficial del Foro Universal de las Culturas Barcelona 2004.

Los Diálogos de la Tierra no pretenden ser una mera "tertulia", sino un foro dinámico e interactivo que reúna no sólo a dirigentes mundiales y empresarios, sino también a los agentes que verdaderamente importan: los miembros de la sociedad civil.

El principal centro de atención de los Diálogos será identificar estrategias concretas necesarias a la hora de poner en práctica la nueva agenda mundial para la paz y el futuro sostenible.

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Las tensiones crecientes en el escenario mundial, la escalada del terrorismo, la intolerancia religiosa, la degradación ambiental y la violación sistemática de los derechos humanos han alcanzado un límite explosivo. No es posible aplazar más la solución a todos estos problemas.

Ahora bien, para responder con eficacia a esta situación, lo primero es comprender las distintas raíces de los conflictos y los vínculos entre la pobreza, el deterioro ambiental y la escasez, por un lado, y la paz y la seguridad, por otro. Sobre todo, el mundo necesita una concepción global de valores comunes, que deben servir de base a las nuevas formas de diálogo y cooperación necesarias entre las naciones y las civilizaciones.

La comunidad mundial "post Irak" reclama, más que nunca, una nueva interpretación de la situación internacional. De hecho, un mensaje fundamental que comparten los siete candidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos es el de la necesidad de construir un nuevo paradigma de seguridad y sostenibilidad. Sus palabras no pueden ser más oportunas, puesto que el comienzo del siglo XXI ha añadido dimensiones nuevas y mortíferas al reto de conservar la paz y la seguridad en el mundo. Hace pocos días, el 26 de enero, Der Spiegel publicaba una entrevista con Mohamed el Baradei, director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica, en la que éste declaraba que el mundo está más próximo que nunca a la amenaza de una guerra nuclear, especialmente debido al incremento del tráfico ilegal de tecnologías nucleares.

No obstante, pese a la amenaza constante del terrorismo internacional y la aterradora perspectiva de la guerra nuclear en el siglo XXI, lo cierto es que la seguridad, en este nuevo milenio, no consiste sólo en protegernos de las agresiones, sino también de la enfermedad, las convulsiones económicas, la degradación ambiental y la escasez de recursos.

Para la mayor parte del mundo, las tensiones en materia de seguridad no se centran tanto en los límites geopolíticos y los poderes exteriores como en los conflictos internos derivados de la pobreza, la exclusión social, la situación de los desposeídos y la marginación, además de la inestabilidad económica y la rivalidad para hacerse con recursos como el agua y las tierras de labor.

Otro fenómeno importante es que, en el mundo globalizado, los Gobiernos, por sí solos, ya no pueden proporcionar suficiente seguridad a sus ciudadanos, ni mucho menos proteger unas fronteras geopolíticas cada vez más porosas. En esta situación, ¿cómo puede avanzar el mundo para lograr dar respuesta a los nuevos retos de supervivencia mundial en el nuevo milenio?

Un primer paso importante es, en mi opinión, sustituir la cultura predominante de la violencia y el conflicto por una nueva cultura de la paz. Esto no sólo significa fortalecer y democratizar nuestras instituciones de paz y seguridad, con el fin de reaccionar mejor y prevenir la violencia, la guerra y el conflicto. Significa desarrollar, en todos los planos y todos los ámbitos de la vida, una serie de actitudes, valores, creencias y pautas de conducta que no sólo fomenten la resolución pacífica de los conflictos, sino también la búsqueda de una comprensión mutua y la oportunidad de que las personas vivan en armonía entre sí y con la comunidad viviente en general. Sobre todo, significa promover una nueva ética global de seguridad y sostenibilidad.

Cuando digo ética global no me refiero a una nueva ideología ni a una superestructura. La nueva ética global no pretende hacer que resulten superfluas las éticas concretas de las distintas religiones. Ni pretende sustituir a la Torá, el Sermón de la Montaña, el Corán, el Bhagavad Gita, los discursos de Buda o los proverbios de Confucio.

La ética global que está reflejada en la Carta de la Tierra es una declaración autorizada de principios éticos para el desarrollo sostenible, reconocida por miles de organizaciones y millones de personas, y que constituye un núcleo de convicciones aceptable para todos.

Cuando participé en la elaboración de la Carta, hice hincapié en que la ética global consagrada en ella no debía imponer una concepción determinada ni legislar sin tener en cuenta diferencias culturales fundamentales. Esto resulta especialmente importante en el caso de las nuevas democracias, que, insisto, deben tener libertad para definir por sí solas su propio camino democrático hacia el futuro sostenible y la seguridad.

A diferencia de la única superpotencia que queda en el mundo, con la arrogante exhibición de su supuesta superioridad política, social y religiosa, además de los intentos sistemáticos de imponer su voluntad al resto del mundo, la Carta de la Tierra respeta el equilibrio esencial entre los objetivos de unidad y solidaridad, en medio de la diversidad real que caracteriza a la comunidad mundial de civilizaciones.

Asimismo, la nueva ética global deja claro que la verdadera seguridad y el verdadero futuro sostenible sólo son posibles en un mundo en el que se protejan los recursos ecológicos y económicos -que tienen un límite-, con un espíritu organizador y de servicio que permita a todos satisfacer sus necesidades humanas básicas y vivir una vida de bienestar material y espiritual.

En un mundo cada vez más acosado por la corrupción, la codicia y el egoísmo, necesitamos dirigentes que tengan la valentía moral de basar sus decisiones en esta nueva ética global. Necesitamos dirigentes que comprendan que, como dice la Carta de la Tierra, "cuando las necesidades básicas están satisfechas, el desarrollo humano no consiste en tener más, sino en ser más".

También necesitamos dirigentes mundiales capaces de comprender que, para mantener la paz y la seguridad internacionales, los problemas ambientales, económicos y culturales son tan importantes como los factores políticos y militares.

Y, en un año en el que va a haber un número sin precedentes de elecciones nacionales, necesitamos especialmente dirigentes a los que no sólo les importen los resultados de una nueva campaña electoral, sino que estén dispuestos a tomar decisiones basadas en el respeto a la interdependencia creciente de la comunidad de naciones y civilizaciones. Es decir, dirigentes con la rectitud moral necesaria para trascender los estrictos intereses nacionales y reconocer que la nueva generación de problemas de supervivencia mundial sólo pueden resolverse mediante cauces multilaterales y en un auténtico espíritu de solidaridad mundial que comprenda que la cultura de la paz y el futuro sostenible es el único camino posible para avanzar.

Mijaíl Gorbachov, ex jefe de Estado de la URSS y premio Nobel de la Paz, preside el consejo de Cruz Verde Internacional. Traducción de M. Luisa Rodríguez Tapia

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