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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Carod, en deuda

El Gobierno catalán ha depurado las responsabilidades y ha pagado un elevado precio por el grave error político y flagrante acto de deslealtad cometido por su ex conseller en cap. Josep Lluís Carod Rovira ha pedido excusas, pero sólo por los aspectos formales del incidente, como si su deslealtad fuera la superficie del problema y la conversación con ETA el contenido del que no se arrepiente. Las cosas son exactamente al revés: el fondo de la crisis es precisamente su deslealtad al Gobierno del que formaba parte y al Estado de Derecho; y la forma que ha tomado esta deslealtad ha sido su contacto con ETA. Maragall anunció ayer la inmediata salida de Carod del Gobierno, pero esta renuncia no se había materializado anoche.

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No ha sido a la velocidad y según el método indicados de forma perentoria por el Gobierno de Aznar, pero la crisis ha terminado como debía: con la comparecencia del presidente de la Generalitat y del propio Carod ante la Diputación permanente, y con el cese de este último. Las consecuencias futuras para la estabilidad del tripartito, el daño infligido colateralmente a Rodríguez Zapatero y las heridas que ha producido en la imagen y en el prestigio de la Generalitat de Catalunya no enturbian lo que ha sido un ejemplo de comportamiento democrático del Gobierno catalán, del parlamento y de todos sus grupos, empezando por la oposición, a la hora de reaccionar ante problemas de esta envergadura, que exigen explicaciones a los ciudadanos que les han votado.

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Algo ha faltado, sin embargo, en este ejercicio parlamentario: una explicación pormenorizada del contenido del encuentro con los dirigentes de ETA, de lo que Carod no ha proporcionado ni un solo detalle. El ex conseller en cap sigue estando así en deuda con las instituciones a las que debía lealtad. Pasqual Maragall no ha descartado su futuro regreso al Gobierno si tiene un comportamiento leal con las instituciones. Esta reincorporación sería una burla si Carod no satisface a plenitud las exigencias que le ha planteado el propio Maragall: además de disculparse ante el Gobierno español, debe todas las explicaciones y valoraciones sobre el contenido de una reunión de varias hporas con la cúpula de ETA.

Pudo darlas ayer ante el parlamento catalán, que es también una institución del Estado, tal como aclaró un portavoz de ERC; pero no lo hizo y se limitó a ensalzar las obvias virtudes de la palabra frente a la violencia. Son muy pobres argumentos cuando se trata de aceptar la cita con la dirección de una banda terrorista que es la que impone los términos y condiciones de su reunión a su conveniencia. Carod puso en peligro muchas cosas, incluso su propia vida, pero probablemente para nada bueno, o en el mejor de los casos para nada. Pero de eso no dijo ni una palabra en el Parlament y habrá que esperar a que ETA difunda su habitual acta de la reunión para tener nuevos datos que podrían hacer sonrojar de nuevo al ex conseller en cap.

Otra parte de su intervención estuvo dedicada a desviar la atención de sus responsabilidades sobre el Gobierno de José María Aznar, algo que Carod debiera dejar para otros en vez de convertirlo en el leit motiv de su actuación política a partir de ahora, pues está en abierta contradicción con los buenos propósitos de su partido y del tripartito de evitar la vasquización de la política catalana. Y sin embargo, el Gobierno de José María Aznar debe a los ciudadanos una buena sarta de explicaciones sobre la filtración de un documento altamente sensible de sus servicios secretos y cuyos destinatarios están tasados. La crisis catalana está aparentemente cerrada; pero otra crisis, ésta sobre el uso abusivo de los servicios de información por parte del Gobierno, puede estar en ciernes.

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