Ramón Barea traza una crónica sentimental de la España de 1959
Álex Angulo, Rosana Pastor y el niño Pablo González encabezan el reparto de la tragicomedia 'El coche de pedales'
Al director Ramón Barea (Bilbao, 1949) le pareció la España de 1959 un paisaje adecuado para contar en su segunda película, El coche de
pedales, una parábola sobre el deseo de encontrar una forma de comportarse. "Podría ser en 2000, pero entonces Pablito tendría una playstation, no querría un coche, y tendría miedo a salir por la noche, no a los pasillos de su casa", contaba el también actor en la presentación del filme, que llega hoy a los cines.
El coche de pedales es una crónica sentimental de la Semana Santa de 1959, en la que Pablito (Pablo Gómez), un niño de nueve años, se encapricha de un auto de juguete que sus padres (Álex Angulo y Rosana Pastor) no pueden comprarle, y en su intento de conseguir el dinero, hucha en ristre, visita la España de los vencedores, su familia materna, y de los vencidos, la paterna. "Hay algo de cosa personal, de terror de infancia, que me persigue. Recuerdo cuando de pequeños nos decían que el cielo era el paraíso donde nos encontraríamos con la tía Emilia, para que luego, años después, la Iglesia nos dijera que era una metáfora", reflexiona el realizador, que interpreta a Don Quijote en Morir cuerdo y vivir loco, la pieza teatral escrita y dirigida por Fernando Fernán-Gómez que acaba de estrenarse en Zaragoza.
Su condición de actor lo lleva a amar a los personajes, y de ahí que sus películas sean tan corales. "En el casting de los niños vi a muchos que habían hecho anuncios, y no me gustaron. Eran excesivamente graciosos o guapos, y yo quería a un niño pálido, que acabara de pasar unas anginas, un niño de la España sin calefacción central". Al final se quedó con Pablo Gómez, un niño de ocho años sin experiencia. Con su amigo Álex Angulo, Barea comparte proyectos desde hace 20 años. "Formamos parte de Cómicos de la Legua, una compañía independiente de teatro de Bilbao, y hemos hecho muchas cosas juntos". De Rosana le gustó su "belleza pulcra de las buenas cristianas. Ella no es así pero tiene ese punto".
Babelia
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