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Columna
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¿Francia nos estrangula?

Posiblemente el fracaso más serio de los ocho años de Gobierno del PP en materia de movilidad, haya sido la incapacidad para que Francia abriera su frontera sur, aunque más preocupante es que ninguno de los programas electorales hasta ahora conocidos hable de cómo encarar el tema. Digámoslo claramente, en lo que llamamos movilidad sostenible, la falta de entendimiento entre los dos países amenaza nuestro comercio con Europa.

Algunas datos para situarnos:

a) El 2003 se ha cerrado con una media de casi 22.000 camiones diarios cruzando los Pirineos. Ello supone duplicar las cifras de hace una década.

b) El ferrocarril ha seguido sin superar los insignificantes 5 millones de toneladas en todo el año.

c) A pesar de que Francia prevé invertir casi 9.000 millones de euros en al ferrocarril, en el corto plazo, para lo que ha subido el gasóleo en tres céntimos/ litro para financiarlos, poco va a reflejarse en el paso por los Pirineos. En nada, por la parte Atlántica y por la mediterránea, sólo el Figueres-Perpiñán, una solución incompleta, pues no hay plan alguno para mejorar el enlace con Montpellier.

c) En una época en que las recomendaciones de Kioto y la política de transporte de la UE pretenden, con razón, disminuir el tráfico por carreteras, los franceses lo han tenido fácil para desestimar las cuatro propuestas de actuación sugeridas por Fomento (Pamplona-Orthez, Lleida-Viella-Toulouse, Barcelona-Puigcerdá-Toulouse y Zaragoza- Somport-Pau).

Nadie puede decir que los franceses nos hayan engañado. Eran todavía tiempos de la primera legislatura cuando Aznar en la cumbre franco-francesa de Santander todavía esperaba que los franceses "cumplan con el plazo del 2004" para la conexión por alta velocidad. Entonces Jospin aviso: "Ambos países deben abordar sin crispación la búsqueda de soluciones teniendo en cuenta los problemas de seguridad y de protección del medio ambiente". Al menos cedieron en la solución catalana del Figueres-Perpignan.

Este aislamiento que se dibuja es mucho mas duro si se observa el entusiasmo con que en Francia se ha abordado el túnel alpino de 52 Kms como parte de la línea Lyón-Turín o el TGV completo París-Estrasburgo.

A uno le parece que esta falta de acuerdo es tanto o más grave que las discrepancias sobre la Constitución europea, pues mientras que un texto legal puede ser acordado en pocos meses, ahora estamos hablando de planes que sobrepasan el 2020. Todo ello en un momento en que ni Bruselas ni Madrid parecen tener capacidad alguna para pedir solidaridad a los franceses.

Mientras, Cataluña produce una sana envidia. Sus dirigentes fueron los únicos con capacidad para prever la situación actual. Desde principios de los 90, Albert Vilalta, antes de ser secretario de Estado con Arias Salgado en Fomento, trabajaba para la Generalitat catalana para impulsar un AVE hasta la frontera que, con independencia de la velocidad que éste alcanzase, conectara por ancho europeo las cuatro capitales catalanas, y tuviera excelentes sistemas de intermodalidad, de los puertos de Barcelona y Tarragona y de los aeropuertos de Girona, Reus y El Prat, con la red ferroviaria europea.

A la hora de hablar del concepto de España, sus vías de comunicación y comerciales son enormemente importantes, aunque acerca de su viabilidad poco se vaya a debatir en la campaña electoral que empezamos.

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