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La precariedad sanitaria se llama MIR

Los médicos en formación asumen la saturación de los hospitales con jornadas interminables

Patricia Ortega Dolz

¿Sabía usted que cuando acude a un servicio de urgencias de cualquier hospital de España le atiende, en un 90% de los casos, un joven Médico Interno Residente, más conocido como MIR o médico en periodo de formación especializada? Lo que eso significa es que el médico que escucha sus dolencias -que puede llevar ejerciendo su profesión un mínimo de días y un máximo de cinco años- probablemente esté trabajando una media de 20 horas seguidas, si va usted de urgencias por la noche, o más de 30, si va usted de día, porque empalma el turno de una jornada con la siguiente.

Significa también que a ese médico, que trata de dar solución a su problema de salud, le pagan cada hora de guardia (aparte de sus ocho horas diarias de trabajo en planta) a unos 6 euros, sea de noche, de día o festivo.

Los residentes tienen un sueldo base de 720 euros y por cada hora de guardia cobran 6
El Ministerio prevé sacar un Real Decreto que regule la situación a finales de este año

MIR además quiere decir que el sueldo base de uno de estos médicos, que han hecho una carrera de seis años, pasado una oposición nacional a la que se presentan cada año 10.000 licenciados y obtienen plaza menos de la mitad y que hacen un mínimo de cinco guardias al mes, es de unos 720 euros. Y significa también que, durante la jornada de trabajo del día siguiente a la guardia -no suele librar, contra numerosas sentencias judiciales y directivas europeas-, ese médico puede no estar cubierto por su seguro del Colegio de Médicos ante cualquier incidencia.

En definitiva: la precariedad laboral sanitaria se llama MIR y no es una estación espacial. Se trata de la denominación que reciben los más de 20.000 médicos licenciados que en España desarrollan el periodo de formación especializada (de tres, cuatro o cinco años), sin la garantía de un puesto de trabajo posterior a esa etapa.

Los MIR son los que actualmente cargan con la mayor parte de la saturación de pacientes de los hospitales, trabajando a destajo y realizando jornadas interminables a la mitad del precio que cualquiera de los aproximadamente 35.000 médicos especialistas o adjuntos que hay en España.

"Se aprovechan de nuestra juventud y de nuestro entusiasmo y lo justifican todo argumentando que es bueno para nuestra formación", dice Eva Aguilar, en su segundo año de residente en un hospital de Madrid, con la especialidad de Medicina Interna.

Y eso es lo que pone en el contrato que firman: "La prestación de servicios docente-asistenciales del residente será de 1.638 horas anuales (...) No obstante, y con la misma finalidad docente-asistencial, el residente estará obligado a realizar, por encima de esas horas, las guardias que exijan las necesidades organizativas del Centro durante las 24 horas del día. Esas horas no tendrán consideración de extraordinarias."

El problema es que las necesidades de cada centro son muy variadas y, a falta de un marco legal que iguale y defina la situación de los MIR, las condiciones de trabajo de estos jóvenes doctores quedan a discreción de la dirección hospitalaria o del médico adjunto que les debe supervisar.

"La posibilidad de librar el día siguiente a la guardia depende de cómo sea el adjunto y del sentido de responsabilidad del residente. Legalmente debes librar, pero si te vas a tu casa hay una planta con pacientes que puede no verse adecuadamente. Además, realmente no estamos supervisados como deberíamos", dice Julio Alonso, residente de quinto año de la especialidad de Interna.

El hecho de que no exista ningún tipo de regulación sobre su actividad, desde que en los años 60 surgiera la modalidad de residente, implica una gran confusión de prioridades: ¿va primero la atención al paciente o la responsabilidad de no asumir riesgos que puedan generar negligencias?; ¿va antes la formación del médico o las necesidades del servicio?

Llegado este punto, y tras las reiteradas quejas de los MIR, la Asociación Estatal de Médicos Internos Residentes (AEMIR: www.aemir.org) y la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) han elaborado una propuesta de Estatuto del MIR para que se incluya en el Real Decreto sobre la formación especializada, que prevé la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias (LOPS), aprobada en noviembre.

La propuesta de Estatuto recoge seis reivindicaciones fundamentales: que se establezca "una relación laboral especial" con los MIR por el doble componente de su actividad formativo-laboral; que se siga plenamente la Directiva Europea 2000/34 respecto al número de horas de trabajo (establece un máximo de 48 horas semanales de media); que las guardias se libren obligatoriamente; que se determine el tiempo dedicado a tareas asistenciales, docentes e investigadoras; que se defina de forma más precisa la asunción progresiva de responsabilidades; y que los residentes siempre tengan la supervisión presencial de un adjunto.

