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Forza Italia, un movimiento que depende de un hombre

Enric González

Silvio Berlusconi no es un político, sino un líder. Y Forza Italia no es un partido, sino un "movimiento" que "abre el camino de una nueva historia italiana", y "no nace de un sistema doctrinal, sino de la llamada directa de un hombre, Silvio Berlusconi, a un cuerpo electoral". Estas afirmaciones pertenecen a un texto presentado ayer por Forza Italia, bajo el título Carta de los valores, con motivo del décimo aniversario de la fundación de algo que en 1994 era una red de clubes locales y que ahora, convertido en movimiento, dice contar con 250.000 socios.

La definición ideológica de Forza Italia resulta generosamente amplia. El documento indica que se trata de "un partido (a veces sí lo es) liberal-popular y liberal socialista" que recoge las tradiciones del catolicismo liberal, del humanismo laico y republicano y del socialismo liberal. Intenta reconstruir, por tanto, la gran coalición de democristianos, socialistas, republicanos y liberales que hizo de Bettino Craxi el gran patrón de Italia entre 1983 y 1993. Sólo "los comunistas y quienes aceptan sus métodos", afirmó ayer Berlusconi, quedan fuera del espectro de Forza Italia.

Forza Italia tiene nombre de grito futbolístico y llama a los suyos "azules", como si fueran jugadores de la selección italiana. Fue ideada por un grupo de creativos de Publitalia, una de las compañías del imperio de Berlusconi, y organizada por un pequeño equipo de ejecutivos y vendedores.

Sin sucesor

En las elecciones de 2001 alcanzó casi el 29% de los votos y se convirtió en la formación política más importante del país. Su éxito ha sido extraordinario, pero su futuro es problemático: no tiene otro jefe que Berlusconi, y en una década ha demostrado ser incapaz de formar una generación de posibles sucesores. A la sombra del líder no hay nadie. Lo admite el propio coordinador de Forza Italia, Sandro Bondi, que lloraba de emoción durante el acto de ayer. La figura de Berlusconi es tan gigantesca que incluso sus enemigos dependen de ella: sólo el antiberlusconismo es capaz de unir a los partidos de izquierda.

Esta primavera, el forzismo celebrará un segundo congreso, tras el fundacional de 1994, para establecer algún tipo de estructura interna más allá de la devoción al líder. Nadie alberga, sin embargo, grandes esperanzas. El día que falte Berlusconi, Forza Italia "se desintegrará en semanas", dice el politólogo Ernesto Galli della Loggia, que acompañó a la formación en sus comienzos. Los otros partidos de la actual coalición de gobierno se disputarán el liderazgo de la derecha. Gianfranco Fini, que ha llevado a Alianza Nacional desde el neofascismo a posiciones casi centristas, se considera el sucesor natural, aunque esté por ver si es capaz de mantener unida su propia base y de evitar nuevas escisiones de los "fascistas puros", como la protagonizada por Alessandra Mussolini.

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