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Columna
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Los años dorados

Yo les rogaría a los señores estadísticos que nos dejasen en paz a los valencianos. Todas esas cifras que últimamente publican los diarios desnudando nuestra situación, no nos hacen ningún bien y deberían corregirlas cuanto antes. En la Comunidad Valenciana hemos vivido muy felices durante los años pasados y, la verdad, nos gustaría continuar de la misma manera. Los valencianos hemos sido una comunidad modélica que se ha mostrado como ejemplo al resto del país numerosas veces. Como afirmaban nuestras autoridades, la vida nos sonreía y el resto del mundo nos envidiaba.

¡Qué extraordinario ha sido vivir estos años en la Comunidad Valenciana! Cada acción que se emprendía desde el Gobierno, por insignificante que fuera, hacía de nosotros una referencia que atraía las miradas de todo el mundo. Si nuestro presidente se había levantado modesto aquella mañana, nos convertíamos, simplemente, en un referente europeo o nacional. Pero lo común era que los valencianos nos convirtiésemos en una referencia mundial, como atestiguan con rigor las hemerotecas.

He conocido a hombres de negocios procedentes de nuestras poblaciones que, de visita en Rusia, en China, en Venezuela o, incluso, en Ceilán, se han sentido muy halagados por la admiración que despertaban entre sus anfitriones. Tan pronto estos descubrían que eran valencianos, les abrumaban con sus elogios, haciéndose lenguas de los logros que habíamos obtenido en la Comunidad. ¡Tiempos felices en los que, vestidos con nuestro traje de pioneros, y en los labios la alegre musiquilla de la referencia, los valencianos conquistamos el mundo!

¡Cómo hemos disfrutado todos estos años! Nuestra asistencia sanitaria no tenía parangón en Europa. Los nuevos hospitales se edificaban con habitaciones individuales, donde los pacientes recibían un trato personalizado. Infoville -brillantísimo ingenio- nos introdujo, de un día para otro, en la sociedad de la información. Poblaciones como Alcoi o Villena se convirtieron en ciudades digitales, sobre las que se discutía en los foros de medio mundo. Nuestra red de bibliotecas era un ejemplo que se apresuraban a imitar las demás regiones. Y, en cuanto a la enseñanza, es notorio que, bajo el mandato del consejero Tarancón, el mapa escolar se concluyó en varias ocasiones. Es cierto que algunos valencianos aprovecharon la situación mejor que otros, pero la publicidad era tan convincente que incluso quienes no participábamos en el reparto del pastel, nos sentíamos agraciados.

Y ahora llegan ustedes, señores de las estadísticas y, arrojándonos las cifras a la cara, pretenden robarnos nuestros sueños. ¿Qué es eso de decir que la Comunidad Valenciana está a la cola en camas hospitalarias, entre las regiones de Europa? ¿Cómo vamos a creer que nuestro gasto en bibliotecas sea inferior a la media española? Dígales usted algo, señor Maluenda, a esos estadísticos. Usted que, con su voz tronante, tantas veces a hecho callar a la oposición, ordéneles que revisen sus cifras, que se retracten, que se enmienden. Creen ustedes una comisión, señor Font de Mora. Propongan una conferencia de regiones maltratadas, hagan algo, cualquier cosa, para quitarnos la realidad de encima. No dejen que unos burócratas, en la impunidad de sus despachos, nos roben la imagen que con tanto esfuerzo habían construido ustedes de la Comunidad.

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