_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Arquitectura en peligro

Esas eternas discusiones que mantienen los políticos alcoyanos sobre el patrimonio arquitectónico de la ciudad, me temo que sirvan para poco. La experiencia nos dice que el resultado de esas controversias suele ser limitado y no traspasa nunca el umbral de las buenas intenciones. En el mejor de los casos, se produce alguna declaración sobre el asunto -más o menos solemne-, o se acuerda la protección de unas cuantas construcciones venerables. Pero la cosa no pasa de ahí. A efectos prácticos, los frutos de estas polémicas suelen ser escasos, cuando no inapreciables, de modo que los edificios en cuestión acaban por caerse o son derribados con cualquier pretexto. Y, sin embargo, sería lamentable que Alcoi dilapidara en unos años su rico patrimonio urbano, que tanto carácter le otorga.

En mi opinión, no son nuevas leyes ni reglamentos lo que la ciudad necesita para conservar su patrimonio. Por mucho esmero que se ponga en su confección, las normas siempre se verán superadas de uno u otro modo. Un promotor, un propietario empeñado en echar abajo una construcción, encontrará el camino para hacerlo si con ello se asegura un beneficio económico sustancioso. Tardará más o menos tiempo en lograr su propósito, lo hará de esta o aquella manera, pero den ustedes por seguro que alcanzará su objetivo.

Al instalarse la democracia en nuestro país, muchas personas creyeron que bastaría con las leyes para frenar la destrucción de nuestras ciudades. Aprovechando el fervor del momento, los ayuntamientos elaboraron numerosas disposiciones con ese excelente propósito. Para que no cupiese duda de qué se estaba hablando, se confeccionaron, a renglón seguido, unos espléndidos catálogos con las imágenes de los edificios que se debían proteger. No hay más que comparar el contenido de alguno de aquellos catálogos con el estado actual de nuestras ciudades para hacernos una idea de los resultados de la operación.

Para proteger el patrimonio arquitectónico de Alcoi, sólo veo una solución: convencer a los propios alcoyanos de su importancia. Si ese orgullo legítimo que el alcoyano siente por su ciudad, y del que presume con tanta frecuencia, se extiende también a su arquitectura, se habrá dado un gran paso en la dirección adecuada. Naturalmente, no pretendo que la totalidad de los ciudadanos de Alcoi adopten una actitud militante en este asunto. Eso sería imposible. Hablo de propiciar un estado de ánimo colectivo que permita apreciar un legado arquitectónico que muy pocas poblaciones del país podrían exhibir.

En este aspecto, la tarea es enorme y está prácticamente todo por hacer. Fuera de ciertos ambientes, muy limitados, el alcoyano desconoce la importancia de la arquitectura de su ciudad y, desde luego, ignora los beneficios que le podría reportar. Las autoridades no se han molestado nunca en remediar este desconocimiento, que han considerado irrelevante, cuando no contrario a sus intereses. Jamás se ha estimulado la estima por lo propio que está en la base de la conservación de cualquier patrimonio. De ahí, la indiferencia con que se reacciona ante ciertos sucesos, considerados completamente ajenos. Tampoco los partidos de izquierda, enzarzados en inacabables discusiones, han sabido abordar este problema.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_