Para qué los comités de ética
Los comités de Ética tienen en otros países una larga tradición, especialmente en Estados Unidos (EE UU), donde ya en 1962 en Seattle se crea la God'Commite, que podría ser considerada la primera comisión de ética institucional propiamente dicha. Surgen los comités como una necesidad ante la impotencia de la ley para dar respuesta en tiempo real a los nuevos retos de la ciencia, de la tecnología y también a los rápidos cambios de una sociedad civil cada vez más dinámica. Son por encima de otras cosas instrumentos de autorregulación cívica, más que agentes de la instrucción política. Así, en EE UU se crean en los centros sanitarios de mayor crédito, los Institutional Review Boards (Comités de Ética e Investigación Clínica) y los Institutional Ethics Commites o Comités de Ética Asistencial, instituciones que poco a poco van siendo trasladados en Europa. En España, en la Ley General de Sanidad de 1990 se crean los Comités de Ética e Investigación Clínica que sustituyen a los viejos Comités de Ensayos Clínicos. En cambio, los Comités Asistenciales de Ética sólo han fructificado en pocos centros, uno de ellos precisamente el del Hospital Universitario Carlos Haya, que contó durante años y de manera ininterrumpida con un Comité de Ética Asistencial.
Además de estos comités institucionales, poco a poco se van creando comités nacionales de bioética, como fue el caso en 1983 de Francia, el más conocido, o internacionales como el Comité ad-hoc d'éxpert sur la bioéthique por el Consejo de Europa de 1985; el Comité Internacional de bioética por la UNESCO en 1993; el de la Academia Pontificia por la Vida en 1994 por Juan Pablo II en el Estado Vaticano o en 1995 por el Presidente Clinton en EE UU: The National Bioethics Advisory Commision. Otros muchos se han ido creando. Llevado por esta corriente, en 1988 el Ministerio de Sanidad decide la creación de la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida (CNRHA) que no elabora su primer informe hasta ¡diez! años después. Sorprendentemente, el Ministerio de Ciencia y Tecnología creó otro Comité Nacional de Ética con unos objetivos muy parecidos al del Ministerio de Sanidad. Nadie ha justificado las razones de la necesidad de esta multiplicación de Comisiones Asesoras de Ética, ni de su falta de operatividad.
Las historias de estas dos comisiones son un buen ejemplo de lo que no debe ser una Comisión de Ética. Me he permitido esta breve e inevitablemente incompleta reseña para que el lector vea que hay alguna experiencia sobre la que aprender, tanto en España como fuera de ella, y que sería muy conveniente considerarla ahora que se ha creado en Andalucía un Comité Andaluz de Ética y de Investigación Biomédica.
Independencia, pluralismo, respetabilidad y capacidad de argumentación son condiciones imprescindibles de cualquier comité de ética ya sea local, autonómico o nacional. Un Comité de Ética es siempre un comité asesor, pero no (sólo) del aparato político o administrativo. Lo es sobre todo de la sociedad. Por eso, una vez creado, los informes y las propias deliberaciones de los comités deben ser públicos. La creación de Comités de Ética necesita de la regulación institucional tanto como también de su distanciamiento de las instituciones. Por eso es tan importante la prudencia en su generación, por lo que deberían iniciar su funcionamiento como comisión promotora, más que como comité establecido, encargada de hacer una especie de "oferta pública" de criterios de idoneidad, de convocatoria de aquellas personas que respondan a las características arriba reseñadas de independencia, respetabilidad y capacidad de argumentación. Crear un Comité de Ética o unas Comisiones de Ética para reforzar la ubicua presencia de la sociedad política en la sociedad civil, en los que los miembros están allí por su representación estamental o política más que ciudadana, es invertir la dirección de la flecha, pues la razón última de ser de las comisiones es probablemente la contraria, la de controlar a través del asesoramiento, del consejo y de la orientación del debate público, las naturales tendencias del poder político a intervenir desde su posición partidaria.
Un comité de ética es un instrumento no para resolver, sino para reflexionar y ayudar a reflexionar sobre aquellos conflictos que no tienen una única solución. En medicina esto ocurre todos los días. Frente a la macroética de los grandes conflictos que aparecen en los periódicos y de los grandes comités institucionales hay una microética de todos los días, imprescindible para resolver los conflictos de una manera argumentada. Los seres humanos lo somos por ser sujetos éticos. Aprender a justificarse éticamente es a lo que puede ayudar los comités de ética de las instituciones sanitarias. Desgraciadamente, los actuales comités de las instituciones sanitarias, constituidos por personas con representación estamentaria más que por su autoridad profesional o moral, más parecen instrumentos burocráticos que lugares desde los que se contribuya dialécticamente a fomentar una cultura ética en los centros sanitarios. Una cultura imprescindible para conseguir los objetivos de excelencia, que no son sólo los técnicos sino aquellos que identifican a la medicina como un humanismo científico.
Federico J. C-Soriguer Escofet es Jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Civil-Hospital Universitario Carlos Haya (Málaga). Ha sido presidente del Comité de Ética e Investigación de ese mismo centro y miembro del único Comité de Ética Asistencial que hubo en Andalucía. Autor de tres libros sobre aspectos relacionados con la práctica y la ética médica: ¿Es la clínica una ciencia? (Editorial Díaz de Santos) El sur como disculpa (Editorial Diaz de Santos) e Hipocrátes y los Becarios (Editorial Acento Andaluz).
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