Franquismo sin Franco
En sus ocho años en La Moncloa, y muy en particular en el bienio negro 2002-2003, José María Aznar ha consolidado al PP como la expresión contemporánea y exitosa del franquismo sin Franco, como el partido que representa lo esencial del ideario, los valores y los intereses de los ganadores de la Guerra Civil, aunque, eso sí, adaptados a una situación de democracia formal y pertenencia a la OTAN y la Unión Europea. Ésta es la tesis de La aznaridad, el libro póstumo de Manuel Vázquez Montalbán, su testamento político. El mismo Aznar, señala el ensayista y novelista barcelonés, ha finalizado sus dos mandatos presidenciales "con maneras de Caudillo" y con "Santiago y cierra España" como principal programa.
LA AZNARIDAD
Manuel Vázquez Montalbán
Mondadori. Barcelona, 2003
359 páginas. 17 euros
Estamos ante un panfleto en
el sentido más noble de la palabra, un texto de combate, apasionado e irónico, exagerado en algunas ocasiones y en otras muchas más lúcido y valiente. En él Aznar es presentado como alguien con similitudes con Franco, y no sólo ideológicas y políticas. El inspector de Hacienda castellano comparte con el general gallego muchos complejos personales en lo físico e intelectual, una gran ambición y un autoritarismo profundo. También la condición de triunfador. Vázquez Montalbán certifica que la Segunda Transición de Aznar ha conseguido su objetivo: "Un nacionalcatolicismo sin Franco". España, escribe, fue bajo el caudillaje dictatorial de Franco "una insoportable unidad de destino en lo universal", y bajo el caudillaje obtenido en las urnas de Aznar se ha convertido en "una no menos insoportable unidad de desatinos".
Aznar empezó jugando más o menos por el centro a falta de una mayoría absoluta, pero cuando la obtuvo en el año 2000 se derechizó todo lo que permite el marco constitucional y la situación internacional. Y como ya hizo Franco, se puso incondicionalmente al servicio de las cruzadas del imperio estadounidense, ayer contra el comunismo, hoy contra el llamado "terrorismo internacional". En el proceso Aznar acabó aceptándose a sí mismo tal como es: "desaforado y chillón", "trágicamente antipático".
Vázquez Montalbán falleció en Bangkok en octubre de 2003, antes de que el PP comenzara su campaña de satanización de la izquierda catalana, victoriosa en la lucha por la Generalitat. Pero en su libro reflexiona largo y tendido sobre la política aznarista de acoso y derribo del PNV. La principal baza del PP, subraya, ha sido "desmesurar el problema vasco", "como si sobre las espaldas vascas se estuviera edificando un nuevo monasterio de El Escorial simbólico y en la ría de Bilbao cupiera la batalla de Lepanto decisiva". Sabido es que estos ataques al PNV le dan al PP buenos réditos electorales en "esa España sin problemas para ser España", pero Vázquez Montalbán, como muchos otros que no se dejan llevar por las vísceras situadas al sur del cerebro, se teme que estén ensombreciendo el porvenir de todos.
La aznaridad critica severamente al PSOE de Zapatero por haberse dejado arrastrar por el PP a un enfrentamiento frontal y peligroso con todo el nacionalismo vasco. Habiéndose liado a la cabeza su adorada bandera rojigualda, el PP ha querido monopolizar la Constitución de 1978, reducida, en su visión, a apenas un artículo: el de la sagrada unidad de la patria española. Pero el "constitucionalismo" del PP de los que "matan Constituciones", de los que las hacen odiosas. El escritor, que nunca militó en ningún nacionalismo, ni españolista ni periférico, propone otra actitud ante los asuntos vasco y catalán. Amenazar con la intervención de la Guardia Civil sólo complica las cosas; hay que ofrecer, afirma desde el más allá, alternativas políticas, un nuevo "pacto de integración de gentes, de cohabitación de memorias, culturas y lenguas".
Con mordacidad Vázquez
Montalbán da cuenta de los estrepitosos fracasos del bienio negro del aznarismo: el Prestige y su chapapote, la sumisión a Bush en la guerra de Irak, el enfrentamiento con Marruecos y la grotesca reconquista de Perejil, la subida espeluznante de los precios de la vivienda, la generalización del empleo precario, el alza de la delincuencia, el banderazo de la madrileña plaza de Colón, el decretazo que provocó una huelga general, la boda en El Escorial de la hija de Aznar, los agujeros del tren de mediana velocidad Madrid-Lleida, la muerte de los militares en el accidente del Yakolev
... Pero augura que incluso esos desastres serán insuficientes para desplazar al PP del Gobierno "si los socialistas no lo hacen mejor y no consiguen salir del síndrome de guiñol". Zapatero, especialmente en su política vasca, ha sido víctima del "abrazo del oso, la mejor llave de lucha libre que emplea Aznar".
En cambio, el PP lo tiene claro. Rajoy, augura La aznaridad, secundará a su caudillo Aznar en la cejijunta estrategia españolista como principal argumento para obtener la victoria electoral en las legislativas de marzo. El precio a pagar será una mayor complicación de las situaciones en Cataluña y Euskadi, pero sabemos que a la derecha aznarista eso le importa un rábano. Siempre le quedará la Guardia Civil, las Fuerzas Armadas y el amigo norteamericano.
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