Libertad
Algunas noches mi padre se levantaba de la mesa al acabar la cena, cambiaba la radio a onda corta y después de oírse unos gorgoritos bajaba el volumen, pegaba la oreja al altavoz y, con un movimiento de cabeza, me indicaba que pegara la mía en la puerta que daba la escalera. "Hay que ver, qué manías", protestaba mi madre. "Calla", decía mi padre separando la cabeza y poniendo el oído en la calle, "se oyen pasos, ¿no?", me preguntaba. Yo no oía nada, y mi madre recalcaba: "Pero qué pasos ni pasas; ¿o es que nadie puede pasar por la calle? Vuelve a ponernos Los formidables, anda". Y así sucesivamente.
Aquellas noches yo terminaba acostándome en la cama de mis padres, con la bienvenida de él y las protestas de ella, pero tardaba mucho en dormirme porque oía pasos. Anoche, cuarenta años después, sintonicé la emisión radiofónica de la BBC tras leer en los periódicos que sus dos más altos dirigentes habían dimitido al ser incriminada la emisora por el juez Hutton en el caso Kelly. Nada que ver con TVE, como entonces.
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