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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Carod, insuficiente

Las explicaciones ofrecidas ayer por el conseller en cap del Gobierno catalán, Josep Lluís Carod Rovira, sobre sus contactos recientes con ETA son totalmente insuficientes. La mitad de los consejeros del Gobierno del que forma parte militan en un partido cuyas sedes y actos públicos en el País Vasco han sido considerados "objetivo militar" por ETA. Amenaza ya materializada contra varios concejales, e incluso un dirigente del PSC como Ernest Lluch. Si la iniciativa fue de ETA, como afirma, Carod debió rechazar el contacto. La idea de que "estaba en el ambiente" la posibilidad de una tregua desborda subjetivismo: el consejero vasco de Interior ha negado reiteradamente que haya indicios de tal cosa. Más bien podría pensarse que a Carod le pudo la vanidad; el deseo de materializar la aspiración que expresaba en octubre pasado en una entrevista publicada en la revista del movimiento Elkarri: "No he hablado nunca con ETA, aunque me gustaría mucho hacerlo, y hablar de política, claro".

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Hablar de política con ETA no es un gesto inocuo, sin consecuencias; no estamos en el inicio de la transición, ni siquiera en el periodo anterior a la experiencia de Lizarra. El nuevo dirigente del PNV, Josu Jon Imaz, acaba de declarar que aquello es "irrepetible", y ha esbozado una autocrítica por la negociación que entonces mantuvo su partido con ETA. Tampoco estamos ante Terra Lliure, en cuya autodisolución, hace 12 años, Carod jugó un papel importante. Con lo que hoy se sabe respecto a ETA no caben gestos ingenuos, justificados con frases del tipo "hablando se entiende la gente": no cuando el interlocutor esgrime una pistola. Carod debe explicar de qué habló con ETA. La versión según la cual fue a pedir que no actuase en Cataluña, sin cuestionar que lo hiciera en el resto de España, es demasiado tremenda para resultar verosímil. Pero es el propio Carod quien le dio credibilidad con las explicaciones que ofreció en septiembre de 2002 sobre sus contactos con Otegi: que si se había limitado a pedirles que dejasen de actuar en Cataluña era porque él dirigía "un partido de ámbito catalán".

La excusa de que actuaba como secretario de su partido y no como conseller en cap suena a broma: ¿cómo separar ambas condiciones en una acción que era evidente que comprometía gravemente al tripartito? A ningún miembro del Gobierno vasco, por citar un ejemplo, se le ocurriría entrar en contacto con los jefes de la banda. Lo ha hecho el PNV, EA, incluso el propio Imaz cuando era eurodiputado. Pero nunca un vicelehendakari o siquiera un consejero de Interior. ¿Es posible que Carod Rovira ignorase las implicaciones de lo que hacía, incluyendo la utilización que ETA podía hacer en el futuro del asunto, las dificultades en que ponía a su partido, al que al parecer tampoco consultó, y no digamos a Maragall? ¿Ignoraba que el día en que la noticia se conociese, vía CNI o por filtraciones de la propia ETA, de lo que hay precedentes, el PP se encontraría con la mejor munición que podría soñar para la campaña electoral?

Si ignoraba todo esto, Carod es un incompetente que no merece ser el número dos del Gobierno catalán. Desposeerle de las competencias de relaciones exteriores, como ha hecho Pasqual Maragall tras desautorizar su encuentro con ETA, es una respuesta claramente insuficiente.

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