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Columna
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Reparto

Después de las últimas elecciones municipales, la izquierda tomó conciencia de que era necesario un reparto de papeles. Las multitudinarias movilizaciones contra la Guerra de Irak no se tradujeron en un voto de castigo contra el PP, porque buena parte del centro quiso seguir fiel a la política neoliberal, muchos barrios obreros no se sintieron motivados por las razones de la política internacional y algunos de los sectores más vivos del país decidieron seguir mostrando su desencanto político a través de la abstención. La derecha contó además con el apoyo de los medios de persuasión oficialistas, que minimizaron la pérdida de votos del PP, convirtiendo en victoria el que no se produjera un hundimiento esperado. No se le dio demasiada importancia al inicio de una nueva etapa, ni a la quiebra de las mayorías absolutas de la derecha. La paciencia se lleva mal con el pulso de los partidos, y la izquierda se planteó un reparto de papeles. El PSOE parece decidido a buscar el voto del centro, no sólo alejándose de Izquierda Unida, sino asumiendo un programa económico que ha dejado fríos a los sindicatos. Por su parte, Izquierda Unida deberá luchar contra la abstención juvenil y transformar en voz política la inquietud de los nuevos movimientos sociales. Las declaraciones de Rodríguez Zapatero y de Chaves distanciándose de los posibles pactos de gobierno entre las fuerzas de izquierdas cobran sentido en esta situación.

Habrá que ver si este reparto de papeles puede realizarse sin desembocar en una división agresiva o en una nueva guerra sucia. Izquierda Unida lo tiene difícil, porque se ve obligada a defender su espacio luchando al mismo tiempo contra el voto útil y contra una peligrosa imagen de viejo sectarismo. Resulta complicado volcarse en las críticas al programa socialista, ya sea en Andalucía o en España, cuando el electorado de izquierdas necesita derrotar como sea al Partido Popular. Pero también debiera andarse con cuidado el PSOE, porque sus viajes al centro suelen tener consecuencias a corto y largo plazo. Buena parte del predominio ideológico de la derecha neoliberal se debe a una época en la que el PSOE estuvo más pendiente de destruir todo lo que se moviese a su izquierda que de democratizar las instituciones y el tejido social español. Ganar el centro a través de una política neoliberal, olvidándose de la legitimidad de los impuestos sociales y del gasto público a la hora de cumplir una política solidaria, suelen conducir a la pérdida del voto en los sectores más pobres. Y no es que ese voto se vaya a la izquierda o a la abstención. La defensa de un economicismo no relacionado con la calidad de vida de los ciudadanos, sobre todo en países que reciben un alto número de inmigrantes, conduce a la lucha por la existencia, al miedo, al racismo y a las promesas demagógicas de la derecha. Cuando los gastos sociales del Estado están muy por debajo de las medias europeas, sean los gobiernos del color que sean, el viaje al centro resulta peligroso. Si el caladero de votos del PSOE está en el centro, el caladero de votos del PP está en los barrios obreros. Y más en Andalucía, comunidad en la que el PP no ha tenido aún la posibilidad de hacernos la vida imposible.

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