Promesas y hechos
Esos millones de euros que la Generalitat y el Ayuntamiento han prometido a los alicantinos para recuperar el centro de Alicante, no creo que logren su propósito. Sobre todo, porque es muy difícil que unas cantidades tan impresionantes lleguen alguna vez a su destino. Y, aunque así fuera, dudo que nuestros concejales si hemos de juzgarles por sus obras, hasta el momento supieran aprovecharlos como es debido. Hace falta algo más que dinero para enderezar una ciudad torcida hace tiempo.
Seguramente, la intención de los gobernantes es sincera al asignar esas partidas millonarias para mejorar Alicante. ¡Líbreme Dios de pensar mal de unas personas tan honorables! Lo que sucede es que, por unas cosas o por otras, estos asuntos nunca salen como uno había previsto. A la hora de la verdad, siempre se retrasan los proyectos, fallan los concursos, no se cumplen los plazos o aparecen asuntos de toda urgencia, a los que no queda más remedio que atender. Y así, la entrega del dinero se va retrasando de un día para otro, hasta que no queda otro remedio que trasladar la partida al presupuesto del año siguiente, en espera de mejor ocasión.
Pero aunque fuera cierto, y esos millones de euros que anuncia la Generalitat se invirtieran hasta el último céntimo en regenerar el centro de Alicante, los problemas continuarían sin solución. No son cuestiones de estética las que están vaciando estas calles de la ciudad, sino agudos conflictos de urbanismo, que las autoridades no saben cómo solucionar. Nuestros regidores tienen una idea muy particular de estos asuntos. ¿Qué otra cosa cabe pensar cuando, para vitalizar la zona, se decide proyectar unas películas al aire libre, durante el verano, en la plaza de Gabriel Miró? ¿O se celebra un concierto de rock, a las doce de la noche, en la Explanada, con el propósito de estimular el comercio?
Para recuperar el centro de Alicante, yo confío más en otras iniciativas que en la acción del Ayuntamiento o en el dinero que traiga la Generalitat. Confío más, por ejemplo, en el trabajo del Colegio de Arquitectos, que me parece digno de admiración. En lugar de explicar teóricamente cómo se debe recuperar una ciudad, los arquitectos alicantinos están construyendo su nueva sede en un antiguo inmueble de la plaza de Gabriel Miró. A esto se le llama predicar con el ejemplo. También la Diputación Provincial ha anunciado que trasladará el Instituto Gil Albert a un edificio en la proximidad, la Casa Bardin, que se dispone a rehabilitar.
Si la Universidad logra, como pretende, la propiedad del antiguo edificio de Correos, hay grandes posibilidades de que esta zona de Alicante se recupere en poco tiempo. Las actividades culturales que se desarrollarían entonces en el espacio comprendido entre Ramón y Cajal (actual sede de la Universidad), Gabriel Miró y San Fernando, la convertirían en un eje de primer orden. La aparición de un público nuevo, con presencia de estudiantes, atraería, sin duda, servicios y comercios, desplazando los guetos creados por la inmigración. Si el nuevo edificio universitario cuenta, además, con una biblioteca abierta las 24 horas, el éxito puede ser completo. De producirse, tendría enormes consecuencias para el centro de Alicante.
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