Berlusconi celebra sus 10 años en política con una crítica feroz al "totalitarismo" de los jueces
El primer ministro italiano afirma haber acabado con "50 años de guerra civil" en el país
El nuevo Silvio Berlusconi, quirúrgicamente rejuvenecido a los 67 años, reactivó ayer su campaña contra la judicatura y contra la izquierda. En un discurso ante unos 4.000 miembros de Forza Italia, el presidente del Gobierno italiano denunció el "régimen policial de los jueces" y dijo haber puesto fin a "50 años de guerra civil" en el país. El retorno de Berlusconi, tras un mes dedicado a la cirugía estética, resultó espectacular. Se presentó a la multitud como el hombre que "salvó a Italia del totalitarismo comunista" encarnado por la actual oposición y del "jacobinismo guillotinador" de los jueces.
Silvio Berlusconi quiso conmemorar de forma grandiosa sus primeros 10 años de actividad política. Reunió en el Palacio de Congresos de Roma a miles de entusiastas para un acto que comenzó con la proyección del vídeo de su primer discurso, emitido el 24 de enero de 1994 por todas sus televisiones, y siguió con el rezo del llamado "credo laico de Forza Italia", con frases como "creemos en nuestra cultura nacional, que todo el mundo admira y envidia". Cuando al fin subió al escenario, la sala estalló en vítores.
Después de casi dos horas de discurso encendido, algunos asistentes estaban casi en trance. Desde la tribuna, Berlusconi cerró el acto con la técnica de un telepredicador. "¿Habéis hecho bien al seguir la locura visionaria de quien os habla?", preguntó a gritos. La respuesta fue un "sí" atronador. El presidente del Gobierno quiso acercarse al público, pero la pasión colectiva obligó a sus escoltas a rescatarle. Un hombre mayor se arrojó de rodillas ante él. Otros muchos intentaron tocarle. El clamor del grito "¡Silvio, Silvio!" tardó minutos en apagarse.
La fiesta del Palacio de Congresos demostró que el "fenómeno Berlusconi" estaba lejos de extinguirse. Como 10 años atrás, la opinión pública internacional y muchos italianos le consideraban un personaje casi esperpéntico; pero otros muchos italianos seguían viéndole como un salvador digno de auténtica veneración.
Tras el rechazo del Tribunal Constitucional a la ley que impedía que se le juzgara por corrupción, tenía que conseguir que el Parlamento aprobara otra con rapidez para evitar una condena casi segura. También debía rehacer la ley de comunicaciones, que el presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, se negó a firmar, para consagrar legalmente su doble condición de máximo dirigente político y magnate hegemónico en los sectores de la televisión y la publicidad. Italia sufría la convulsión del mayor fraude financiero en la historia de Europa, el de Parmalat, y sufría una grave crisis de confianza en las instituciones: mientras el presidente del Gobierno arengaba a Forza Italia, la policía registraba la sede del mismísimo Banco de Italia. Pero Berlusconi aún gozaba del máximo crédito entre los suyos. Y podía mantener la esperanza de gobernar el país 10 años más, como le pedían sus colaboradores: los sondeos de intención de voto indicaban que la derecha estaba casi empatada con la izquierda, a pesar del desgaste y a pesar de las continuas crisis de las últimas semanas.
Silvio Berlusconi citó un artículo del sacerdote y filósofo Gianni Baget Bozzo, ideólogo de Forza Italia, que le definía como "un acontecimiento espiritual", para afirmar que no descendió a la arena política con el fin de librarse de la cárcel, como pensaba el centro-izquierda, sino para acabar con el "régimen policial de los jueces" que a principios de los noventa escarbaban en la corrupción generalizada de la clase política.
Burocracia togada
"El fascismo fue menos odioso que aquella burocracia togada que utilizaba la violencia en nombre de la justicia", proclamó, con palabras de Baget Bozzo. Habló del "rostro vengativo" del ex fiscal Antonio di Pietro (sin mencionar que en 1994 le ofreció un ministerio) y la sala prorrumpió en aplausos.
"Hace 10 años", afirmó, "los comunistas intentaron eliminar a sus adversarios por la vía judicial, una actitud malsana que forma parte de su código genético". Dijo que la Italia de 1994 era un país "envenenado y ensangrentado por una guerra civil permanente durante 50 años", a la que sólo él podía poner fin, y consumido por el "odio ideológico" sembrado por "el comunismo totalitario". "La izquierda ha intentado disfrazarse, se ha hecho un lifting, pero no le ha salido bien", siguió. "La anomalía no somos nosotros, sino la izquierda, y el uso que hace de la justicia como método de lucha política".
El magnate reivindica la memoria de Craxi
Silvio Berlusconi considera que la campaña anticorrupción lanzada por fiscales y jueces de Milán entre 1992 y 1994, conocida como Manos Limpias, no debió existir jamás.
Fue, según él, una maniobra comunista para hacerse con el control del país. Y el hombre que entonces encarnó la corrupción endémica de la clase política, el dirigente socialista Bettino Craxi, fue un mártir. Berlusconi quiere rehabilitar la memoria de Craxi, un presidente del Gobierno que siempre le protegió (a cambio, según los jueces, de una financiación ilegal estimada en 21.000 millones de liras, unos 2.000 millones de pesetas de entonces) y con el que mantenía estrechas relaciones.
Craxi fue un político grande, en lo bueno y en lo malo. Cuando se vio obligado a dimitir se exilió en su residencia de Hamammet (Túnez), donde murió, envuelto en el olvido, el 19 de enero de 2000.
En diciembre pasado, Berlusconi viajó a Túnez para rendir un homenaje ante la tumba de Craxi. Fue el primer paso hacia la conversión en héroe del ex secretario general del PSI.
Forza Italia apoya ahora una iniciativa para que una calle céntrica de Milán reciba el nombre de Bettino Craxi, y para que se le erija un monumento en la ciudad. Berlusconi mencionó ayer a Craxi como víctima de los jueces, y el público le tributó un largo aplauso.
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