167 millones para crear democracia en Irak
Un grupo estadounidense trabaja en el norte de Irak para establecer instituciones de Gobierno democrático
Resgar Yeyan Wahab espera ante la oficina de empleo de Kirkuk. Es carpintero, pero después de tres meses enfermo ha perdido su trabajo en una fábrica. La fila no es demasiado larga. Un centenar de personas pasan al día por este centro, pero llegaron al millar en las primeras semanas de su inauguración el pasado agosto. Y funciona: 9.000 de los 31.000 solicitantes inscritos desde entonces ya están colocados, según cuenta orgulloso su director adjunto, Alí Abbás. La oficina se enmarca en un proyecto más amplio que incluye una escuela de formación profesional y un centro de negocios.
Esta agencia de colocación en la capital petrolera del norte de Irak es una de las "historias de éxito" que, según el Gobierno de EE UU, no cuenta la prensa internacional. La oficina, la primera de este tipo en el país, ha sido posible gracias al asesoramiento y apoyo económico de RTI (Research Triangle Institute, www.rti.org), una sociedad sin ánimo de lucro norteamericana que en abril logró un contrato de 167 millones de dólares para "establecer y apoyar consejos locales e instituciones de Gobierno democrático en Irak", el Local Governance Project. "Se trata de capacitar a la sociedad civil para que tome sus decisiones", explica el abogado ecuatoriano Franco Sánchez, aclarando el concepto de governance, que traduce por "fortalecimiento institucional".
"Les hemos facilitado fondos para amueblar el edificio de la agencia, comprar ordenadores y entrenar al personal", cuenta satisfecho Cameron Berkuti, estadounidense originario de Kirkuk, de donde tuvo que irse hace 23 años. Berkuti ha dejado por unos meses su trabajo como responsable de Obras Públicas en el Ayuntamiento de San Diego para colaborar con RTI. "Cuando llegamos en abril había una tasa de paro superior al 60% por el colapso del sector público. Sin embargo, al existir petróleo en la zona, somos optimistas sobre el potencial para generar empleo en cuanto se solucione el problema de la seguridad".
Es precisamente la falta de seguridad la que está retrasando el despegue económico y social del "nuevo Irak" que el Gobierno de Bush prometió. La violencia contra la ocupación ha ahuyentado del país a la ONU, la mayoría de las ONG e incluso al Comité Internacional de la Cruz Roja, una de las pocas organizaciones internacionales que permaneció en el país durante la guerra. Y, sin embargo, RTI sigue trabajando, y tiene oficinas abiertas en 17 de las 18 provincias iraquíes, con 220 empleados internacionales (de 26 países distintos) y 1.500 locales. A un precio.
"Si fuéramos una ONG o estuviéramos en otro país, estaríamos fuera", admite una consultora que trabaja para RTI. "Seguimos porque somos una organización del Gobierno de EE UU y formamos parte del esfuerzo de EE UU en Irak. La mitad del personal es de seguridad. Ellos marcan cómo y cuándo nos movemos".
Mientras hablamos en la oficina de colocación, dos hombres armados vigilan a Berkuti. Este experto reconoce la "dificultad de acercarse a la gente con dos tíos que llevan encima un Kaláshnikov". Nadie en RTI se mueve sin chaleco antibalas y protección armada. Cada salida se planea como una misión militar. De hecho, muchos de sus empleados son ex militares. Pero, además, en las ciudades más volátiles, como Mosul, sus sedes están dentro del cuartel general de la Coalición. Para muchos iraquíes, los CMOC son sedes de los "mujabarat al amerikiya", servicios secretos norteamericanos. Tal vez resulte exagerado, pero da una idea de cómo la cercana asociación entre quienes facilitan la ayuda y quienes han ocupado el país puede despertar sospechas.
"Hay áreas en las que no entramos, pero en nuestros proyectos las decisiones se toman con criterios profesionales", defienden la mayoría de los entrevistados. "Evidentemente existe una línea de trabajo", admite Lisa Gilliam, responsable de Sociedad Civil en Kirkuk, "todo está centrado en la promoción de la democracia, en crear vínculos entre la gente y el Gobierno, y tal vez no sea ésa la prioridad de los iraquíes". Alí Omar no entra en esas sutilezas. Este ingeniero es el presidente de la Organización para la Sociedad Civil en Irak, una ONG de Kirkuk que trata de abrir un diálogo entre las múltiples comunidades étnicas y religiosas de esa ciudad. Se muestra agradecido porque la temprana ayuda de RTI, unos modestos 1.200 dólares, les permitió organizar una conferencia en agosto. "Fue la primera vez que todos los partidos políticos se reunieron bajo el mismo techo", subraya. Sus proyectos requieren más dinero y RTI no financia instituciones, sino su establecimiento.
Lo explica Hind Haider, responsable de Sociedad Civil en la sede de Mosul. "Seleccionamos los grupos con más respaldo, siempre que tengan un carácter multiétnico y multireligioso, y les ayudamos a fijar sus objetivos y establecer su programa", declara. Haider es consciente de que muchos iraquíes ven su organización "como un banco". "Tenemos que alejar esa idea", dice. El escaso porcentaje de su presupuesto dedicado a proyectos es otra de las críticas que se le hacen desde las ONG. De los 167 millones de dólares logrados de la agencia de cooperación de EE UU (USAid), sólo 22 millones se gastarán en programas sobre el terreno. El resto paga la seguridad, costes de instalación y salarios.
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