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Columna
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Esquerra y el alma de izquierdas

ERC consideró que su futuro estaba más en sustituir a CiU como referente del nacionalismo que al PSC como el de las izquierdas

Cuando se hizo pública la opción de Esquerra Republicana por el tripartito de izquierdas, algunos amigos socialistas me comentaban que el alma izquierdista de Esquerra se había impuesto a su alma nacionalista. Que la elección de Esquerra respondía más a una afinidad que a un cálculo y que, por tanto, la afinidad central, la más importante, era la izquierdista. Personalmente, opino exactamente lo contrario. Tengo la sensación de que la estrategia de Esquerra nace del cálculo -el tiempo nos dirá si acertado- y este cálculo transparenta precisamente que Esquerra tiene más confianza en su alma nacionalista que en su alma izquierdista. Intento explicarme.

Ya antes de las elecciones, cuando Esquerra estaba convencida de que podría optar entre socialistas y convergentes, sabía que los resultados le abrirían dos amplios horizontes alternativos de crecimiento. Por decirlo rápido: Esquerra podía crecer a expensas de los socialistas o de los convergentes, comiéndoles espacio a unos o a otros. Los resultados de las municipales demostraban que existían los dos frentes. Pero es obvio que el espacio político más accesible, más fácil de conquistar, sería precisamente aquel que quedase fuera del Gobierno. Ya con los resultados en la mano, si Convergència se quedaba en el Gobierno, blindaba su espacio político, reforzaba el papel de su líder, ponía en definitiva barreras al crecimiento de Esquerra en el espacio nacionalista. Por el contrario, si eran los socialistas los que gobernaban, evitaban una posible crisis interna, reforzaban el papel de Maragall, reunificaban esfuerzos y hacían también -en suma- que su espacio fuese más impenetrable. Con la elección de su socio de gobierno, Esquerra elegía también hacia dónde quería crecer. O hacía dónde creía que podría crecer. Pactar con los socialistas significaba optar por crecer en el espacio convergente. Pactar con los convergentes significaba optar por morder el espacio socialista. Esquerra escogió lo que sabemos que escogió. Consideró -y tal vez con razón- que su futuro estaba más en sustituir a Convergència como referente del nacionalismo que en sustituir al PSC como referente de las izquierdas. Ganó su alma nacionalista o, si se prefiere, su confianza en el activo nacionalista por encima del activo de izquierdas. Tras la sorprendente apelación a la unidad civil, a la integración de los inmigrantes de los años cincuenta, en la explicación pública de su opción por el tripartito de izquierdas Esquerra transparenta una declaración de impotencia: creen más fácil arañar votos convergentes en Vic que arañar votos socialistas en Cornellà, y perdón por los tópicos. Por tanto, optan por la estrategia que les ha de permitir crecer en Vic y, de hecho, renuncian a Cornellà. No a existir en Cornellà, por supuesto, sino a sustituir a los socialistas como referentes de la izquierda en Cornellà.

Por eso auguro una larga vida al tripartito: porque sus componentes se necesitan y, además, no compiten entre ellos. Esquerra está lanzada al desguace del electorado convergente. Los socialistas están tranquilos: no van a por ellos. Incluso los populares ven con regocijo este desguace, en el que creen que pueden participar también con un incremento de su espacio electoral. El PSC y Esquerra pueden competir por el poder, pero no por el espacio político. Esto explica el enorme desparpajo con el que los socialistas han planteado sus relaciones con Esquerra y las considerables tragaderas que Esquerra ha demostrado. Las esperanzas de crecimiento de Esquerra cabalgan hacia otro espacio político. Los socialistas no tienen nada que temer.

Algunos amigos de Esquerra, en un guiño entre nacionalistas, me decían que su opción era una apuesta por cambiar profundamente el mapa político catalán. Me decían que su entrada en el tripartito apuntaba a la creación de un mapa con una izquierda nacionalista fuerte (ERC), una derecha nacionalista fuerte (CiU) y, en los márgenes, una derecha y una izquierda en clave española debilitadas: PSC y PPC. Si la apuesta era ésta, la estrategia no podría ser más equivocada. Tengo la sensación de que la apuesta es otra, o como mínimo de que sería otro el resultado de esta estrategia si sale bien: una Cataluña con un mapa político más cercano al español, con un PSC fuerte, un PP en aumento y con Esquerra superando a CiU en el espacio explícitamente nacionalista por el que competirían, es decir, superando a CiU en la lucha por ser la guinda del pastel.

Vicenç Villatoro es periodista y escritor.

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