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Reportaje:

Afganistán necesita más tiempo para elegir

Los europeos están convencidos de que el empeño de EE UU en celebrar elecciones tiene que ver con su propia carrera presidencial

Ahora que la Loya Jirga afgana ha aprobado una nueva Constitución, Estados Unidos y el presidente Hamid Karzai insisten en su decisión de celebrar elecciones presidenciales este mismo año, según el calendario establecido por los Acuerdos de Bonn en diciembre de 2001. Sin embargo, la ONU, numerosos países europeos y occidentales, y las organizaciones de ayuda en Afganistán son partidarios de retrasar las elecciones, mientras que el Gobierno afgano está dividido al respecto.

Los 22 días de drama y debates encarnizados que precedieron a la conclusión de la Loya Jirga (Gran Asamblea), el día 4 de enero, han vuelto a sacar a la luz las profundas divisiones étnicas en el país, unas divisiones que, según expertos afganos, es preciso cerrar antes de ninguna otra cosa. Mientras tanto, las condiciones de seguridad siguen siendo precarias, especialmente en el sur del país, donde los talibanes han reaparecido y matado desde agosto a 400 civiles, policías y miembros de las organizaciones asistenciales.

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En la ciudad meridional de Kandahar, el número de muertos ascendió el martes de la semana pasada a 16 (de ellos, ocho niños), cuando explotaron dos bombas en una zona concurrida y próxima a una base del Ejército afgano. La carnicería fue el peor atentado atribuido a los talibanes desde julio. Otros 12 hazaras murieron en la provincia limítrofe de Helmand ese mismo día, al caer su vehículo en una emboscada. El lunes anterior, unos pistoleros atacaron las oficinas del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados en Kandahar, arrojaron una granada y realizaron varios disparos, pero nadie resultó herido. Kandahar era la cuna y el bastión de los antiguos talibanes.

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Al día siguiente, en una rotunda advertencia, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, dijo que el proceso de paz en Afganistán se encuentra en un "momento crítico" y se enfrenta al "deterioro, precisamente cuando el proceso exige lo contrario".

Dado que no se ha incrementado la presencia además de Kabul de las fuerzas internacionales de paz bajo los auspicios de la OTAN, que la ayuda occidental para los grandes proyectos de reconstrucción es muy escasa y que los talibanes están volviendo a surgir en el sur del país, muchos de los 502 delegados en la Asamblea afirmaron que es preciso garantizar los medios de vida y la seguridad antes de realizar elecciones.

También ese día, Annan declaró que el plan de la ONU para inscribir a 10,5 millones de votantes antes de junio no puede llevarse a cabo debido a la falta de seguridad. En una entrevista realizada en Kabul a finales de diciembre, Reginald Austin, responsable del equipo de inscripción de votantes de la ONU, dijo que, hasta entonces, sólo había podido inscribir a 150.000 personas, pese a que estaba previsto que, a estas alturas, se hubiera inscrito a medio millón. Naciones Unidas ha tenido que retirar a sus equipos de inscripción del sur de Afganistán por la falta de seguridad.

El representante especial de la ONU, Lakhdar Brahimi, que salió de Kabul hace una semana tras el fin de sus dos años de misión en Afganistán, declaró en una entrevista que "las elecciones deben ser el final del proceso político y de estabilización, y no el principio".

Sin embargo, fuentes diplomáticas occidentales en Kabul dicen que la Embajada de Estados Unidos ha comenzado la cuenta atrás para que se realicen elecciones presidenciales entre junio y septiembre. Washington ha duplicado su ayuda a Afganistán, hasta 2.000 millones de dólares para 2004, en un intento de reconstruir la economía y acelerar la formación de las fuerzas de seguridad afganas antes de las elecciones.

Los funcionarios estadounidenses en Kabul dicen que, en junio, el nuevo Ejército nacional afgano tendrá una composición de 10.000 soldados y 20.000 policías habrán recibido formación. Además, los estadounidenses han terminado de reconstruir la primera carretera importante en el país, entre Kabul y Kandahar.

Estados Unidos insiste en que las elecciones se celebren este año, tal como se acordó en Bonn. Dichos acuerdos estipulaban que las elecciones presidenciales y parlamentarias se llevaran a cabo en junio, como muy tarde, pero los representantes estadounidenses aseguran que, si bien hay que celebrar elecciones presidenciales este año, las parlamentarias se pueden llevar a cabo posteriormente. No obstante, según la nueva Constitución, lo único que necesita hacer el presidente Karzai antes de junio es proclamar un decreto con la fecha de las elecciones, lo cual significa que no tiene por qué respetar el acuerdo de Bonn.

