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Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK

"Quiero ser americano"

Los jóvenes iraquíes viven entre la esperanza por los cambios, las dificultades cotidianas y la violencia constante

Jorge Marirrodriga

Entre el sueño por salir de Irak para tener la oportunidad de construir una nueva vida y la dura realidad de hacer frente a la supervivencia cotidiana se debaten muchos jóvenes iraquíes, que ven cómo van pasando los meses tras la caída de Sadam y las dificultades del primer momento, justificadas por la guerra, no terminan de desaparecer. Las televisiones internacionales que se ven en Irak alimentan el sueño de unos, mientras la realidad radicaliza las posturas de otros.

"No sé lo que va a ocurrir, pero los americanos no deben marcharse. Sadam ha destruido este país durante 35 años y necesitamos ayuda para ponernos, por los menos, a la altura de los países del Golfo". Aunque habla como un economista, Husein al Safi es un muchacho de 16 años que estudia en el instituto de Adamia, uno de los más reputados de Bagdad. Husein reparte su tiempo entre las clases y estar en su casa. No hay cines, ni excursiones, ni deportes fuera del instituto, pero al menos su familia es rica y dispone en casa de ordenador con conexión a Internet y de vez en cuando los hombres de su padre le escoltan hasta casa de algún amigo para celebrar una fiesta.

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Otros consideran esta postura una traición. "Hay que estar orgullosos de nuestra tierra. No somos unos terroristas, los terroristas son los americanos; ¿cuándo se ha liberado un país con bombas? Si entregan de una vez el país a los iraquíes el futuro será muy bueno", expone Alí al Balal, un joven de una familia de escasos recursos que ha logrado entrar en el exclusivo centro gracias a sus notas.

Según la dirección del centro, a finales de mes, representantes del "Gobierno estadounidense" realizarán un examen a los alumnos de 16 años del instituto de Adamia. Uno de ellos será elegido para completar sus estudios en EE UU. "Quiero ser americano", declara Alí Sumaidi. Hasan Majid desdeña la prueba: "Nuestra vida es muy dura, no necesitamos caramelos, lo que hace falta es un líder fuerte que nos devuelva la libertad aquí, no en América".

Salir de Irak es algo que está en la cabeza de muchos jóvenes. "Con las antenas parabólicas ahora podemos ver muchos canales de televisión y sabemos lo que hay fuera. Mis próximos cinco años van a consistir en jugar al billar aquí e ir a la Universidad, mientras todas las noches veo otro mundo mejor en la televisión", subraya Ismail Shaba en el Club Social Karrada, un lugar donde se reúne la minoría cristiana del barrio. "Se sienten enjaulados, no pueden pasear, ni ir a ninguna parte. Si no tenemos otra vez seguridad, estos chicos se van a volver locos", admite el director del establecimiento.

"La verdad es que mi vida no ha cambiado mucho en el último año; bueno, ahora puedo vender tarjetas de Internet", bromea Hajder Akafaji, de 25 años, que trabaja en una tienda de informática donde se venden toda clase de programas pirateados. "Me gustaría tener la oportunidad de viajar, y si pudiera emigraría", añade. Hajder también apunta hacia Estados Unidos. En su negocio, media docena de jóvenes mata la mañana jugando a los videojuegos. "Mis padres no me dejan salir por la inseguridad. De vez en cuando me escapo y vengo aquí...; bueno, vengo casi todos los días", admite Snake, de 14 años.

La obsesión de los padres por la seguridad tiene su razón de ser. En el último mes, el llamado secuestro express, es decir, un secuestro de apenas un par de días a cambio de un rápido rescate, ha hecho su aparición en Bagdad. Son secuestros que no están planificados, sino que se realizan según se brinda la oportunidad y los escolares que se dirigen a los colegios más reputados son una buena presa. Sin embargo, los secuestradores a menudo se encuentran con la sorpresa de que la supuesta víctima fácil en realidad va protegida, por lo que no son excepcionales los tiroteos cerca de un colegio. "Cuando salgo de casa para venir a la Universidad nunca sé si voy a volver", confiesa Sura Bachar, una estudiante que tiene claro su futuro: marcharse.

"No veo futuro", se queja Rashid Talal, que regenta una tienda de cosméticos, todos ellos de famosas marcas... falsificadas. "Quiero marcharme a Europa. A América no, porque me han dicho que, por culpa de los judíos, hay más paro que en Europa", añade. Su compañero de tenderete es todavía más pesimista. Con 19 años, se pasa diez horas al día, siete días a la semana, tras el mostrador de una tienda. "No tengo tiempo libre, toda mi vida es el negocio, pero espero un futuro mejor".

Jóvenes chiíes pasan ante un control de soldados españoles en Diwaniya.
Jóvenes chiíes pasan ante un control de soldados españoles en Diwaniya.BERNARDO PÉREZ

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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