"El buen gusto francés es peligroso para el arte"
El artista francés Arman (Niza, 1928) presenta cierto aspecto de fragilidad. Finas manos y voz suave con un leve acento italiano al hablar español. Cuesta trabajo creer que entre sus obras más celebradas se cuenten la explosión con dinamita de un MG blanco titulada White orchid (1963) o los 59 automóviles metidos en cemento de Long term parking (1975). La galería Malborough de Madrid dedica por primera vez una exposición individual a este artista, uno de los fundadores en 1960 del grupo de los llamados Nouveaux Réalistes entre los que se encontraban Raymond Hains, Jean Tinguely o Daniel Spoerri.
Es su primera exposición en Madrid pero no su primera visita a la ciudad. En 1951, junto al artista Yves Klein, fundó una academia de judo en la calle Recoletos. Por aquel entonces, este hijo de argelinos-españoles, de origen alicantino, todavía se hacía llamar Armand Fernández y no había saltado a la fama en el mercado del arte internacional con sus acumulaciones de objetos, sus basuras, sus combustiones o sus cóleras.
La muestra, que se expone hasta el 7 de febrero, presenta la obra más reciente de Arman: cerca de 30 lienzos de fuerte colorido con piezas pegadas de instrumentos musicales, realizados en los dos últimos años. "Se trata de un desarrollo novedoso en mi obra porque son pinturas hechas sobre caballete y el uso del caballete es prácticamente nuevo para mí", asegura el artista. La música, sin embargo, ha sido un tema recurrente en su obra: "He trabajado con instrumentos musicales y con otros objetos en etapas anteriores, en mis obras de acumulación y destrucción. El cubismo de Picasso y Braque, que trabajaron el tema de la música, también me influyó". Considera que "las pinturas con instrumentos musicales son más fáciles porque existe una conexión; sus formas están directamente relacionadas con la naturaleza, están conectados con la realidad vegetal o animal, como la voluta del violonchelo o la forma de la guitarra con un cuerpo de mujer".
Conocido por la quema, el troceo y el despiece de guitarras, violines o pianos, reconoce que siempre escucha música mientras trabaja, "desde Mozart o Bach hasta flamenco o cantantes como Edith Piaf, Jacques Brel o Nina Simone". Su padre tocaba el violonchelo y él empezó con el piano de niño. "La teoría de Freud diría que he roto el violonchelo de mi padre", bromea.
Dice sentirse "muy contento" de su parte española "porque el buen gusto francés es una cosa muy peligrosa para el arte". "Lo que más me importa es la locura esencial. Locura que se traduce también en el flamenco, en las corridas de toros, en todas las cosas que son tan españolas. Esto vuelve más vivo al arte", asegura. "Un artista nunca debe hacer su obra pensando en lo que le va a gustar al público. Si trabaja con la idea de complacer al público no funcionará", afirma tajante, aunque confiesa que algunas veces, para marchantes que quieren hacer una exposición más fácil de vender, "he hecho cosas un poco más fáciles. Un pecado. No soy completamente inocente".
Arman no duda que "lo más importante para un pintor es el impacto visual; la filosofía o el comentario social vienen después, aunque estén también representados". "El grupo de artistas que empezamos el Nuevo Realismo (Hains, Spoerri...; no Klein, él era más metafísico), a finales de los cincuenta hacíamos un comentario social. Tuvimos una visión de la sociedad de consumo que estaba por llegar. Nuestra postura era diferente de la de los artistas pop norteamericanos que hacían una celebración del consumo, no una crítica", afirma.
Duchamp y Nueva York
Residente habitual del Chelsea Hotel de Nueva York en la década de los sesenta, en su primera visita a esa ciudad Arman conoció a Marcel Duchamp. "Muy joven descubrí el cubismo y el surrealismo. A todos los artistas y poetas de estos movimientos les considero los Caballeros de la Tabla Redonda y para mí el rey Arturo fue Marcel Duchamp, a quien tuve la suerte de conocer muy bien y ser amigo suyo. De entre todos los artistas ha sido el mejor jugador de ajedrez que he conocido", recuerda.
Arman obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1972. Hoy afirma que cuando piensa en la política norteamericana siente "vergüenza por ser americano". "Tenemos un cretino por presidente que está desarrollando una política brutal económica y políticamente, con la que no estoy de acuerdo".
Babelia
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