El 8 de enero, Zalmay Khalilzad, embajador y enviado especial de EE UU en Afganistán, declaró a los periodistas en Washington que, en su opinión, las elecciones podrán realizarse este año. La inscripción de votantes ha comenzado despacio, dijo, pero todavía es posible compensar ese retraso. Añadió que, al volver a Kabul, iba a reunirse con la ONU y otras partes para examinar "qué podemos hacer para acelerar el proceso y que los plazos se cumplan".

Los diplomáticos europeos se muestran reacios a apoyar la celebración de las elecciones en el plazo más breve posible, y dicen que la prisa de Estados Unidos se debe a que el presidente George W. Bush quiere tener un éxito que mostrar a los votantes de su país en noviembre de 2004, y no tiene nada que ver con la realidad de Afganistán.

Los representantes de la ONU en Kabul dicen que la resistencia europea afecta también al bolsillo. Los europeos se han negado a aportar dinero extra para Afganistán este año, dicen los funcionarios estadounidenses, a pesar de las peticiones hechas separadamente por el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa. Los enviados europeos afirman que, a su juicio, Afganistán se gobierna cada vez más en virtud de los intereses de Estados Unidos, según un programa elaborado en Washington, y no como un esfuerzo multilateral encabezado por la ONU, proyectado en Bonn y que la falta de seguridad sobre el terreno hace imposible.

"Tenemos que garantizar que las elecciones se celebren en condiciones de seguridad, resulten dignas de confianza para los afganos y ayuden a impulsar el proceso político, no a retrasarlo", explica Francesc Vendrell, representante de la Unión Europea en Kabul. "Desde el punto de vista técnico, no es posible que haya elecciones en junio", añade.

El Gobierno afgano también está dividido sobre la cuestión. El presidente Karzai y sus principales colaboradores son partidarios de unas elecciones cuanto antes, y explican que, en el pasado, los dirigentes afganos nunca han sabido retirarse llegado el momento. "Necesitamos celebrar elecciones para poder disponer de legitimidad y contar con el mandato necesario para hacer las transformaciones que el país necesita", dice el ministro de Finanzas, Ashraf Ghani. En cambio, otros miembros del Gabinete están a favor del retraso. El vicepresidente Amin Arsala afirma que, antes de las elecciones, la seguridad tiene que mejorar y los afganos deben beneficiarse de la reconstrucción y la creación de empleo. Además, dicen fuentes de la ONU, existen varios programas importantes que acaban de comenzar y que, desde luego, no darán fruto antes de junio: entre ellos, un proyecto de 20 millones de dólares (15,8 millones de euros), coordinado por la ONU y Japón, para desmovilizar a 100.000 milicianos.

Los estadounidenses han visto con optimismo la aprobación (aunque sea con retraso) de la nueva constitución del país, que, en contra de lo que se esperaba, refleja la mayoría de los requisitos exigidos por los donantes occidentales, como un sistema presidencial fuerte y la igualdad de derechos para las mujeres y las minorías religiosas y étnicas. "Los afganos han aprobado una de las constituciones más progresistas del mundo islámico", dijo el domingo Khalilzad a los periodistas.

Ahora bien, la Loya Jirga sirvió también para sacar a la luz las brechas étnicas que siguen abiertas en el país. Los pastunes, que constituyen el 40% de la población, pero que han vivido marginados y humillados desde 2001 porque los talibanes se apoyaban en ellos, están de nuevo en el primer plano de la política.

Apoyaron la exigencia de Karzai de que haya un centro fuerte porque consideran que les interesa el resurgimiento de los pastunes moderados, un factor importante ahora que éstos se enfrentan a la reaparición de los talibanes en sus regiones. Pero Karzai, que es pastún, tiene que garantizar ahora que su grupo étnico no engendre hostilidad entre las minorías étnicas y apoye un Estado verdaderamente multiétnico, en vez de intentar dominar al resto como ha hecho durante siglos.

Un sólido grupo de fundamentalistas islámicos, que exigían más leyes islámicas y más control del poder judicial, intentaron apoderarse de la Asamblea, sin éxito. En cambio, un sólido bloque de grupos étnicos minoritarios, procedentes del norte de Afganistán (uzbecos, tayicos, hazaras, turcomanos), exigió un sistema parlamentario de gobierno y mucha más autonomía para las provincias. Al final, a estos grupos étnicos se les apaciguó con ciertas concesiones sobre el uso de lenguas minoritarias y una mayor supervisión de las decisiones presidenciales. "La brecha entre los pastunes y los no pastunes está presente", dice Vendrell. Aunque la aprobación de la Constitución representa un hito fundamental en el regreso de Afganistán a la normalidad, es evidente que hay que hacer mucho más antes de poder celebrar elecciones.

Traducción: M. Luisa Rodríguez Tapia.

Delegados afganos en la Loya Jirga rezan antes de comenzar los debates constitucionales.
Delegados afganos en la Loya Jirga rezan antes de comenzar los debates constitucionales.ASSOCIATED PRESS

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