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LA POSGUERRA DE IRAK

El hombre más poderoso de Irak

El gran ayatolá Alí Sistani tiene la llave del futuro del país

Ángeles Espinosa

En mitad de los bombardeos estadounidenses contra Irak, aparecieron en Bagdad unas octavillas en las que Alí Sistani llamaba al levantamiento contra los invasores. Cualquiera que conociera la trayectoria del venerable anciano de barba blanca cuya imagen aparecía junto al texto, sospechó del supuesto edicto. El decano de los clérigos chiíes siempre ha defendido la separación de Estado y religión, una postura que le mantuvo alejado de la política durante el régimen de Sadam Husein, lo que no le evitó frecuentes periodos de detención domiciliaria por negarse también a respaldar las acciones del tirano.

Y sin embargo, desaparecido Sadam, miles de ojos se volvieron hacia la modesta casa de alquiler que el ayatolá ocupa en Nayaf, llamada el Vaticano chií por albergar allí la hauza (o seminario), desde donde predican sus enseñanzas cuatro de los cinco grandes ayatolás vivos y hacia donde miran los 130 millones de chiíes de todo el mundo desde India hasta Arabia Saudí, pasando por Pakistán, Líbano, Irán e Irak. Un 60% de los iraquíes siguen esa rama del islam, cuya práctica se basa en gran medida en la emulación de un guía espiritual. De ahí la importancia de las palabras y los gestos de este hombre de 74 años, el gran ayatolá que cuenta con más seguidores.

"Mi padre no ha dictado ninguna fatua contra la invasión estadounidense", explicó Mohamed Reza Sistani a esta corresponsal el pasado abril. "El único edicto que ha promulgado en estos últimos meses fue uno contra los saqueos hace unos días", añadió el hijo del ayatolá que actuaba de portavoz. Fiel a sus principios, "Su Santidad", como se refieren a él sus asistentes, no recibe ni a políticos ni a periodistas.

Desde su púlpito teológico, el clérigo pedía protección para su pueblo y rechazaba intervenir en política. A pesar de haber nacido en Irán, Sistani (Mashad, 1930), que se trasladó a estudiar a Nayaf en 1952 y empezó a dar clases allí 10 años más tarde, representa el ala tradicional de los chiíes iraquíes, contraria al activismo político de los religiosos. Esta actitud satisfizo a los ocupantes estadounidenses que durante los meses siguientes no escatimaron alabanzas a su moderación.

Sus mensajes para que los chiíes mantuvieran la calma y fueran pacientes han servido de freno a la impaciencia de clérigos más jóvenes y radicales, como Múqtada el Sader. También han animado a esa comunidad apartada secularmente del Gobierno a mostrar un comportamiento ejemplar durante las diversas celebraciones religiosas que les estuvieron prohibidas bajo Sadam. Pero todo tiene un límite, y cuando durante el otoño pasado el respetado sabio chií percibió que los planes de Estados Unidos podían escatimar a los chiíes iraquíes la representatividad que les corresponde por derecho (el prometido un hombre, un voto), rechazó el proyecto de transferencia de poder acordado con las autoridades locales designadas por Washington.

Ahora todo el mundo sabe que el ayatolá Sistani tiene la llave del futuro de Irak. "Queremos elecciones libres y no nombramientos", insiste dejando que sean otros los que agiten el fantasma de la movilización.

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Una mujer porta un cartel del ayatolá Sistani.
Una mujer porta un cartel del ayatolá Sistani.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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