Desde el punto de vista del director general de Recursos Humanos del Ministerio de Sanidad, Jaume Aubía, "es imposible prever cuando entrará en vigor ese Real Decreto porque previamente hay que crear la comisión de Recursos Humanos, un Foro Marco en el que participen las organizaciones sindicales; después habrá que negociarlo, y finalmente aprobarlo. Si todo va bien podría estar listo a finales del tercer trimestre del año". Según Aubía, el problema más importante de los MIR "no es laboral, porque los residentes no tienen un contrato laboral sino de formación, y los derechos laborales van mucho después que la obligación formativa. Por tanto, lo que hay que garantizar es la adquisición de conocimientos." A su modo de ver, se está produciendo un "cambio de filosofía: el médico, desde siempre, lo ha sido las 24 horas del día. Hoy no cabe esa visión pero hay que saber también que las necesidades de salud de la población no se cubren con horarios de funcionario. Pero la LOPS dará solución a esos problemas."

Entre tanto, los residentes dan de alta a pacientes sin que siquiera hayan sido vistos por un adjunto; no hay previstos sustitutos cuando alguien no puede hacer la guardia y, por tanto, menos médicos atienden el mismo volumen de pacientes; las evaluaciones docentes consisten en que el adjunto rellena -en muchas ocasiones "como una quiniela", según los residentes- la fotocopia de un formulario (iniciativa, puntualidad, capacidad para el diagnóstico...) poniendo números del uno al tres; y los recientes datos presentados por la Asociación del Defensor del Paciente hablan de un total de 11.922 denuncias y reclamaciones presentadas, más de 600 que el año anterior.

Personal sanitario del hospital Clínico de Barcelona trasladando a varios enfermos.
Personal sanitario del hospital Clínico de Barcelona trasladando a varios enfermos.JOAN GUERRERO

La guardia

"Llego a trabajar sobre las 8.30. Saludo a los compañeros y llamo al busca para que me lo pasen, porque hoy, queridos amigos, estoy de guardia". Así empieza la carta de un MIR contando una de sus guardias. Y prosigue:

"A las 9.00 comienzo a pasar planta con mi adjunto. Tenemos nueve pacientes ingresados a nuestro cargo, casi todos "abuelitos" que, si requieren pruebas diagnósticas, intentamos que no tarden mucho: siempre estamos "negociando" con los médicos de las especialidades básicas.

A eso de las 11.00 el adjunto se va a consultas externas y pasará allí el resto de la mañana. Para entonces, yo tengo acumuladas dos llamadas, una de urgencias y una interconsulta

[consulta entre servicios]. Comienzo por la de urgencias. Cuando llego, el paciente sólo ha sido visto por el residente "pequeño" [de una promoción anterior] que está allí rotando, pero no por el adjunto y aún no ha realizado las pruebas complementarias. Para las 12.00 ya he ingresado al paciente, y voy a las interconsultas porque se me han acumulado tres.

Antes de comer sólo puedo hacer una, porque tengo que entregar los informes de alta de dos de los ingresados. Pero me avisan de boxes [zona de urgencias con casos graves] porque uno de los pacientes del día anterior está peor.

Sobre 14.30 el adjunto que está de guardia y yo vamos a comer. Aún tenemos pendiente dos interconsultas, el paciente de boxes y dos pacientes más en urgencias, así que, en vez de ir juntos, vemos la mitad cada uno. Hemos ingresado al paciente de boxes y a uno de urgencias. Son casi las 18.00.

Llega otro paciente a urgencias. Mientras lo ingreso, mi compañero ha ido a ver a uno de los enfermos que había visto en interconsulta, que está mal.

Tras la cena, tenemos otros tres pacientes pendientes: uno en urgencias y dos en planta. Yo voy a urgencias y mi compañero a planta. Veo al enfermo y le doy el alta, pero llegan otros dos e ingreso a uno.

Es la una y pico de la madrugada y vamos a dormir un rato. A las 2.15 un paciente de planta se pone muy malo y lo traslado a la UVI, pero no quedan camas, así que lo meto en Reanimación con permiso de la anestesista de guardia.

Me acuesto de nuevo a las 4.00, pero a las 5.45 me llaman por otro paciente de urgencias que finalmente fueron tres. Ingreso a dos y a otro le doy el alta.

Termino a las 8.00: la hora justa para desayunar, ducharme, darle el cambio al residente que entra de guardia y reincorporarme al trabajo en planta, igual que el día anterior. Hasta las 14.30 que me voy a casa, me meto en la cama y sólo me levanto para cenar, ¡que al día siguiente vuelvo a tener guardia!"

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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